María SuárezMaría Suárez y Fabrizio Malisan
ESPUMOSOS EN ALZA

El vino inglés, ¿futuro champán británico?

La industria del vino inglés se encuentra en una época de expansión imparable, con reconocimientos internacionales y un terreno y clima propicios para la producción de un caldo cuya variedad espumosa pretende posicionarse como una alternativa al champán en territorio británico.

Notas de manzana tostada, redondeado en la boca y con sabor puro. Las burbujas, pequeñas y elegantes. La copa alargada permite apreciar con claridad el color pálido y brillante de este vino espumoso tan propio de las celebraciones. ¿Champán? No. English wine. Aunque de momento su expansión es limitada, la industria del vino inglés hace tiempo que despegó y ahora se encuentra en una emocionante etapa de crecimiento que contrasta con las fluctuaciones de otras industrias. En total, existen más de quinientos viñedos y al menos un centenar de bodegas abiertas al público repartidas por toda Inglaterra, aunque principalmente se concentran en los condados de Kent, Sussex y Surrey. Para entender el auge del vino británico simplemente hay que coger un mapa: «El sureste de Inglaterra no está lejos de la región de Champaña y la tierra de la zona comparte composición y características con el sureste de Gran Bretaña», explica a 7K Julia Trustram, directora de Marketing de English Wine Producers, donde se encuentran asociados los productores de vino ingleses. Y con un menor número de viñedos, también Gales está explotando la industria.

Según los productores, el vino inglés compite en la misma liga del champán. De hecho, ya cuenta con reconocimientos internacionales, como el International Wine Challenge, uno de los certámenes más importantes a nivel internacional que galardonó a varias bodegas británicas el año pasado. Otra de las pruebas de lo prometedor de la industria es la decisión de la empresa de champán Taittinger, que se convertirá en el primer productor de champán que produzca vino en Gran Bretaña. La compañía ha invertido cuatro millones de libras en cuarenta hectáreas de terreno en Kent, donde se plantarán uvas chardonnay, pinot noir y pinot meunier que desembocarán, previsiblemente para 2022, en el vino inglés de Taittinger –solo el vino producido en la región de Champaña puede ser denominado champán–.

Aunque lejos todavía de adquirir la fama y reconocimiento del caldo francés por excelencia, en Gran Bretaña el vino inglés ya tiene tirón. De hecho, un informe de la empresa distribuidora Jascots desveló que el espumoso inglés había desbancado al cava catalán en bares y restaurantes, situando a los vinos británicos en tercer lugar de preferencia por detrás del champán y el espumoso italiano (principalmente Prosecco).

En territorio vinícola. Pero no solo de sparkling wine –como se le conoce al vino espumoso en inglés– vive la industria vinícola inglesa, aunque en términos de producción es el más popular. El espumoso inglés supone el 66% de la producción de vino anual, pero las características del terreno y el clima hacen que también sea posible cultivar uva destinada a vino blanco (un 24%) y a vino rosado y tinto (tan solo un 10% de la producción). «El vino tinto requiere un clima más cálido y soleado y por tanto, aunque algo sí se produce, no es nuestro mercado mayoritario», explica Trustram. Por eso, difícilmente se plantará uva tempranillo en los viñedos ingleses. Sin embargo, sí veremos chardonnay, ortega, pinot noir, pinot meunier, bacchus, sauvignon blanc, solaris, muller thurgau o reichensteiner, entre otras.

O incluso es posible ver todas ellas reunidas en una misma finca. Es el caso de Denbies, una de las fincas vinicultoras más extensas de toda Inglaterra. A escasa media hora de Londres, en el condado de Surrey, más de un centenar de hectáreas albergan parcelas con todas las uvas mencionadas. «Desde mediados de diciembre hasta marzo es la época de la poda de los viñedos, por eso ahora parecen todos iguales», explica Anne Denny, encargada de la finca y de la bodega. A diferencia de los cultivos en los países más mediterráneos, las vides inglesas requieren una poda que tan solo conserve una de las lianas de la vid, en lugar de dos. Además, la orografía del terreno (con pequeñas oscilaciones) hace que unas zonas estén orientadas a un lado u otro, y por tanto son propicias para cultivar un tipo de uva u otro. En este caso, la «joya de la corona», la uva chardonnay de donde saldrán los mejores caldos, se cultiva en una zona alta, que sin embargo, está orientada de manera que la temperatura ambiente es algunos grados más elevada que la de los campos más llanos.

