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Venezuela, a pesar de los pesares

Situemos las cosas desde el principio. En Venezuela (también) existen intereses de clase. Están los que controlan y son propietarios de gran parte de la actividad productiva, que siempre tuvieron privilegios y que con la llegada de la revolución bolivariana tampoco varió demasiado su estatus social. Los dirigentes de la oposición representan estos intereses. Existe también una mayoría de trabajadores campesinos y urbanos que con la llegada al poder institucional de Hugo Chávez en 1998 vieron cómo sus condiciones de vida mejoraron significativamente. No hay más que echar mano de los indicadores de salud, educación y de los logros en materia de derecho a la vivienda entre otros muchos.

Dicho esto empieza todo lo demás. Lo demás es una extensa y larga lista de las dificultades que atraviesa el proceso. El peso en la economía de la renta petrolera en un Estado que subvencionaba hasta las vacaciones al extranjero ha mermado de una manera tan significativa que sitúa al proceso bolivariano en sus horas más bajas. Junto a ello, la galopante  corrupción en las filas del gobierno y el acaparamiento de productos básicos por parte de la burguesía producen un hastío en la población de dimensiones considerables.

Las largas colas para conseguir los productos acaparados recuerdan a las de cualquier oficina del INEM. Gran parte de la población recurre a los “bachaqueros”, personas que revenden los productos a precios infladísimos. Empresas al servicio de la oposición como la Polar golpean a los más necesitados. Se dan circunstancias curiosas. Por ejemplo, no se vende pan pero si se consigue pan dulce relleno de jamón y queso, siendo obvio que ambos se hacen con la misma harina. A lo mejor, no hay pan en todo el día y se saca todo a la vez a última hora de la tarde, formándose una vez más otra cola inmensa. Evidentemente, no interesa vender las mercancías al precio regulado ya que las ganancias son inferiores.

A raíz de la crisis de desabastecimiento surgen los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción). Se trata de garantizar el reparto de una bolsa de comida a precio subvencionado. Una buena pero insuficiente idea. Si el país importa alimentos necesita dinero para comprar  y si el dinero es insuficiente porque el Estado no ingresa debido a la baja en el precio del barril de petróleo, la alimentación que se compra es insuficiente. Junto a ello, crea desesperación que los funcionarios y/o militares con acceso a productos sean parte del bachaquerismo para enriquecerse ilícitamente.

Un punto interesante es el referente a los consejos comunales. Numerosísimos en todo el país tratan de responder a las necesidades que surgen en su ámbito geográfico. Una vez detectadas y priorizadas las necesidades piden fondos al gobierno para que este financie algunos de los proyectos. Es decir, si se detecta una necesidad de asfaltado se le hace llegar al gobierno y este responde a la demanda enviando los fondos necesarios. El consejo será quien gestione los fondos intentando emplear a personas de la comunidad. Esto ha generado problemas ya que no siempre se han destinado íntegramente los fondos a los fines previstos. Cierto es que muchas veces desde que se hace la demanda hasta que llegan los fondos pasa mucho tiempo y ese tiempo es dinero, puesto que con la inflación ultra enorme del país lo que se compraba hace un año ya no se consigue a ese precio. Eso hace que muchos de los proyectos queden a medias. En términos constitucionales la idea es el pueblo organizado como base de una democracia participativa y protagónica.

En Venezuela hablar de política es deporte nacional y nadie se queda callado. Generalmente, los favorables al gobierno se muestran más tímidos que los contrarios, aunque esto depende de la zona. Se tiende a recurrir a los años cuando Chávez gobernaba y a la vez el precio del petróleo era alto para alabar las políticas del gobierno, no obstante el presente y el futuro del proceso se viven de manera incierta y crítica.