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Sortu, LAB y Ernai han renovado su protocolo para la gestión de casos de violencia machista

Sortu, LAB y Ernai han presentado hoy en Antsoain el renovado protocolo para la gestión de los casos de violencia machista. Se ha actualizado tras dos años de trabajo y con asesoramiento de personas expertas en la materia.

Imaghen de archivo de la protesta del Día Internacional contra la Violencia machista. (Jon URBE/FOKU)
Imaghen de archivo de la protesta del Día Internacional contra la Violencia machista. (Jon URBE/FOKU)

Tras 20 años de andadura dentro del marco del Proceso Feminista de la izquierda abertzale, su actualización ha sido «fruto de la experiencia acumulada durante estos años» y del «grado de concienciación alcanzado», así como de «la evolución del movimiento feminista y las reflexiones sobre la justicia feminista en particular».

Durante 2 años se ha desarrollado con la colaboración permanente de personas expertas en violencia machista. «Al ser estructural, la violencia machista –según explican las tres organizaciones– también es inherente a nuestro ser. Las relaciones de poder entre mujeres y hombres también se reproducen en el seno de las organizaciones».

Admiten que a día de hoy «la paridad sigue sin materializarse de puertas para adentro», pero añaden que «trabajamos para alcanzar ese objetivo».

Anuncian que este protocolo renovado es «una herramienta que se enmarca dentro de un plan feminista más general para hacer frente a la violencia machista; una herramienta basada en la prevención, la formación y la reflexión colectiva, cuyo objetivo último es convertir a la izquierda abertzale en un espacio libre y cómodo, sin violencia machista».

Sortu, LAB y Ernai precisan que «al hablar de este tipo de violencia no nos referimos a agresiones aisladas o individuales», sino que el protocolo «pretende llevar a cabo una gestión coherente y colectiva ante las agresiones producidas, en clave transformadora y reparadora, huyendo de actitudes punitivas».

Para ello, han trazado un proceso que contiene tres vértices frente a cada agresión. El primero, sobre el que se cimienta el proceso, tiene en cuenta a «la persona agredida y sus necesidades»; el segundo toma en cuenta «la disposición de la persona que ha cometido la agresión para iniciar el camino de reconocimiento y deconstrucción», y la tercera es «referente al trabajo y reflexión colectiva a realizar en la comunidad cercana».

Añaden, por último, que todo el proceso «se fundamentará en situar en el centro a la persona agredida, en la gestión responsable de la confidencialidad y la información, en la proporcionalidad y en las garantías».

Para que este camino resulte efectivo, plantean que es «importante subrayar que el mismo se basa en el compromiso adquirido por estas organizaciones. Un compromiso que no solo es de sus direcciones y estructuras, sino del conjunto de sus miembros, para lo cual se ha puesto en marcha un proceso de formación feminista», para lo cual es necesario dotar de recursos esa herramienta.