En mayo las vides empezarán a florecer y con ello llegará una nueva amenaza: las posibles heladas. Por mucho que se cultive al sur del territorio, el clima británico no es precisamente caluroso. «En los meses de invierno, las heladas no afectan a la calidad de la uva, pues es tiempo de poda, pero en primavera sí es peligroso», explica Anne Denny. Por eso, utilizan la tecnología: un gran ventilador gigante que se despliega en los días muy fríos y que mueve el aire ayudando además a calentarlo. De esta manera, se consigue proteger la uva del frío extremo en los meses clave.

Desde Denbies salen de media unas trescientas cincuenta mil botellas anuales, que suponen gran parte de las más de cinco millones de botellas de vino inglés que se producen anualmente. «Es todavía una producción limitada, pero va en ascenso y para 2020 esperamos doblar el número y producir unos diez millones de botellas», asegura Julia Trustram. Se trata de uno de los objetivos a medio plazo. Otro, «el que los pubs ingleses ofrezcan cada vez más copas de vino inglés, para que quienes aún no lo conozcan se atrevan a probarlo. En muchos de los bares y restaurantes hay que comprar la botella entera y mucha gente lo descarta porque no conoce el vino». Y en tercer lugar, hay que ponerle un nombre. «El del champán es, de nuevo, el mejor ejemplo. Es un nombre conocido, reconocido y protegido. El del cava es otro ejemplo» Ahora se trata de dar con un nombre más allá del English wine, un concepto que abarca demasiada tipología.

Llegados a este punto, los productores de vino hacen hincapié en la diferencia entre English wine y British wine. «El English wine se logra con uva cultivada aquí –explica Trustram–. En cambio, el British wine es vino hecho en Gran Bretaña pero con uva importada de otros países». El segundo suele ser más barato que el primero, y aunque se pueden encontrar buenos caldos, la calidad no llega a ser tan elevada.

Una tradición que viene de los romanos. Otra manera de medir la calidad, el tapón del vino. En Gran Bretaña es muy común encontrar el tapón de rosca en muchas de las botellas, algo que en un primer vistazo puede parecer indicar que se trata de un caldo de mala calidad. En realidad, no tiene por qué ser así. «Aunque es cierto que en los mejores vinos siempre se utiliza corcho, podemos encontrar vinos de calidad con tapones de rosca», explican desde Denbies. Eso sí, para los espumosos, siempre corcho.

En el caso de Denbies, los corchos del espumoso se colocan mediante un proceso mixto manual-automático mediante el cual un trabajador coloca las botellas en una máquina que automáticamente inserta el tapón. Antes, las botellas habrán pasado por un proceso de sedimentación de los posos del vino, que consiste en ir volteando poco a poco los recipientes para que los deshechos se concentren en el cuello de la botella. «De esta manera es muy fácil eliminarlos. El mismo proceso se sigue en otros espumosos, como el cava o el champán», explica Anne Denny.

Y es que parte del secreto de la buena proyección de la industria del vino inglés viene dada por el aprendizaje de las experiencias de países con larga tradición vinicultora, como los estados español, francés, o Italia. Las técnicas, los métodos empleados, «el ver los éxitos y fracasos de esos países nos sirve también a nosotros para ver por dónde podemos ir», asegura Julia Trustram. Y el camino, de momento, sigue trazándose. No solo dentro de casa, sino fuera. Hoy por hoy, el vino inglés se exporta a 27 países: «Nuestros mercados más importantes son Japón y Estados Unidos y también exportamos mucho vino a los países escandinavos». En ese sentido, «el Brexit puede ser una oportunidad a la hora de negociar nuevos tratados y de autorregular la producción de la uva. Pero también habrá que ver lo que ocurre con los trabajadores europeos, ya que la mayoría de los empleados que se encargan del cultivo y cuidado de la uva provienen de Europa del este», explica Trustram. En Denbies, en concreto, quince trabajadores rumanos se encargan de la poda de la uva.

