Amaia U. Lasagabaster

Un aniversario inimaginable, el Eibar celebra seis años en Primera

El Eibar celebra el sexto aniversario de su ascenso a Primera. Germán Andueza, delegado del equipo y uno de los pocos protagonistas que siguen en el equipo, habla para NAIZ de aquel momento y de cómo ha cambiado el club.

Los jugadores azulgranas celebran sobre el césped el ascenso a Primera, del que hoy se cumplen seis años. (Raúl BOGAJO/FOKU)
Los jugadores azulgranas celebran sobre el césped el ascenso a Primera, del que hoy se cumplen seis años. (Raúl BOGAJO/FOKU)

El Eibar celebra el sexto aniversario de la noche más importante de su historia. El sexto aniversario de aquel gol de Jota Peleteiro que le dio la victoria frente al Alavés y, aunque hubo que esperar una hora para que fuera matemático, el ascenso a Primera.

No habrá festejo en un Ipurua hoy fantasmal, en un aniversario doblemente inimaginable. Porque si sólo unos pocos optimistas se despertaron aquel 25 de mayo pensando que horas después volverían a la cama siendo aficionados de un equipo de Primera, ni los más ilusos imaginaban que seis años después su equipo sería uno más en la categoría, ni los mayores devotos de los telefilmes de sábado por la tarde podrían creer que tendrían que celebrarlo en medio de una pandemia que tiene al planeta entero desnortado.

Lo cierto es que la fecha llega con un panorama poco reconocible en todo el mundo y en todos los aspectos. Y lo mismo sucede con el Eibar, muy diferente hoy a aquél que sólo doce meses antes de certificar su ascenso a Primera, terminaba la temporada regular en Segunda B. Se han multiplicado los números –presupuesto, empleados, abonados, sueldos–, ha cambiado el decorado, con Ipurua en la recta final de su transformación, el equipo entrenando en Atxabalpe y el proyecto de la Ciudad Deportiva en marcha, ha cambiado la repercusión del club en el exterior, y han cambiado los nombres. Ninguno de los 24 integrantes de aquella plantilla que logró el ascenso, tampoco de la que debutó en Primera, está ya en el Eibar. Y lo mismo sucede con el cuerpo técnico. Incluso con buena parte de la directiva y con la gran mayoría de los empleados.

Jota Peleteiro durante la celebración por el ascenso. (Marisol RAMÍREZ/FOKU)
Jota Peleteiro, durante las celebraciones por el ascenso. (Marisol RAMÍREZ/FOKU)

De los que celebraron la llegada a Primera a pie de campo, sólo cinco sobreviven. Los fisios Alain Gandiaga, Unai Ormazabal y Manu Sánchez, el eterno utillero Ángel Zapico y Germán Andueza. Delegado del primer equipo armero desde hace tres lustros, se reconoce entre los «sorprendidos». «Por el ascenso, porque quién iba a imaginar que el Eibar llegaría a subir alguna vez a Primera, pero sobre todo porque seis años después sigamos aquí. Todo el mundo pensaba que iba a ser un año, vivir la experiencia de estar en Primera, y al año siguiente fuera. Y cuando digo todo el mundo me incluyo, porque yo también lo pensaba. Y ya ves, aquí seguimos, a veces sufriendo y a veces disfrutando pero en Primera», celebra.

Seis años con «muchos cambios», aunque algunas cuestiones permanecen inmutables. Empezando por el propio Andueza que, aunque ya acaricia la prejubilación, incluso mantiene su empleo en una empresa eibarresa. El único delegado de Primera que no se dedica en exclusiva al club. «Y antes también era el único de Segunda, no sé ahora si habrá algún otro». Eso le permite tirar del «a ver, que yo no vivo de esto», cuando los jugadores se ponen pesados, cuenta con ironía. Y es que eso tampoco cambia. «Como ahora todos viven fuera no nos toca buscarles piso en Eibar pero sí les ayudamos en todo lo demás, sobre todo a los extranjeros. Empadronamiento, papeleos… Y todo lo que se te pueda ocurrir. El viernes me llamó Taka, que se la había estropeado la lavadora. A las siete de la tarde y en esta situación ponte tú con eso. Bueno, pues ya está arreglada. Te llaman con cada cosa…», se ríe.

