Iñaki SOTO

Esa rabia

Iñaki Soto, GARA egunkariko zuzendaria.
Iñaki Soto, GARA egunkariko zuzendaria.

La rabia es muy mala, muy dañina. La sientes, por ejemplo, cuando no tienes razón, cuando tenías una certeza total y la realidad te golpea en la jeta. También se puede sentir cuando creías que algo estaba ganado y de repente se tuerce. Es cuando no puedes reprimir la ira y explotas. Dices lo que no querías decir y quedas en evidencia. Tu superioridad moral o intelectual se ha demostrado falsa. El ridículo no suele ayudar a que la rabia pase. Todo esto es muy humano, pero conviene controlarlo y reconducirlo.

Este no es un post de autoayuda. Pero si no lo digo me quedo yo con la rabia, y creo que no merece la pena. En días como el de hoy es común encontrarse con viejos fantasmas del pasado, no en el sentido misterioso sino en el político. Personas que tenían aprendido el discurso de buenos y malos y querían transitar al de vencedores y vencidos sin tomar siquiera aire. Y en días como el de hoy, ante la masiva movilización por los derechos de los presos en Bilbo y en Baiona, algunos se sienten rabiosos y lo demuestran chillando en las redes sociales. ¡Qué desagradable es ver a personas mayores gritar al aire ante una pantalla!


Aritz LOIOLA / FOKU

Los hay que comparan la movilización de hoy en favor de los derechos de los presos y presas vascas con una hipotética movilización de VOX por unos hipotéticos presos ultraderechistas. Spoiler: nunca ha habido tales presos, no porque no haya habido tal violencia, sino porque ha sido impune. Dicen estas sandeces además la semana en la que una persona ha disparado en Amurrio fuego real a una casa con una familia dentro. Ha disparado precisamente por tener en su balcón una banderola en favor de la repatriación de los presos. Y pese a ser identificado y habérsele encontrado un arsenal ilegal, esa persona está libre. Es un agente de Policía jubilado. El problema no es que esté libre, es la parcialidad, la diferencia entre unos y otros. La impunidad para unos y el rigorismo extremo para otros. No hay que ser jurista para entenderlo.

Los hay que están frustrados con sus representantes, porque con esta política criminal les están haciendo perder esa superioridad moral de la que alardeaban. Las únicas víctimas de violaciones de los derechos humanos en este momento son los presos y sus familiares, que están sufriendo una condena añadida por pura venganza.

Otros se sienten mal porque esta trinchera por los derechos los sitúa precisamente en el bando de VOX, Ciudadanos o el Frente Nacional, único partido que no ha apoyado hoy la manifestación de Baiona por esta misma causa. Eso no les lleva a exigir que cambien esa política, ni mucho menos. Se revuelven y hacen cabriolas para justificarse a sí mismos y a los suyos. Pero el discurso no funciona.

En este punto el paso del tiempo es mortal. Según pasa se lleva consigo algunas de las cosas que se daban por zanjadas. Pretender dejar en herencia nuestras vivencias sobre el conflicto vasco es inútil si estas no van acompañadas del ejemplo. El marco «demócratas y violentos» ya ha empezado a dar la vuelta. Porque no son demócratas y porque pueden ser violentos.

Algunos también son despiadados y en días como estos lo demuestran. La pendiente de la crueldad es nefasta y una vez que la tomas es difícil dar marcha atrás. El contraste entre víctimas empáticas y victimistas exaltados es muy llamativo.

Mientras tanto, 85.000 personas han salido a las calles para defender los derechos humanos y la justicia. El futuro de nuestro país pasa por un principio rector claro y rotundo: todos los derechos para todas las personas. Quienes no aceptan ese principio hoy estaban rabiosos.