Koldo Campos
Koldo Campos
Memoria que respira y pan que se comparte

Que no quiero que venga

Cuando llaman a tu puerta lo cortés sería levantarse, dejar en lo que estabas encima de la mesa, rendir sin aspavientos los cerrojos, echarse a un lado y franquearle el paso a la dama de negro que, a fin de cuentas, casi estoy por decir que se la espera y que ella y yo sabemos, demora que agradezco, que viene con retraso.

Lo cortés sería darle la bienvenida, invitarla a entrar, convidarla a una taza, solo son unos minutos... ¿Café? Y ella, que ha perdido la cuenta de las otras veces en que aceptó el retardo, que ahora también se sienta y elogia mi pequeña cafetera roja mientras aguardamos a que el agua hierva y yo le cuento que fue un regalo de mi hija Irene, que vive en Barcelona... ¿Azúcar?

La verdad es que, dadas las circunstancias, ni sé ni me importa un carajo lo que pueda ser la cortesía, ni tampoco por qué yo tendría que ser más cortés de lo que ya lo soy, así que no, mejor no me levanto cuando llamen a la puerta, ni dejo lo que andaba encima de la mesa, ni descorro el pestillo, ni le franqueo el paso a la dama de mierda que, probablemente, también es un caballero, en fin, que me declaro en huelga, que no quiero saberla, que se vaya de largo, que de largo se pierda, que si la muerte viene, que no quiero que venga.

(Preso politikoak aske)

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