Pello Guerra
PREMIO PRÍNCIPE DE VIANA

El príncipe que no tuvo su premio

Infinidad de ámbitos de Nafarroa van a verse sacudidos por el final del régimen y la llegada del Gobierno del cambio, incluidos aquellos que supuestamente están ligados a la cultura. Es el caso del premio Príncipe de Viana, al que se realizaría un cambio sustancial para quitar carga monárquica a un galardón que, en origen, solo la tuvo en su nombre y que recuerda al desdichado Carlos de Trastámara y Evreux, el genuino príncipe que nunca llegó a reinar.

En el año 1990 se cumplía medio siglo de la creación de la institución Príncipe de Viana. Este organismo había sido fundado por la Diputación franquista como Consejo de Cultura de Nafarroa para continuar y perfeccionar la labor de salvaguarda del patrimonio y de estudio y difusión de la cultura del herrialde que había realizado la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Nafarroa desde mediados del siglo XIX.

Para celebrar ese aniversario, el Gobierno de Nafarroa creó un premio anual para el ámbito de la cultura con el que distinguir «trayectorias personales o colectivas» que, con su contribución, «hayan redundado en el prestigio cultural» del herrialde. A ese galardón se le dio el nombre de Premio Príncipe de Viana como reconocimiento a la citada institución y a su vez al personaje al que hacía alusión ese organismo y que era Carlos de Trastámara y Evreux, figura notable de la historia cultural de Nafarroa. Como lugar de entrega, se estableció el monasterio de San Salvador de Leire.

El domingo 24 de junio de 1990, el entonces presidente del Gobierno de Nafarroa, el líder del PSN Gabriel Urralburu, entregaba por primera vez ese galardón, que recayó en el historiador José Goñi Gaztambide. Los dos siguientes años, también serían las instituciones navarras las que se encargarían de entregar el citado premio en Leire.

Esta situación iba a sufrir un importante cambio a partir de 1993, cuando apareció en el horizonte el heredero de la corona española para entregar el galardón. ¿A qué se debió ese cambio?, ¿por qué repentinamente Felipe de Borbón era el encargado de presidir la ceremonia? Todo comenzó en setiembre de 1992, cuando Juan de Borbón, abuelo del actual monarca español, ingresó en la Clínica Universitaria de Iruñea para tratarse de un cáncer de laringe que le había sido diagnosticado dos años antes.

El ingreso hospitalario hizo que la familia real española se trasladara a Iruñea con bastante frecuencia para visitar al enfermo, lo que pareció propiciar un acercamiento entre el Gobierno de Nafarroa presidido por Juan Cruz Alli y Juan Carlos I. Fruto de esos vínculos habría sido la concesión de la medalla de oro del herrialde a Juan de Borbón, que le fue entregada el 18 de enero de 1993 por su «constante esfuerzo en favor de la libertad, de la democracia y de la reconciliación» y por su «labor en defensa de los derechos históricos de Navarra», según justificó el Ejecutivo de UPN. Para recibirla, el conde de Barcelona tuvo que abandonar por unas horas la Clínica del Opus, donde, después de seis meses de ingreso, terminó falleciendo el 1 de abril de ese mismo año.

Pocos meses más tarde y por primera vez desde que se había instituido, el premio Príncipe de Viana fue entregado por el heredero de la corona española. La excusa esgrimida fue que Felipe de Borbón, por su condición de sucesor de Juan Carlos I, era príncipe de Viana, ya que la corona del desaparecido Reino de Nafarroa figura entre los títulos del monarca español, que además es rey de Jerusalén, Portugal, Cerdeña, Córcega, Algarve, Algeciras, Gibraltar, Indias Orientales y Occidentales e incluso de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano, entre otras distinciones.

El príncipe que no fue rey. Así que la muerte de un conde que no pudo ser rey hizo que Felipe de Borbón terminara entregando un premio que lleva el título de un príncipe que tampoco llegó a ceñir la corona a causa de un padre que usurpó los derechos de su primogénito. El protagonista de esta última y triste historia es Carlos de Trastámara y Evreux.

El hijo de la princesa Blanca de Nafarroa y Juan de Aragón vino al mundo a las tres de la tarde del 29 de mayo de 1421 en Peñafiel, donde su padre defendía los intereses que tenía en Castilla. Un año después, madre e hijo se trasladaron al palacio de Olite, donde les esperaba ansioso el abuelo de la criatura, el rey de Nafarroa Carlos III el Noble. El soberano decidió elevar la dignidad del infante creando un título comparable al instituido en otros lugares para el heredero de la corona, como el príncipe de Asturias en Castilla, el Delfín en Francia o el príncipe de Gales en Inglaterra. Así, el 20 de enero de 1423, Carlos se convirtió en príncipe de Viana en calidad de sucesor al trono de Nafarroa. El título estaba dotado de importantes territorios situados en la zona occidental del reino, como Viana, San Vicente de la Sonsierra, Guardia, Lapoblación y buena parte del valle de Kanpezu, entre otros lugares.

Dos años más tarde fallecía Carlos III y le sucedía su hija Blanca como soberana de Nafarroa, con su esposo Juan como simple rey consorte y sin derechos a la corona, tal y como se estableció en su acuerdo matrimonial. Para el príncipe, ese relevo en el cetro no supuso un cambio sustancial en su plácida vida en el palacio de Olite, donde recibió una esmerada educación en la que se alternaban los ejercicios físicos, como la caza, la monta o el remo, con los estudios literarios que más adelante le animaron a escribir diversos libros y a manejarse en cinco lenguas. Esa existencia tranquila y llena de erudición iba a experimentar un dramático giro en 1441. En mayo de ese año, la reina de Nafarroa fallecía durante una peregrinación, siendo enterrada en el monasterio de Santa María la Real de Nieva, en Segovia.

