XANDRA ROMERO
SALUD

Cirugía bariátrica, ¿de qué va? (I)

La obesidad es hoy en día una de las principales causas de morbi-mortalidad y, a pesar de ello y de la alarma despertada, la pandemia sigue creciendo de forma imparable llegando a una prevalencia en la población adulta del Estado español del 23%. Tanto el sobrepeso como la obesidad se asocian a un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, dislipidemia, accidentes cerebrovasculares, síndrome de apneas obstructivas del sueño y desarrollo de determinados tipos de cáncer. Varios estudios apuntan que el impacto económico de la obesidad supone entre un 2 y un 7% del total del gasto sanitario, pudiendo conllevar un coste en todo el país de hasta 5.000 millones de euros anuales. A pesar del enorme problema de salud, se ha demostrado que en la práctica médica no le estamos prestando la atención necesaria, o no como se debería.

Las modificación del estilo de vida y el tratamiento farmacológico fallan, así que debe considerarse el tratamiento quirúrgico. En este sentido, la cirugía bariátrica, con sus distintas técnicas, es la estrategia más efectiva para lograr una pérdida de peso a largo plazo significativa y sostenible. Además, resuelve patologías metabólicas asociadas como la diabetes tipo 2, disminuyendo también los eventos cardiovasculares y reduciendo la mortalidad a largo plazo. Ahora bien, ¿quién puede someterse a esta intervención?, ¿qué criterios clínicos deben cumplirse?

En primer lugar, es preciso puntualizar la frase de «cuando la modificación del estilo de vida y el tratamiento farmacológico fallan, debe considerarse el tratamiento quirúrgico»; hay que valorar qué estrategias dietéticas se han usado en el pasado… porque la mayoría de pacientes con obesidad y obesidad severa han realizado múltiples “dietas milagro” y no un tratamiento adecuado con un profesional cualificado.

Por otro lado, de considerarse la intervención, los criterios clínicos oficiales son los siguientes: Tener un IMC > de 35 kg/m2; estar en la franja de edad de entre 18 y 65 años; la ausencia de psicopatología grave como drogadicción, psicosis, etilismo, retraso mental severo, trastornos del comportamiento alimentario; y ausencia de patología orgánica de tipo cirrosis hepática, insuficiencia renal grave, enfermedad inflamatoria intestinal o cardiopatía severa.

En casos más extremos, se aceptan pacientes con IMC > de 40 kg/m2, mantenido más de 3-5 años, en los que el tratamiento médico no ha dado resultados satisfactorios tras al menos un año de tratamiento reglado y con buena adherencia del paciente (la adherencia es la clave). También se hacen excepciones con algunos con IMC entre 35 y 40 kg/m2, en los que el tratamiento no ha dado resultados satisfactorios y que presentan patologías secundarias a la obesidad que limitan su vida diaria y son susceptibles de mejorar con la pérdida de peso (síndrome de apnea del sueño, hipertensión arterial, dislipemia, diabetes mellitus, osteoartropatía severa, etc).

Ahora bien, ¿qué se les pide a los pacientes? Pues, a parte de que cumplan los requisitos anteriores, se precisan tres cosas vitales:

1. Que entiendan que la cirugía no soluciona el problema y que deben estar motivados para llevar a cabo los cambios de estilo de vida que se requieren para el éxito de la intervención (sí, hay que hacer dieta y ejercicio también). Las mujeres en edad fértil, además, deben comprometerse a evitar el embarazo durante un período de dos años tras la cirugía.

2. Que tengan claros los resultados esperables o expectativas realistas.

3. La necesidad de seguir los controles periódicos postoperatorios que se le marquen, así como todas las indicaciones para reducir o remitir los posibles riesgos y efectos secundarios.

Sin embargo, y suponiendo que todas estas cuestiones se cumplan por ambas partes, la cirugía bariátrica no resulta siempre exitosa; ¿las razones? En la segunda parte.

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