Su trabajo, claro, va más allá. Mucho más allá desde que el equipo está en Primera, aunque mal no debe hacerlo porque en la temporada 14/15, la del debut en la categoría, la Liga le reconoció con el galardón al mejor delegado de Primera. «Cambia mucho, todo está mucho más profesionalizado y hay muchas exigencias. Hay muchos protocolos, ahora mismo ni te cuento. Ahora tengo ayudante porque por mi trabajo no estoy en el día a día y eso me facilita mucho las cosas porque hay que cumplir con un montón de cuestiones, horarios… Hasta el más mínimo detalle. Y como no cumplas, lo apuntan y multa. Hay que estar a todo», reconoce. Mal no debe hacerlo porque en la temporada 14/15, la del debut en la categoría, la Liga le reconoció con el galardón al mejor delegado de Primera.

Germán Andueza, manteado por los jugadores tras el último partido de la temporada 13/14. (Marisol RAMÍREZ/FOKU)
Germán Andueza, manteado por los jugadores tras el último partido de la temporada 13/14 (Marisol RAMÍREZ/FOKU)

Ese «todo» incluye, claro, el trato con los árbitros. En el que le toca desplegar toda su capacidad diplomática. Sobre todo cuando el inquilino del banquillo tiene la sangre caliente. Como José Luis Mendilibar, el técnico con el que más temporadas ha compartido y, posiblemente por eso, también con el que ha conseguido un mayor feeling, junto a Javier Mandiola. «Le tengo que amarrar muchas veces -se ríe–. Lo primero que me pregunta nada más sentarse es cómo se llama el cuarto árbitro de nombre de pila. Prefiere hablarles por el nombre. Y les habla. Bueno, ya sabéis cómo es». Curiosamente, la primera vez que Andueza ejerció de delegado también fue junto al zaldibartarra, «aunque entonces casi ni nos conocíamos. Fue en su primera temporada aquí, cuando casi ascendimos. Entonces el delegado era Manuel Aja pero hubo un partido, contra el Xerez, al que no podía ir y me lo dijeron a mí. A final de esa temporada lo dejó y empecé yo». Su debut «oficial» fue con Carlos Terrazas en el banquillo, en una temporada de infausto recuerdo. Tras la destitución del vizcaino llegó el paso efímero de Roberto Olabe y, con el equipo ya sentenciado, Javi Pérez, entonces Secretario técnico, se sentó en el banquillo hasta final de temporada». Después le ha tocado acompañar a su buen amigo Javier Mandiola, Carlos Pouso, Josu Uribe, Ángel Viadero y Gaizka Garitano».

Junto a ellos ha vivido dos descensos a Segunda B, dos regresos a Segunda A y, por supuesto, el ascenso a Primera. Que llegó de forma inesperada «aunque ya hacía un tiempo que sentíamos que no se nos podía escapar. Pero no esperábamos que fuera ese día, ni yo ni nadie. Recuerdo que cuando acabó el partido yo andaba por allí con los árbitros, el acta… En una de esas entro al vestuario y me encuentro con la gente sin ducharse, con la radio a encendida… Alguno había echado las cuentas, se dio cuenta de que si Las Palmas perdía estábamos en Primera y allí estuvimos pegados a la radio, escuchando casi sin creernos cómo remontaba el Recreativo. Cuándo acabó…, pues qué te voy a contar, imagínate cómo fue esa noche». Inenarrable, claro. Y sin embargo, tras dos décadas en el club –primero entrenador en categorías inferiores, después delegado–, no tiene claro sí ése su gran recuerdo. «Fíjate que igual tengo más recuerdo del año anterior, del ascenso a Segunda A. Igual porque fue el play-off que más complicado teníamos pero fue tremendo. La temporada, el play-off, lo que vivimos en Hospitalet… Y también el del ascenso a Segunda con Manix, un año después de bajar, en aquella eliminatoria con el Rayo. Qué nervios, y cómo llorábamos Arriola yo yo cuando acabó, como tontos», recuerda.

Tiene claro Andueza, de todos modos, que «objetivamente», ninguno de aquellos ascensos se pueden comparar con el último, «mucho más complicado, por motivos obvios». Como también lo son «las permanencias. En realidad yo creo que tenemos que celebrar cada final de temporada desde hace siete años. Por los dos ascensos consecutivos y por las cinco permanencias. Porque cada una de esas permanencias tiene tanto mérito o más como los ascensos. Posiblemete nos demos cuenta de verdad cuando ya no estemos aquí. ¡Pero espero que falte mucho para eso!».