Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Barniz chavista, los objetivos de siempre

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El discurso pronunciado el domingo por el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, me generó impacto. Esperaba ver al eterno aspirante derrotado en tránsito, consciente de vuelve a perder y más centrado en dejar que el tiempo pase y se cumpla su esperanza de que el Gobierno bolivariano se desgaste que de plantar batalla en las urnas. No fue así. Capriles apareció duro, seguro de sí mismo, bastante más agresivo de como lo recordaba en la campaña pasada. Su beligerancia contra Nicolás Maduro, a quien llamó "gordo" y "vago", llegó hasta extremos grotescos cuando dejó caer la insinuación de falta de respeto hacia la muerte de Hugo Chávez. De repente, por arte de birlibirloque, el líder bolivariano aparece como una figura respetada por quien trató de tumbarlo utilizando todos los medios a su alcance, golpe de Estado incluido.

¿No resulta esperpéntico que Capriles se presente ahora como más chavista que Chávez?

La lista de referentes culturales y símbolos del bolivarianismo que emplea la campaña del exgobernador de Miranda es interminable. Desde imágenes de Simón Bolívar hasta frases como "los que quieran unidad, vengan conmigo", que recuerda a ese épico "los que quieran patria, vengan conmigo" que todavía me pone los pelos de punta. Desde canciones de Ali Primera, mítico trovador revolucionario hasta el himno coreado en los mítines. Todo ello, con una retórica que viene a decir que la derecha, esa derecha que siempre descalificó el proceso bolivariano, es ahora la única garantía para que los logros sociales se mantengan. También es cierto que esto no es nuevo. Ya en la campaña de octubre, Capriles trató de disfrazarse de progresista y puso a Brasil como modelo. Epic fail. A Lula le ha faltado tiempo para grabar un vídeo de apoyo a Maduro.

Obviamente, todo esto no pasa del marketing político. Y no engaña a nadie. Por cierto, que no sé yo cómo le sentará a los fieles de Capriles tener que calarse las canciones de Ali Primera o hacer como que se parecen a esos que tanto odian. Porque, pese al barniz pseudochavista del que se ha dotado su líder, el núcleo duro de la oposición siguen representando a la misma derecha de siempre. No me refiero a los votantes. En octubre, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvo seis millones de votos, y en Venezuela no existen tantos oligarcas. Sin embargo, las bases organizadas, las que acuden a todas las marchas y siguen Globovisión, sí que mantienen el discurso tradicional de siempre. Ese que mezcla un clasismo infame con un racismo indisimulado y que le parece realmente ofensivo que "esa gente" tenga voz, voto y encima se atreva a gobernar el país. Lo pude comprobar durante el acto del domingo, donde se repitieron las conversaciones surrealistas que ya cité en un post anterior y que se resumen en "opositores denunciando falta de libertad de expresión sin ser reprimidos ante periodistas que no tienen problema alguno a la hora de hacer su trabajo".

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En el fondo, que Capriles tenga que hacer malabarismos para poder aspirar al voto refleja que el verdadero cambio está en la mentalidad de los venezolanos. ¿Que habrá grandes dificultades y muchos retos pendientes? Claro. Pero el eje ha girado a la izquierda y el chavismo ha transformado para siempre la forma de entender la política, no solo en este país, sino en toda América Latina. Aunque la derecha se pinte un bigote, el pasado y el subconsciente siempre le terminará traicionando.

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