XANDRA ROMERO
SALUD

Drogas y alimentación (II), el tabaco

El tabaco es una droga legal que sitúa al Estado español como el noveno país de la UE con el mayor porcentaje de fumadores: un 29% en 2015, según un Eurobarómetro. Todos sabemos de sus efectos nocivos, pero casi un tercio de la población sigue fumando, ajeno a cómo el tabaco afecta a nuestro estado nutricional y por ende, a nuestra salud.

Una de las resistencias más habituales a dejar de fumar es la idea de que la deshabituación del tabaco conllevará un aumento de peso. ¿Pero eso es una realidad o un mito? Lo cierto es que, tal y como se observó en un estudio que analizaba diferentes parámetros en personas al inicio y al final de un tratamiento de tres meses para deshabituarse del tabaco, al comienzo del tratamiento, el 67% tenía un IMC (índice de masa corporal) normal, algo que al deshabituarse, solo tenían el 60%. Por tanto, muchos dirán que es cierto, que dejar de fumar engorda.

Pero no. Más bien sabemos que el tabaco aumenta el gasto energético en reposo, es decir, nos cuesta más mantenernos con vida en comparación con un no fumador. Esto, añadido a que altera el sentido del gusto y reduce la percepción del sabor de los alimentos, hace que, habitualmente, la ingesta sea menor que en los no fumadores. Por ello, al deshabituarmos, nuestro gasto energético se normaliza y además, tal y como muestran los resultados obtenidos en este estudio, se aprecia una tendencia a cambiar el cigarrillo por alimentos, de modo que un 26,6% comía más, un 43,3% comía más dulces y un 20% reemplazaba el cigarrillo por bebidas alcohólicas, generando finalmente un aumento calórico en casi todas las comidas del día.

Respecto al estado de los nutrientes en sí, seguro que sabemos lo perjudicial que es para la salud cardiovascular, pero ¿saben que el tabaco aumenta los niveles de colesterol en sangre en unos 0,33 mg/dl por cada cigarrillo fumado? Echen cuentas.

Además, disminuye las concentraciones de vitaminas C, B1, B2 y B5, así como las reservas de vitamina B12. Genera deficiencia de ácido fólico y, por tanto, reducción de los glóbulos rojos. Reduce la concentración de selenio, un importante antioxidante en el organismo, y hace que se elimine más calcio de lo normal.

¿Y con qué consecuencias para la salud? Muchas y graves. Según un estudio publicado en la revista “International Journal of Clinical Chemistry” en 2011, la reducción a causa del tabaco y su humo de la concentración de ácido fólico aumenta el riesgo de aterosclerosis. Algo que demuestran otros estudios, como la investigación de 2003 en la revista “Nicotine & Tobacco Research”, que, además, señala el papel preventivo en la carcinogénesis que tiene el ácido fólico y cómo una ingesta dietética alta en este ácido (no el proveniente de suplementos) reduce el riesgo de cáncer colorectal.

Asimismo, otra prestigiosa revista como “American Journal of Clinical Nutrition” recalca la importancia de la vitamina D junto con otras, como ácido fólico, vitamina C y E que, dada su capacidad como antioxidantes, pueden reducir el riesgo de aparición del cáncer y tienen un papel preventivo en el cáncer pancreático.

De modo que son los efectos sobre el estado nutricional los que generan graves consecuencias para la salud por culpa del consumo de drogas legales.

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