Pablo Ruiz de Aretxabaleta
Elkarrizketa
Unai Pascual
Doctor en Economía Ambiental

«Deberíamos diseñar ya una asamblea ciudadana por el clima»

Unai Pascual, profesor de Ikerbasque en BC3, uno de los autores del informe sobre biodiversidad del IPBES – foro auspiciado por la ONU– y uno los más citados en publicaciones científicas en 2019 en el mundo, nos ofrece su opinión sobre lo que el nuevo año y la nueva década van a suponer en la lucha contra el climático, con la cumbre de Glasgow como hito en noviembre.

Unai Pascual. (Jaizki FONTANEDA/FOKU)
Unai Pascual. (Jaizki FONTANEDA/FOKU)

Para Unai Pascual, 2020 va a ser un año clave para saber si la arquitectura levantada durante años para llegar el Acuerdo de París, con el objetivo de limitar el calentamiento global a 2º C –a ser posible 1,5ºC– frente a la era preindustrial se viene abajo o se pone en marcha. Que los países reporten sus emisiones de forma comparable y con datos fiables, y la financiación para que los países más empobrecidos puedan comprometerse a sus reducciones de CO2 son retos que quedaron pendientes en la cumbre de Madrid y que tendrán que decidirse en noviembre en Glasgow. El «no acuerdo», que para muchos fue mejor que un mal acuerdo, debería convertirse ahora en medidas concretas sobre el mercado de emisiones. Aun así, estima que «el fiasco de Madrid» hay que tomarlo con cautela, ya que las expectativas por la presión cada vez mayor de la calle eran demasiado elevadas para unos Estados que posponen decisiones hasta el límite.

¿Esperarán los países hasta última hora para aumentar sus compromisos en Glasgow o no habrá la ambición suficiente?
Creo que hay menos ambición real que la que retóricamente se trata de mostrar. Los países van a incrementar sus compromisos nacionales pero mi impresión es que en Glasgow todavía vamos a estar lejos de llegar a esos 2º C de aumento. Se dijo que este tipo de acuerdos voluntarios generan una especie de círculo virtuoso en el que los países empiezan a implicarse con un efecto contagio positivo. Es el único acuerdo político que se puede llevar a cabo. Otra cosa es que llegue a ser efectivo pero quizá no había otra manera de convencer a EEUU, Rusia... de que hagan esfuerzos para reducir sus emisiones cuando otros países emergentes que tienen responsabilidad se quedan fuera. En la última década China se convierte en el primer emisor mundial de CO2 –aunque per capita emita mucho menos que EEUU– pero nosotros importamos un montón de productos de China.

Aquí entra en juego la geoestrategia.
Si hasta ahora la geostrategia ha impactado en el clima, estamos en un momento en el que el clima está impactando en las cuestiones geostratégicas. China hoy produce dos terceras partes de todas las hélices eólicas del mundo, dos terceras partes de las baterías de litio y la mayoría de los paneles solares del mundo. Ya no es el país de la mano de obra barata de hace veinte años. China produce en este momento la mitad de carbón de todo el mundo. Lo que haga con su carbón tendrá efecto en las emisiones a nivel mundial y en los acuerdos comerciales el tema de la energía se convierte en uno de los puntos más importantes de readecuación del orden mundial. Si China, como primer emisor, no participa de manera decidida es muy difícil que el Acuerdo de París tenga recorrido real. Este año va a haber una presión diplomática sobre China, que va a pedir contraprestaciones. Es muy posible que, dentro de su estrategia comercial y de dominio de nuevas tecnologías energéticas, quiera asegurarse un pastel de ese sector para sus exportaciones. En setiembre va a haber una reunión entre Europa y China sobre relaciones comerciales, y creo que Europa va a tratar de presionar para que China dé un paso decidido en sus compromisos en Glasgow. Si no, es muy difícil que cualquier otro país se comprometa. Pero va a ser más complicado que Europa convenza a China si EEUU no se mueve.

EEUU se mueve... hacia atrás.
Unos días antes de la cumbre de Glasgow todo el mundo va a estar mirando a la Casa Blanca y ver quién va a ser presidente de Estados Unidos. Hasta el último minuto va a ser una cumbre con muchas incógnitas. O hay una jugada maestra y los grandes emisores de CO2 ponen sobre la mesa compromisos más ambiciosos o significará un fracaso del diseño del Acuerdo de París. Si llega otro presidente a la Casa Blanca y China se compromete, podría generar un efecto positivo y significaría que el Acuerdo de Paris ya empieza a funcionar. Si no, puede tener un efecto dominó donde toda la arquitectura de París se puede venir abajo. Estaríamos en un terreno desconocido y muy preocupante.

¿Y Europa? Acaba de presentar el Gran Acuerdo Verde, comprometiéndose a la neutralidad en carbono para 2050.
La única piedra en el zapato es Polonia. Polonia está jugando sus bazas. Sabe que es básico para el consenso europeo y está buscando una tajada de este acuerdo europeo. Gran parte de su industria y su estructura económica depende del carbón y está buscando esa compensación. Ese tipo de negociación dentro de Europa hasta ahora ha sido un hueso duro de roer pero creo que lo conseguirán. Tenemos a Alemania un poco reticente y Francia que depende de energía nuclear.

