Iñaki IRIONDO

Murillos a la mar: Arnaldo Otegi es culpable por esta causa o por cualquier otra anterior

La sentencia del TEDH ha sido interpretada como una cuestión formal que en nada rebaja la injusticia a la que se han visto sometidos los cinco de Bateragune que estuvieron bien condenados.

Las impertinencias de la jueza Ángela Murillo fueron el instrumento que encontró la defensa de los cinco de Bateragune para buscar en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos la justicia que les negó el Estado español. La cuestión de fondo residía en que tanto entonces como hoy se sabe que ninguno de los acusados era miembro de ETA sino que buscaban poner fin a su actividad armada. Ahí residía la injusticia de este proceso, más allá de un «por mí como si bebe vino». El periodista Luis R. Aizpeolea –que días antes de la detenciones Arnaldo Otegi y sus compañeros en octubre de 2009 estaba en tesis muy diferentes– escribía ayer en “El País” que 2 a 3 jueces del Tribunal Supremo y 5 a 7 del Constitucional no compartían la tesis de que «los procesados trataran de reorganizar la izquierda abertzale siguiendo instrucciones de ETA», «como la totalidad del abanico político del País Vasco, a excepción del PP». Esta, que parece una idea cabal, era desmentida sin embargo por algunos editoriales.

El grupo Vocento insistía en sus editoriales en culpar a Otegi y sus compañeros de haber trabajado «en sintonía con ETA y sin mostrar voluntad expresa alguna de poner fin a su existencia o divergir de su dictado». Poco parecía importarles que, como recordaba Aizpeolea, «la historia ha demostrado» que lo que los acusados dijeron en el juicio era lo cierto.

“El Correo” y “El Diario Vasco” titularon sus editoriales «Justicia imparcial» y, aunque con distintas palabras, ambos incidían en que el reproche sobre la falta de imparcialidad judicial debe ser tenida en cuenta, pero que la sentencia del TEDH no rebate los argumentos jurídicos que llevaron a la condena por «pertenencia a ETA». Y concluyen que «la obligada autocrítica» por permitir a Ángela Murillo seguir en el tribunal «no permite reescribir la historia y el relato veraz de lo que representó el terror de ETA y la prolongada complicidad con él».

Llamaba la atención en el quiosco vasco de ayer que, no teniendo la cuestión de las hipotecas apenas incidencia en los territorios forales, tanto Vocento como el Grupo Noticias lo eligieran como titular de portada relegando la sentencia de Estrasburgo. Lo que en el caso de “Deia” se extendió a que lo que destacara no fuera a los protagonistas de lo fallado, sino, con foto incluida, que «Urkullu reclama que no se utilice más la justicia para condicionar la política».

Hay que destacar que en su reacción desde Chile, el lehendakari ni siquiera mencionó a Arnaldo Otegi más allá de la genérica alusión a que en su día se mostró contrario a su detención y encarcelamiento. Hay que subrayar que el TEDH acababa de declarar que uno de los principales líderes políticos del país ha estado seis años y medio en prisión tras un juicio injusto, y que como consecuencia se vio privado, por ejemplo, de poder competir electoralmente con el propio Urkullu en las elecciones autonómicas de 2016. Ni un ápice de empatía con las víctimas de una injusticia.

Quizá sea porque Iñigo Urkullu no ve a Arnaldo Otegi como un compatriota injustamente represaliado, sino como un rival de tanto peso que a determinados sectores de la derecha española lo que más les preocupa ahora es que se le pueda levantar la inhabilitación para presentarse a elecciones. “Abc” trataba de tranquilizar a sus lectores asegurando que «Otegi seguirá inhabilitado». Pero “El Mundo” no lo tiene tan claro y prevé un recurso de quien operó «desde las entrañas de ETA» que le pueda levantar el castigo, lo que sería un «escenario infame».

Porque Arnaldo Otegi es culpable no solo a pesar de lo que pueda decir el Tribunal de Estrasburgo –que «se la coge con papel de fumar», según Carlos Herrera–, sino también contra lo dictado por la Audiencia Nacional, que lo absolvió de las acusaciones de secuestro de los diputados de UCD Javier Rupérez y de Gabriel Cisneros, que todavía algunos mantienen como si fueran hechos probados.

Está claro que para muchos del Ebro para abajo Arnaldo Otegi debería estar en el infierno, y a otros, del Ebro para arriba, tampoco les importaría mucho que así fuera.