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Muere Chato Galante, referente antifranquista y partícipe del primer intento de fuga en Segovia

José María ‘Chato’ Galante (Madrid, 1948) falleció anoche por coronavirus. Sufrió la represión franquista, fue detenido en cuatro ocasiones durante el franquismo, torturado y encarcelado. En la prisión de Segovia participó en el primer intento de fuga, que tuvieron que abortar. Fue uno de los impulsores de la querella argentina contra los crímenes del franquismo. En las redes sociales sociales se han publicado las muestras de dolor.

Chato Galante, en la entrega de los premios Goya del año pasado.
Chato Galante, en la entrega de los premios Goya del año pasado.

El coronavirus ha acabado con la vida de uno de los principales referentes de una lucha antifranquista que no se detuvo con la muerte del dictador porque hasta los últimos años de su vida ha peleado contra los protagonistas de la terrible represión vivida durante el franquismo.

Hijo de un militar franquista, nació en Madrid en 1948 y siguió otro camino al de su progenitor. Su compromiso político contra el franquismo le llevó a integrarse en 1967 en el clandestino Sindicato Democrático de Estudiantes, donde vivió la muerte de su compañero de sindicato Enrique Ruano tras ser detenido por la Brigada Político-Social. El aparato franquista lo presentó como un suicidio por ser homosexual, «no hay bazofia comparable a lo que dijo el señor Fraga Iribarne. La muerte de Enrique cambió mi vida», reconoció ‘Chato’ en una entrevista que le hizo Pablo Iglesias en su programa la Otra Vuelta de Tuerka. Este reportaje de Iñaki Egaña en NAIZ con datos novedosos ahondaba en el caso.

«Se tiene la idea de que la represión franquista fue feroz durante los primeros años y que luego se relajó. No es cierto. Entre el 63 y el 77 pasaron 50.000 personas por los tribunales de Orden Público. La mitad de esos procesos tuvieron lugar en los dos últimos años. Que mataran a Ruano hizo que mi objetivo en la vida fuera acabar con aquello. No se podía vivir en un país en el que pasaban esas cosas», afirmó en otra entrevisa en “Público”.

A los 20 años fue detenido por primera vez en su casa por participar en protestas estudiantiles. «Mi padre, militar, les dijo que no iban a entrar en su casa. Y no lo hicieron. Cuando me metieron en el coche me empezaron a dar todo lo que no me habían dado dentro de casa. Al llegar a la Dirección General de Seguridad te esperaba un pasillo para darte una primera paliza y tomaras conciencia de dónde estabas».

Durante su segunda detención, en pleno estado de excepción por el Proceso de Burgos, pensó que no iba a salir con vida. «Perdí la noción del tiempo y del espacio, el control de esfínteres. Te arrastraban literalmente por los suelos. Golpes en los glúteos, genitales... aguanté por rabia. Cuando salí, me dejaron estar un tiempo con mi padre, que si bien era militar no era franquista y no comulgaba con el caciquismo que había en el Ejército. En parte terminé donde lo hice, por la educación que me había dado. Me preguntó si había hablado y cuando le dije que no, me contestó ‘estoy orgulloso de ti’. Lo más bonito que me dijo mi padre», recordó.

Estando haciendo el servicio militar fue detenido por tercera vez y trasladado a Carabanchel. En 1973 fue detenido por cuarta y última vez, lo que llevó a las prisiones de Zaragoza, donde protagonizó una huelga de hambres, y a la de Segovia, donde participó en el primer intento de fuga que tuvo que ser abortado por la detención en Madrid de un comando de ETA p.m.

«La primera obligación que tiene un preso en la de fugarse. Yo lo intenté un montón de veces, pero no me salió ni una. La gran ventaja que tiene la cárcel es que tienes tiempo para todo, hasta para hacer agujeros. Íbamos a irnos 58. La fuga estaba programada para el 2 de agosto, pero el 31 de julio detuvieron en Madrid a un comando de ETA político militar. Pero, ya nos conocíamos el alcantarillado. La segunda se hizo meses después, en abril. En aquella se hizo una lista selectiva por el tiempo de condena etc. 40 años después seguimos haciendo cada año una comida de talegueros segovianos. Las mejores personas las conocí en la cárcel. Uno no entiende esa relación si no ha pasado por situación de encierro y todas las vivencias que compartíamos. Yo no había hablado de mis torturas, pero sí lo hacía con la gente que estuvo en la cárcel», manifestó en la entrevista con Iglesias.

‘Chato’ fue uno de los impulsores de la querella argentina contra los crímenes del franquismo junto a otros militantes antifranquistas de Euskal Herria. En la entrevista que le hizo GARA en abril de 2012 antes de viajar a Argentina, consideraba increíble que, a día de hoy, no tengamos acceso a nuestras propias historias». Recordó que en uno de los tantos interrogatorios a los que fue sometido, le dijeron que «me iban a enseñar hablar euskara».

Con gran esfuerzo por las trabas burocráticas y el paso del tiempo, consiguió reunir más de 50 querellas contra crímenes franquistas cuya investigación aceptó la jueza argentina María Servini.

Billy el Niño

Uno de sus objetivos ha sido Antonio González Pacheco, Billy El Niño, contra el que se querelló en 2018 por delito de lesa humanidad por las torturas salvajes que él mismo conoció.

«Era un torturador compulsivo. Nada más llegar a la DGS me colgó por las muñecas para utilizarme como saco y darme patadas de karate, al estilo del Bruce Lee de la época. No quería sacarme nada; golpeaba por placer. Pero claro, en aquel momento lo que pensabas era que aquel idiota había matado gente, iba a seguir matando gente y te podía matar a ti. Me amarraron tobillos y muñecas a una barra de hierro y me pegaban puñetazos, patadas y con palos en los genitales. Lo que querían era romperte, destruirte. Sabían que en el momento en que dijeras la primera palabra contra los tuyos pasabas a ser basura. Yo aguantaba gracias a lo que me había enseñado mi padre. Ser un humano, no aceptar aquellas situaciones. Cuando estaba con cinco pegándome pensaba: ‘El único ser humano que hay aquí soy yo’. Hablar me convertía en el animal que eran ellos», afirmó años después.

Fue uno de los impulsores del documental “El Silencio de los Otros” de los directores Robert Bahar y Almudena Carracedo, por el que recibió un premio en los Goya del año pasado.

El coronavirus consiguió lo que no pudo el franquismo, acabar con su vida, pero no con su lucha: «Todos sus compañeros/as estamos destrozados, pero seguiremos en esta lucha. Él era un imprescindible. Que su trabajo no haya sido en balde», han escrito hoy sus allegados en sus redes sociales para dejar claro que su compromiso continúa vivo.