Koldo LANDALUZE

La seducción efímera de los carteles de fiestas

Irene Irureta y Karmele Gorroño -«Irrimarra Ilustrazioak»- e Imanol Sesma -«Gatza Factory»- nos adentran en la vertiente creativa del diseño gráfico y en su aplicación a la singularidad efímera de los carteles destinados a fiestas.

Varios carteles de diferentes municipios vascos.
Varios carteles de diferentes municipios vascos.

Al igual que relatan tantos estribillos, te asomas a la calle sin despegar la vista del suelo y mientras las gotas de las primeras lluvias de otoño se afanan en la ingrata tarea de recordarte lo fugaz que fue el sueño de una noche verano, redescubres la grisura de un escenario que, hasta no hace mucho, fue habitado por hadas, brujas y faunos. Alzada la vista a la realidad del presente, tropiezas de bruces con los últimos jirones de papel que todavía se aferran a una pared. Mosaicos descoloridos y rasgados que hasta no hace mucho, lucían en todo su esplendor para recordar a los humanos que aquel sueño fue real y que, por unos días, las calles subvirtieron la rutina a golpe de música y txupinazos. Tal vez porque el estribillo deriva en una ruta hacia lo anodino, optas por dedicar tu atención a los restos del caduco cartel de fiestas para descubrir los secretos que todavía encierra antes de que desaparezca por completo.

Hubo un tiempo, antes de que las normativas municipales actuales dictaran lo contrario, en el que las paredes urbanas cobijaron multitud de carteles que sepultaron el cemento bajo gruesas capas de papel; flysch fantásticos y lúdicos en los que podrían darse cita, por ejemplo, la reciente coreografía “La La Land” compartida por los monarcas americanos Toko- Toko y Braulia en la plaza del Castillo de Iruñea y los bracitos metálicos en alto de un sacacorchos que, por defecto etílico o mágico, relacionamos inevitablemente con Marijaia en 2003. Todo ello funciona dentro de los parámetros de un discurso visual en el que nada es imposible. Ejemplo de ello es el testimonio de Eduardo Gabiña, Adrián Barbé y Kepa Olarreta que a través de su grupo creativo “Susterbakoak”, confesaron que la idea de relacionar un humilde sacacorchos con la totémica figura de Marijaia surgió de manera casual, al abrir un cajón y sentir, que al igual que en ese sacacorchos, Marijaia podía estar en cualquier parte.

Un orden visual

Diferentes estudios han revelado que el tiempo que una persona puede quedarse mirando un soporte gráfico es bastante limitado. Rara vez se superan los cinco minutos y la media ronda los sesenta segundos. Este es el tiempo con el que el cartel cuenta para seducir a quien le observa. Imanol Sesma -”Gatza Factory”- prologa este viaje a las entrañas de un modelo creativo que nace para cautivar de inmediato. En palabras de este diseñador gráfico «cada mínimo detalle resulta fundamental en la concepción de un cartel, la información del evento y cuál es su objetivo».

«Son pequeñas piezas informativas –las bandas que participarán, organizadores, público, ubicación–, añade, que ya indican o sugieren ciertas connotaciones estéticas. Luego en la creación, uno ve si quiere seguir el hilo relacionado de los elementos mencionados o, simplemente, romper con esa idea que podría ser excesivamente preconcebida. A mi me gusta que los carteles contengan su propia personalidad, que incluyan ese “toque” que demuestre que no es uno más que se encontraba guardado en un archivo y que ha sido maquillado para la ocasión. El siguiente paso es elegir la dirección, y aunque me gusta dejarme llevar durante el proceso, no hay que olvidarse de nada; ni del soporte –digital o no–, ni de la ubicación. Teniendo estos datos, es más que evidente que hay que tener en cuenta ciertos aspectos de diseño para que la fiesta local que estamos promocionando a través de ese cartel tenga el impacto que merece».

Anotadas las primeras pistas de esta receta alquímica, dos artistas que ya han ganado diferentes certámenes, Irene Irureta y Karmele Gorroño de “Irrimarra ilustrazioak”, añaden que «es importante crear un orden visual, teniendo presente cuál es el mensaje que el público recibirá en el primer impacto. Considerar la composición, colores, espacio o tamaños, así como el equilibrio entre texto e imagen, son indispensables a la hora de diseñar un cartel».

Llegados a este punto, surgen las referencias que comparten muchos diseños de los carteles, un elemento que en opinión de las creadoras de “Irrimarra” «al igual que en la mayoría de los campos el cartelismo no está exento de modas. Es inevitable que el contexto cultural en el que vivimos influya en la estética de los carteles. De todas formas, como en la mayoría de los ámbitos creativos no hay –o no debería haber– límites establecidos y la innovación es parte de la evolución de este campo. Los avances tecnologícos están al orden del día. De todas formas, la creación no tiene limites y seguro que queda algún rinconcito para esos carteles hechos “a mano”, incluso para alguno que se atreva a hacerlos con “los pies”». Por su parte, el responsable de “Gatza Factory” subraya: «Creo que hay de todo y no podría encontrar ninguna referencia común: minimalismo, cubismo, punk, pop... y en cualquier tono. Sin embargo, sí que hay tipos de carteles con muchas referencias que se repiten en su propio nicho y consecuentemente sufren el riesgo de pasar desapercibidos, que es una de las cosas más graves que le puede pasar a un cartel».

¿Originalidad a concurso?

En relación al siempre complejo y polémico apartado de los certámenes de carteles dedicados a fiestas, tanto Karmele Gorroño como Irene Irureta coinciden en señalar que «este tipo de carteles suelen decidirse mediante concurso. Por una parte, al ser convocatorias abiertas, es verdad que brinda la oportunidad a nuevos diseñadores de introducirse en este mundo y de que exista diversidad de estilos. Por otra parte, últimamente se tiende a elegir el cartel ganador mediante voto popular, en muchos casos, utilizando las redes sociales o páginas web, valorando más la popularidad del diseñador o diseñadora que el valor gráfico del cartel. No obstante, a veces te encuentras grandes sorpresas ». En sus conclusiones, Imanol Sesma afirma que «hoy en día resulta muy difícil sorprender desde una óptica positiva. Encuentro multitud de carteles que me encantan o me sorprenden por su acabado o porque desconozco qué proceso ha tenido, pero es muy raro que estas emociones o inquietudes las encuentre en los carteles destinados a fiestas. A veces sorprende la idea –se me ocurre el último cartel de la Aste Nagusia de Bilbo–, otras llama poderosamente la atención su proceso, pero el resultado final es una cosa muy diferente. Hay que tener en cuenta que resulta muy difícil lograr todo ello a través de un cartel que debe buscar la aprobación de mucha gente. Además, estos trabajos a concurso son realizados por estudios de diseño gráfico muy preparados en estos ámbitos y excesivamente “formales” en su apuesta visual y técnica. Todo ello sin olvidar que existen factores muy determinantes que pueden influir a la hora de elegir el cartel ganador».