Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Nafarroa se ve distinto desde Madrid

Que un diario madrileño adelante lo que Ferraz obligará a hacer al PSN garantiza que Navarra sea lo que quieran los navarros. Que lo avancen dos solo constata que la ciudadanía de este herrialde es considerada en Madrid como un adolescente desvalido al que nadie presta mucha atención ni ofrece jamás ayuda pero que, llegado el momento del sermoneo, todo el mundo sabe qué es lo que nos conviene. Como navarro austente, esta es la mejor definición que se me ocurre de la forma en la que se aborda en la capital del imperio la crisis política abierta en Nafarroa. No sé qué ocurrirá la semana que viene y tengo la sensación de estar en una montaña rusa. Cuando miro hacia Iruñea, veo cada vez más cercano el orgasmo colectivo. Si observo a mi alrededor, al otro lado del Ebro, siento muy cercano el riesgo de un «coitus interruptus». Si se escucha a Yolanda Barcina o al PP hablar sobre nuestra foralidad, uno se siente como si estuviesen hablando mal de ti delante tuya pero haciendo como si no estuvieses presente. Y lo más descorazonador de todo esto es comprobar cómo, una vez más, las decisiones que más nos afectan pueden terminar adoptándose a cientos de kilómetros de nuestro territorio y en base a elementos que nada tienen que ver con nuestros deseos.

El jueves salí del Congreso con la sensación de que las cosas no iban como esperaríamos todos los que anhelamos un cambio en Nafarroa. Nadie confirma nada, son sensaciones, pero es evidente que Ferraz no ve con buenos ojos lo que la mayoría de los navarros consideramos una necesidad imperiosa: la moción de censura y unas nuevas elecciones. «En Madrid no se ven las cosas de la misma manera» es un diagnóstico tan compartido como aquel que certifica que si el PSN no da un paso adelante puede caer en la irrelevancia más absoluta. Claro, que eso nunca ha preocupado a los líderes del PSOE. No olvidemos que desde los más de 90.000 votos de 1991 hasta los 51.000 de 2011, la sucursal navarra de Ferraz se ha mantenido en un cómodo suelo, siempre cerca del precipicio pero nunca hundido del todo. Y eso que la travesía en el desierto tuvo escala en Suiza y «agostazo» de por medio. En todo caso, incluso aunque se recuperasen los 120.000 sufragios de 2004 con José Luis Rodríguez Zapatero, el peso de electores respecto a otros territorios como Andalucía resulta anecdótico.

Tampoco se puede obviar el hecho de que las elecciones navarras coincidiesen con las europeas no es un buen elemento para el PSOE. Es cierto que las dos urnas podrían dar un empujón al maltrecho PSN, pero al otro lado del Ebro daría munición a un PP preocupado porque ultras como Vox puedan atacarle por el flanco vasco. Una posibilidad que no hace ni pizca de gracia a Elena Valenciano. También hay que tener en cuenta que la falta de pedagogía ha hecho mella en el Estado. En el país de los sobres, los Bárcenas y los aeropuertos sin aviones, poca gente se pregunta en la capital del imperio qué fue de la CAN. Ni de dónde salió el dinero que blanqueaba el consejero Pejenaute. Así que vaya usted ahora a explicar que el problema no es pactar con Bildu sino la corrupción. O, todavía más allá: que Bildu es un partido legal y que está en el Parlamento navarro porque los votantes así lo han decidido.

Las cuitas internas de un PSOE que mira de reojo a sus primarias tampoco reman favorablemente hacia el cambio. Hay quien piensa que ante la perspectiva de «perder o perder» a la que se enfrenta el PSN, una marcha atrás puede servir como puntilla para la marcha de Roberto Jiménez y la apertura de un proceso de «regeneración». Una regeneración que dura ya cerca de dos décadas, hasta el punto de dar la sensación de que, al menos en el paseo Sarasate, se les gastó de tanta usarla.

¿Quiere decir esto que está todo decidido? Por supuesto que no. Tanto en Madrid como, especialmente, en Iruñea, se alzan voces partidarias de romper de una vez con el chantaje de PP y UPN. La Ejecutiva del sábado y el posterior Comité Regional pueden ser el empujón que necesita un Roberto Jiménez que, ante la disyuntiva de caer con la imagen de héroe o marcharse por la puerta de atrás, puede plantarse ante sus superiores. ¿Qué haría en ese caso Rubalcaba? Por desgracia, la partida se juega ahora en múltiples tableros. Y muchos de ellos están alejados de Iruñea. Esperemos que, al final de este proceso, los navarros no nos quedemos con la sensación de que somo la única sociedad que tropieza dos veces con el mismo partido.

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