Koldo Campos
Koldo Campos
Memoria que respira y pan que se comparte

Una buena y otra mala

Católica hasta la médula, amén de clasista, odiaba todo lo que se moviera a su alrededor. No soportaba a los perros, pero aún menos toleraba cualquier infancia cerca y, sobre todo, a los tantos ignorantes con quienes compartía silla y soledad en la residencia de mayores en la que, casi centenaria, solo esperaba ser llamada a la derecha del Padre.

Nada la irritaba tanto como advertir que los mismos incapaces de apreciar a Chopin, sin embargo, celebraran alborozados dos huevos fritos. Y aún más si venían con patatas. Aunque dejara en evidencia sus cristianos principios, no soportaba compartir su vida con quienes no entendían la importancia de colocar cuchillo y cuchara a la derecha del comensal y que, además, ignoraban las razones por las que el tenedor debía ir a la izquierda.

Tal vez porque sabía que me gustaba Chopin, yo era el único a quien confiaba sus congojas, pero ayer, cuando desenredó la lengua me pilló en horas bajas y no quise acompañarla.

–Te tengo dos noticias –le dije– y la mala es que en el cielo, cuando te llegue la hora, también compartirás mesa y pasillo con esos ordinarios colegas que desprecias.

–¿La buena? –quiso saber ella–.

–La buena es que no hay cielo.

(Preso politikoak aske)

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