Su muerte suponía que el príncipe de Viana se convertía automáticamente en rey de Nafarroa, pero, saltándose lo establecido en el Fuero, la fallecida reina había dejado por escrito en su testamento que su hijo no podría coronarse como rey sin el beneplácito de su padre. Aunque esa cláusula contravenía el Derecho navarro, Juan II aprovechó la circunstancia y la pasividad de las Cortes y del propio príncipe para retener la corona y convertir a su hijo en simple lugarteniente del reino.

En 1447, esta extraña situación se agravó, ya que Juan II se casó con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla. Si lo ocurrido en 1441 era una aberración legal, este matrimonio la agravaba, ya que el propio Fuero General reconocía que, al casarse en segundas nupcias, el esposo perdía cualquier derecho que pudiera tener sobre los bienes de la primera esposa.

Esta vez sí, la paciencia del príncipe de Viana se agotó y comenzó un enfrentamiento abierto con su padre, en el que los nobles beaumonteses se alinearon con Carlos de Evreux y los agramonteses con Juan II. Así estalló la guerra civil, que el 23 de octubre de 1451 tuvo uno de sus momentos clave en la batalla de Aibar, en la que el príncipe y su mano derecha, el conde de Lerín, fueron hechos prisioneros. Durante el año y medio que el príncipe estuvo en cautividad, la lucha continuó en Nafarroa, mientras en Sos venía al mundo un personaje que iba a marcar el destino del príncipe y del reino. Se trataba de su hermanastro Fernando, que sería conocido como el Católico o el Falsario entre los navarros.

En 1453 se acordó una tensa paz entre los combatientes que supuso la puesta en libertad del príncipe de Viana, aunque el acuerdo terminó rompiéndose dos años después. Carlos huyó de Nafarroa y se refugió en Nápoles con su tío Alfonso V de Aragón. Pero tres años después falleció este último y Juan II se convertía en rey de Aragón. En principio, Carlos pasaba a ser también heredero de ese reino como primogénito del monarca, aunque este ya apostaba por Fernando para sucederle, a pesar de que el pueblo apoyaba abiertamente al príncipe de Viana.

Para calmar los ánimos, Juan II promovió la denominada concordia de Barcelona, que, en principio, sellaba la paz entre ambos contendientes. El 28 de marzo de 1460, Carlos abandonaba Nápoles y llegaba a la ciudad condal, donde tuvo un recibimiento triunfal que disparó las alarmas de su padre. Entonces se planteó que el príncipe de Viana volviera a casarse, ya que era viudo desde 1448, cuando falleció su esposa Inés de Clèves sin haber tenido descendencia. Uno de los nombres que se barajaron fue el de Isabel de Castilla, pero Juan II no veía con buenos ojos ese matrimonio para su odiado hijo por el poder que le podía dar y reservó a la novia para su opción favorita, su vástago Fernando.

Los contactos para ese posible enlace fueron aprovechados por Juana Enríquez para asegurar a su esposo que Carlos tramaba destronarlo con el apoyo del hermano de Isabel, el rey de Castilla Enrique IV. Juan II reaccionó encarcelando al príncipe de Viana el 2 de diciembre, pero la presión popular de los catalanes consiguió que fuera liberado a comienzos de marzo. Poco duró la alegría de Carlos, ya que el 23 de setiembre de 1461, y ante la sorpresa general, el príncipe de Viana fallecía. Oficialmente había muerto de una tuberculosis que se había agravado durante su cautiverio, aunque entre el pueblo corrió el rumor de que había sido envenenado, ya que era una figura muy molesta para Juan II, su esposa Juana y su hermanastro Fernando.

Carlos fue enterrado en el monasterio de Poblet, donde hasta el siglo XVIII fue prácticamente venerado como un santo, ya que se le atribuyeron numerosos milagros. Dentro de su leyenda se enmarca el hecho de que pusiera ser el padre del descubridor Cristóbal Colón, quien habría sido fruto de los amoríos del príncipe con la mallorquina Margarita Colom. No sería extraño, ya que, aunque no tuvo descendencia oficial, el príncipe sí engendró al menos tres bastardos.

Tras su muerte, el título de príncipe de Viana siguió siendo utilizado por los herederos de la corona navarra, incluso cuando se produjo la invasión de 1512, ya que los descendientes de los soberanos expulsados por las tropas españolas continuaron con la tradición. El título también fue adoptado por los reyes españoles como conquistadores de la Alta Nafarroa, aunque el último príncipe de Viana nacido en suelo navarro fue Enrique II de Albret, conocido como “el Sangüesino”.

A pocos kilómetros de Zangoza, este año tuvo lugar la que puede ser la última entrega del premio Príncipe de Viana en su actual formato. Las formaciones que sustentan el Gobierno del cambio han mostrado su disposición a cambiar el nombre y la filosofía de este galardón cultural, y a evitar que el rey español regrese a Leire para entregarlo. De esa forma se impediría que, como señaló la presidenta Uxue Barkos tras la ceremonia del pasado junio, «suene la Marcha Real (el himno del Estado español) ante el sepulcro de los reyes de Navarra. Cualquier navarro con un mínimo de sentido común pensará que esto es algo a no repetir nunca más».