Ramón Sola

«¡Agur vigorexia casera!», Euskal Herria madruga para pasar alegre esta meta

Se podía intuir, pero vivirlo ha sido espectacular y estimulante: sin dar todavía las 8.00 casi 200 surfistas se revolcaban de nuevo en el Cantábrico donostiarra, un korrikalari o txirrindulari pasaba cada tres segundos por la Zurriola y cientos de ellos subían las escaleras de Ulia. Una auténtica explosión.

Carreras por la playa y surf, nada más amanecer también en Zarautz. (Gorka RUBIO/FOKU)
Carreras por la playa y surf, nada más amanecer también en Zarautz. (Gorka RUBIO/FOKU)

Cualquier previsión imaginable se ha quedado corta frente al paisaje que ofrecían nada más amanecer las capitales y pueblos vascos. Donostia no es las ciudades más madrugadoras, pero sí de las más deportivas. Lo segundo ha ganado a lo primero hoy, por goleada. Para las 7.45 ya salía del agua con su tabla un veterano de la Zurriola. «Qué gozada, ¿eh?». «Buah... esto no se paga con dinero». No hay muchas olas, pero sí un mar de puntitos negros: contamos unos 200 surfistas. Y lo dicho, todavía no han dado las 8.00...

Más impactante aún es el trasiego por el paseo de la playa. Ponemos el cronómetro en marcha para ver cuántos kirolzales pasan por minuto. Son 19, uno cada 3 segundos. Algunas zancadas desacompasadas y jadeos excesivos reflejan que hay quien no corre ni para coger el autobús pero este histórico 2 de mayo de 2020 se ha calzado las botas. Lo necesitaba, lo necesitábamos.

«Esto es otra cosa. ¡Si es que nos hemos vuelto todos vigoréxicos!», se ríe Marta enfundada en su camiseta de la Behobia y sin perder el paso. Efectivamente, hoy queda relegada ya a segundo plano –o directamente al olvido– la vigorexia casera: tutoriales de cardio, bici estática, pesas, sentadillas, planchas... Este sábado trae placer por partida doble: notar el viento en la cara y disfrutar que se ha superado una meta, la del confinamiento extremo, ojalá sin retorno.

La playa acrecienta esa sensación de libertad. Así que fuera del agua también hay mucha actividad. No se advierte excesiva gente corriendo, quizás porque los surfistas han colonizado también la superficie lisa, pero en las dunas sí hay un poco de todo: tai-chi, gimnasia, incluso hip-hop con los cascos de música puestos. Y muchas personas haciendo fotos, el espectáculo da para ello.

Si el paseo de la Zurriola es para los runners, del puente del Kursaal hasta el Peine de los Vientos se ha convertido en territorio txirrindulari. Jokin tenía turno en su pescadería a las 8.00, pero ha pedido un par de horas de permiso para salir a dar pedales: «De aquí a Ondarreta, subiré a Igeldo si me dejan...y no pido mucho más. Se echa en falta a la cuadrilla, pero ya llegará también eso». Entre los cientos de txirrindularis que pasan sobresalen uno con la música a tope y otro haciendo difíciles equilibrios con la tabla de surf en la mano. Biatlón. Se palpa frenesí, casi obsesión por aprovechar el tiempo hasta las 10.00, en una espléndida mañana con sol y 15 grados.

Una vez levantado el cordón sobre las playas, no se atisba especial presencia policial. Una mujer ya muy mayor que lleva una bolsa de pan para dar de comer a las palomas intenta acelerar el paso al ver un coche-patrulla de municipales, a sabiendas de que este no es su turno, pero los agentes le dejan hacer. No vemos apenas mascarillas entre quienes corren o simplemente andan, pero sí que se guardan las distancias, incluso en los saludos entre corredores. Son escuetos pero efusivos, hay una alegría desbordante.

La efervescencia continúa bajando la ría. Otras decenas de runners madrugadores han hecho suyo Gladys Enea, recién abierto. Alberto, pasados ya los 50, nos dice sin perder el ritmo que «me he propuesto 20 vueltas corriendo al parque, llevo 7 y ya estoy ahogado, pero aguantaré, hay tiempo».

Por Egia bajan gentes de todas las edades con pantalonetas, mallas y chándals. Más allá, en Ategorrieta, el frenesí a la carrera o en bici ha remitido, pero sí hay gente andando a buen ritmo, de uno en uno salvo algunas parejas jóvenes, sin hijos cabe entender.

Enfilando ya hacia la Zurriola para cerrar este recorrido, otra imagen estimulante: decenas de madrugadores con sus mochilas suben las escaleras de Ulia. Entre ellos una pareja que por edad seguramente sería del segundo turno: «¿Hasta dónde vamos? Ojalá hasta Pasaia, pero ni nos dejan ni llegaríamos», se ríen a dúo.

Y lo mejor, mañana más...