Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

El sacrificio de Rajoy según la Biblia

El dios del antiguo testamento es bastante cabroncete, por no decir un jodido psicópata. Para comprobarlo, basta con leer la cantidad de barrabasadas con las que se le ocurre regar el camino del pueblo judío. Y eso que son sus elegidos, según los escritos bíblicos. Una de las historias más cachondas de ese manual de tortura y cinismo que va desde el Pentateuco hasta los Libros Sapienciales es la del pobre Abraham. Después de mucho intentarlo, engendra un vástago a los 99 años, con los lógicos problemas familiares derivados de tener que lidiar con las hormonas de un adolescente cuando ya se sobrepasa el siglo de existencia. Para colmo, cuando ya lo tiene criadito y puede permitirse una jubilación, esperando que Isaac se haga cargo de la hacienda familiar, va el cachondo del Señor y le ordena que lo sacrifique. Hay que tener mala uva.

Esta fábula religiosa me recuerda un poco al encuentro de hoy entre el presidente español, Mariano Rajoy, y la canciller alemana, Angela Merkel. Como a Abraham, la diosa teutona lleva tiempo dando indicaciones. Además de las barbas, el personaje bíblico y el presidencial comparten su fe a la hora de seguir a sus mentores a pies juntillas. Al patriarca, dios lo mandó de un lado a otro, peleándose con egipcios y cananeos, con la promesa de una tierra que heredaría para la eternidad. Al inquilino de la Moncloa, la diosa berlinesa le ha marcado la senda de la austeridad y el hachazo social como camino único para mantenerse en el paraíso del euro.

Los dos fueron conminados a practicar un sacrificio. Uno, al hijo biológico. El otro, a los derechos, el futuro y, en definitiva, la vida, de cientos de miles de trabajadores. En este punto, no sé cómo se lo habría contado Abraham a la sufrida Sara (que tuvo que enfrentarse a un parto a su edad). Supongo que cuando se llevaba al primogénito para cortarle el pescuezo, se excusaría con alguna trola en plan "nos vamos a comprar tabaco". Lo mismo que Rajoy cuando habló de "línea de crédito en condiciones ventajosas".

La ceremonia de la ofrenda ha comenzado. Sobre la mesa del almuerzo, los derechos sociales del Estado español, la sanidad y la educación pública, la protección laboral. Básicamente, todo. Cuando escucho al ministro español de Economía, Luis de Guindos, vaticinando "el mayor ajuste de la OCDE", no puedo evitar imaginármelo en el monte de Moriah, mostrando los restos de un trabajador precarizado mientras se ufana ante el Olimpo del mercado.

Al final, el señor todopoderoso se apiadó de Isaac y dio el cambiazo, ofreciéndole un carnero en lugar de su pescuezo. Abraham seguía siendo un cabronazo, porque no tuvo reparos en llevar hasta el final las locas peticiones del altísimo. Con Rajoy ocurre lo mismo. Solo que no hay cordero que salve a los trabajadores. Tendrán que escaparse ellos, echar a patadas al pontífice y construir una sociedad nueva sin aberraciones divinas, sean estas de los cielos o del parqué.

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