Los artífices de esta creciente industria que comenzó a resurgir en los años 50 –resurgir, porque el vino en Inglaterra data de tiempos de los romanos–, fueron dos hombres que vieron en esta industria su inspiración: Ray Barrington Brock, químico investigador de la uva, y Edward Hymans, un escritor de temas de naturaleza. Ambos plantaron los viñedos que fueron inspirando a más y más gente, en muchas ocasiones sin ninguna relación con el mundo vinícola. Como el caso de Denbies. «Antes esta finca era una granja de cerdos», explican los encargados, hasta que fue adquirida por un reconocido constructor que edificó una enorme mansión, que tuvo que abandonar en la Segunda Guerra Mundial. No fue hasta 1984 cuando la finca fue de nuevo readquirida y el emprendizaje de su nuevo dueño hizo que, asesorado por un investigador en geología, comenzase a plantar viñedos e investigar sobre la producción y crecimiento de la uva. Actualmente el negocio sigue dirigido por la misma familia.

Pero la industria del vino inglés no se queda solo en las botellas. Siguiendo la tendencia de otros países vinicultores, también es posible visitar muchas de las bodegas repartidas por el territorio. El enoturismo inglés llega no solo a la población local sino también a extranjeros. «Tenemos gente de todo el mundo todos los días», explica Anne Denny. Turistas locales que acuden a eventos que se realizan en la bodega –bodas y hasta funerales– y también gente extranjera que se interesa por el vino inglés.

El destino final de este viaje por los campos de viñedos ingleses finaliza, cómo no, en el paladar del consumidor. «En los últimos cinco años se ha observado una evolución muy grande del cliente, que no solo busca beber vino, sino hablar de él, conocer dónde se encuentra el viñedo, compartir la experiencia y sensaciones». Julia Stafford regenta la única tienda del mundo en la que únicamente se ofrece vino inglés. Ubicada cerca de Liverpool Street, una de las principales avenidas de Londres, The Wine Pantry ofrece más de sesenta variedades de vino. «Estamos creciendo, mi objetivo es llegar a las doscientas variedades dentro de unos años». La clientela la componen sobre todo trabajadores de las oficinas cercanas de la City, y eso hace que el público sea muy internacional. El vino que más gusta, aromático y seco. «Por eso, yo diría que el Bacchus –explica Stafford–. Aunque también los de pinot noir, afrutados y sin mucho cuerpo, porque ya sabes que aquí, debido al clima, no podemos hacer tintos con mucho cuerpo». Aunque para quien lo quiera, se puede obtener de uva importada, el mencionado British wine. «Hemos empezado a trabajar con una bodega londinense llamada London Cru, que hace vino de muy buena calidad con garnacha importada».

Entre las producciones propias con uva cultivada en terreno local, las marcas Chapel Down o Nyetimber son también de las preferidas.

El buen vino inglés cuesta dinero. De los más caros, unas 60 libras la botella de vino rosado de Exton Park, de Hampshire, reconocido internacionalmente con premios en 2016. Aunque es posible encontrar vinos de muy buena calidad por 15 ó 20 libras. «El mercado del vino inglés es, de momento, un negocio limitado y ello nos hace difícil bajar mucho los precios», explican desde la English Wine Producers. Sin embargo, la calidad de los caldos y la cada vez mayor variedad hace que merezca la pena que las visitas a Gran Bretaña no splo se queden en las pintas de cerveza y que se atrevan a pedir «a glass of English wine».