La energía nuclear como parte del Acuerdo Verde.
Hay lobbys o países que dependen de ese tipo de energía que no van a dar su brazo a torcer. La retórica verde no es real si vamos hacia una Europa que al final consigue esa neutralidad de carbono comprando derechos de emisión y basándose en la energía nuclear. Cuando se repite machaconamente que hay una emergencia climática también hay un efecto que puede llegar a ser perverso. Yo prefiero hablar de urgencia.

¿En qué sentido?
Por un lado, la gente y los medios ven que es real, que los impactos están aquí y son muy graves, pero bajo cualquier emergencia se pueden aprovechar momentos en los que sicológicamente la gente siente esa especie de miedo y pasar por el aro de un montón de cosas, como fomentar la energía nuclear. Claro que es urgente. Los datos científicos nos dicen que en los próximos diez años si queremos llegar a 1,5ºC de calentamiento global del planeta tendríamos que estar reduciendo las emisiones globales en más de un 7% anuales. Eso es una revolución. También es cierto que lo sabíamos hace décadas. Los negacionistas y el lobby de los combustibles fósiles han sido muy eficaces en estirar el chicle del uso de combustibles fósiles. Y ahora parece que las principales empresas energéticas ya empiezan a ver que es difícil seguir estirando y se tienen que reconvertir en el gran negocio de las renovables.

La economía verde.
La economía verde es el sistema capitalista vestido de verde generando nuevos negocios y el contrapunto es la economía ecológica. Tenemos que pensar hasta qué punto el crecimiento económico es necesario para un progreso social y humano. Los científicos llevan décadas diciendo que hay un límite a partir del cual el crecimiento económico tiene más implicación negativas que positivas. La economía verde que se entiende como utilizar el sector de energías renovables para hacer negocio y seguir creciendo económicamente puede tener muchos impactos sociales y económicos. Lo renovable también tiene una cara oscura. En lugar de un Gran Acuerdo Verde, ha mí me gustaría hablar de un Nuevo Pacto Ecológico donde las necesidades sociales y la equidad social vayan de la mano de un cambio en el paradigma de los recursos naturales.

Esto supone cambios en los modos de producción, consumo... que habrá que adoptar en la década que comienza.
Es que no hay otra. O cambiamos el paradigma del sistema económico. que tiene que ser respetuoso con el planeta, la biodiversidad y la gente que depende de esos ecosistemas o podemos empezara controlar el clima pero a costa de cargarnos varios ecosistemas. Todo lo que tiene que ver con el cambio de uso de la tierra, los bosques, la biodiversidad,... es fundamental. La biodiversidad es el seguro natural de la humanidad. No podemos hablar de resolver el problema del sector energético y pensar que tenemos resulta la crisis climática. Podemos estar generando muchísimos otros problemas muy graves. Lo racional es que las políticas vayan hacia una transformación socioeconómica en equilibrio con los sistemas ecológicos. No existe la solución tecnológica. Eso es una quimera. La solución es política, es social. El Nuevo Acuerdo Verde es un parche muy urgente pero no dejaría de ser un parche desde una perspectiva más completa. Estamos muy lejos incluso de imaginarnos qué transformación necesitamos para llegar a ese desarrollo donde el respeto por la naturaleza, la justicia social y el progreso humano irían de la mano. Eso no lo veo en varias décadas.

¿Cuál debería ser la ambición ante la crisis climática en Euskal Herria?
Tenemos que tener una responsabilidad mayor que el promedio de la Unión Europea, porque vivimos en un país que tiene unas capacidades mayores que las capacidades políticas, tecnológicas, de capital social que la UE. Tiene que ser vanguardia a nivel global. Si Europa va a marcar el 50% de reducción de CO2, para 2030  yo diría un poco más del 50%. Nos podemos mirar en el espejo de Escocia, que tiene una ley de cambio climático bastante interesante o en países que tengan legislaciones más ambiciosas y tratar de traerlas.

Por otro lado, para temas complejos la sociedad debe tomar el timón para impedir que con esa semántica de la emergencia puedan pasar medidas que no sean socialmente aceptables. Hay modelos de participación ciudadana que tienen que ver con al democracia directa. Son asambleas donde gente elegida por sorteo llegan a un acuerdo sobre las preferencias para atajar el cambio climático. Conoceríamos la perspectiva social de forma directa y podría ofrecer una serie de medidas que se pueden votar en un Parlamento o en un referéndum. Esto lo ha puesto en marcha Macron y se ha hecho en Irlanda con el tema del aborto. Claro que después el Parlamento se lo tiene que tomar en serio y llevar esas aportaciones a la práctica. El auzolan en la práctica. ¿Por qué no con esto también? Deberíamos empezar a diseñar en 2020 una asamblea ciudadana por el clima en Euskal Herria.