Eguzki Agirrezabalaga

Zanzíbar, la ciudad de las especias

Hace tiempo fue morada de sultanes, comerciantes, traficantes de esclavos y exploradores que surcaban el Índico en busca de un remoto exotismo, y hoy es una atractiva encrucijada de culturas milenarias. Es Zanzíbar, la isla de las especias.

Puerta labrada de «la ciudad de piedra».
Puerta labrada de «la ciudad de piedra».

Zanzíbar es hoy un cruce de tradiciones milenarias, una especie de zoco oriental que huele a clavo y canela y que sorprende al visitante con idílicas playas y vestigios de lujosos palacios que evocan historias de mil y una noches. Es también la «isla de los negros».

Dicen que la mejor forma de iniciar un recorrido por la capital del archipiélago de Zanzíbar –situada a 36 kilómetros de las costas de Tanzania– es perderse por las callejuelas de Stone Town, ‘La Ciudad de Piedra’ –por haber sido edificada con roca blanca de coral–, un auténtico laberinto declarado Patrimonio de la Humanidad que invita a callejear durante un rato largo.

‘La Ciudad de Piedra’

Esta parte vieja está salpicada de deteriorados edificios que, curiosamente, conforman uno de sus mayores atractivos: sus puertas de madera labrada y tachonadas con clavos traídos de la India, que en su día eran símbolo de riqueza de sus moradores. Entre sus estrellas calles, el visitante descubrirá también palacios de origen indio y árabe, lujosas casas de antiguos negreros e incluso restos de mazmorras en las que los traficantes hacinaban a sus esclavos. Igualmente, podrá recalar en pequeñas tiendas de artesanía, galerías de arte, puestos de venta de telas y pintorescos cafés que invitan a relajarse con una taza en la mano.

Una vez allá, el viajero puede visitar el Antiguo Fuerte, construido por los omaníes para defenderse de los portugueses a finales del XVII y donde desde hace más de diez años se celebra en julio el Festival Internacional de Cine de Zanzíbar. Y también puede acercarse hasta el Palacio del Sultán –conocido como la Casa de las Maravillas, Beit al Ajaib–, que hasta hace pocos años ha albergado el Museo de Historia y Cultura. Ubicada cerca de los jardines de Forodhani, al anochecer se reúnen en su explanada los lugareños para compartir charla y pulpo con curry y urojo.

Mercado de esclavos

Quienes sientan especial curiosidad por la época en la que la isla fue centro neurálgico de la subasta de esclavos –hasta 1873–, se pueden dirigir al lugar donde un día se ubicaba la mansión del esclavista Tippu Tip o al antiguo mercado de esclavos, ocupado hoy por la catedral anglicana. Allá subastaban a los hombres, mujeres y niños sacados a la fuerza del continente y que eran trasladados en condiciones inhumanas hasta las plantaciones de América.

Seguramente, otros optarán por relajarse tomando una cerveza, a orillas del mar, en el ‘Mercury’ –Freddie Mercury nació en la isla y hoy cuenta con un museo en su honor–, o rememorando, ante Livingstone House, las aventuras de míticos exploradores como Stanley, Burton, Speke y el propio Livingstone, quienes diseñaron en esta estratégica isla algunas de sus famosas expediciones.

Hay quienes, en este punto del itinerario, optan por navegar en un dhow, esos espectaculares barcos de vela triangular que desde hace más de diez siglos bordean las costas del Índico a merced del viento y de las mareas. Pero lo que no se pierden la mayoría de los visitantes son las playas, incluidas entre las mejores de África e incluso del mundo.

Concretamente, Nungw es una de las más recomendadas. Ubicada en el extremo norte, recibe a sus visitantes con una estampa de arena blanca y palmeras rodeadas de un mar turquesa. Además, es allá donde se construyen artesanalmente las dhow y desde donde, con marea baja, es posible alcanzar pie Kendwa, tres kilómetros al sur, donde dicen que la arena reluce como polvo de diamante.

Las granjeras del Índico

No muy lejos de allá, es posible encontrarse con un grupo de mujeres que avanzan por el agua ataviadas con vestidos de llamativos colores y un capazo en la cabeza. Son mujeres que posiblemente se dirijan a recoger las algas que cultivan varios centenares de metros mar adentro. Son ‘Las granjeras del océano’, protagonistas de un interesante reportaje incluido en la hemeroteca de ZAZPIKA.

Lo que a estas alturas del recorrido sí conviene hacer es tomarse un descanso y degustar tranquilamente la gastronomía del lugar. Eso sí, aconsejan informarse previamente de las peculiaridades de su cocina, una de las más interesantes de África, cocinada a fuego lento y sazonada con la larga y trágica historia de la isla. Se trata de un delicioso mash-up de indios, árabes, chinos y tradiciones culinarias portuguesas y africanas que ofrecen platos tan dispares como el ugali africano, el chapati indio y el curry swahili.

Y, para la despedida, los viajeros barajan varias opciones: unos se acercan al Jozani Chwaka Bay National Park, un pequeño bosque tropical situado al sur de la isla, surcado por varios senderos a los que se accede con guía y desde donde se pueden ver, de cerca, monos colobos rojos. Otros optan por apuntarse a una excursión a alguna granja de especias, donde cuentan secretos, curiosidades y virtudes sobre el clavo, el jengibre o la canela. Y hay quienes prefieren visitar la Isla de Prisión –última parada de algunos mochileros–, para ver tortugas gigantes y nadar entre delfines, o bucear entre corales, especialmente en la zona que rodea el islote de Mnemba.

Sin duda, cualquiera de las propuestas convertirá el viaje a Zanzíbar es una escapada especial.