Quizás lo más anecdótico de aquel 8 de julio es que era la primera vez en mi vida que yo iba a una plaza de toros a ver una corrida, y me encontré con toros de dos clases: unos con cuernos y otros con armas de todo tipo.

Desde el primer momento lo vi como una agresión brutal y completamente desproporcionada, indiscriminada, y reaccioné haciéndole frente, al igual que cientos de personas en la plaza y miles de personas en la calle.

Es significativo que, cuando ese oficial dio la orden de «¡No os importe matar!», un superior a él, probablemente el teniente coronel venido la propia noche del día desde Zaragoza para dirigir todas las fuerzas policiales, le recriminó desde la emisora central sita en el Gobierno Civil diciéndole «modele su vocabulario». Es decir, el problema no era la orden en sí, sino el no dejar pruebas.

Dentro del puzle de lo que fue la Transición, lo que ocurrió en sanfermines del 78 fue una de sus piezas más importantes. Hubo otras, como las muertes de Gasteiz el 3 de marzo del 76, los siete muertos en la Semana pro-Amnistía del 77, los laboralistas muertos en Atocha, las personas asesinadas en Málaga, Tenerife, Barcelona, Madrid…

La lectura que nosotros hacemos es que, junto a la zanahoria que se empezaba a ofertar en aquellos años de una transición a través de la cual se podrían conseguir unas libertades democráticas homologables a nivel europeo, estaba la imposición de pasar intactos al nuevo régimen los pilares fundamentales de la dictadura.

Pocas horas después de producirse la carga policial en la Plaza de Toros, Martín Villa ya estaba al corriente de todo lo que pasaba y estuvo dando instrucciones. Nosotros mantenemos que es el responsable político principal de lo que fue una agresión criminal, y por eso nos hemos querellado contra él.

¿Por qué no se investigó más a fondo? Porque la dependencia que en el franquismo existía de la judicatura respecto al poder ejecutivo se seguía manteniendo en esos años de la Transición. No había ni un juez que se atreviera a levantar la cabeza frente al poder ejecutivo, que también estaba integrado por franquistas puros y duros.

Testigos que estaban en balcones de esa calle afirmaron que dos policías fueron avanzando por esa calle disparando tiros, uno de pistola y otro de arma larga, en la dirección en que estaba Germán. Además, hay decenas de testimonios escritos y orales que dicen que fue asesinado por disparos policiales. Es una verdad a gritos que el delegado del Gobierno ha reconocido, pero hace falta que nos digan quién fue el asesino.

La memoria y verdad con respecto aquellos sucesos se ha ido transmitiendo y ha impregnado en la sociedad actual un sentimiento de deseo de verdad, de justicia y de reparación, que hoy en día son el motor de que vayamos a conseguir que al fin se haga justicia.