Oihan Jiménez
UNA MIRADA AL MUNDO

La juventud india, bajo la «fiebre de las startups»

La India es una potencia en el ámbito de la informática desde hace tiempo, pero ahora las nuevas generaciones quieren ir un paso más allá y ya no valoran solo tener un trabajo estable; buscan ser las nuevas estrellas del firmamento tecnológico. Y para ello se han sumergido de lleno de la filosofía de las «startups». En el gigante asiático han dejado de mirar y admirar a Silicon Valley.

En un almacén subterráneo de un gran edificio de Bangalore centenares de jóvenes indios teclean sobre sus ordenadores en hileras de oficinas separadas por tabiques de colores, soñando todos ellos con ser los Steve Jobs o Mark Zuckerberg del futuro. Un cuarto de siglo después de la liberalización de la economía y el despegue de este gigante demográfico de Asia del Sur, una nueva generación saca provecho de la independencia económica adquirida por sus progenitores y se atreve con la aventura de las startups (compañías emergentes) tecnológicas. Y para ejemplos de éxito, los de Bangalore.

La India, con sus 4.750 jóvenes empresas solo en el ámbito tecnológico –un número que progresa cada año–, se convirtió hace poco con el tercer lugar más atractivo en el mundo para la implantación de startups, lejos aún de los Estados Unidos pero pisando los talones a Gran Bretaña. En este país de 1,25 mil millones de habitantes, donde tradicionalmente se privilegia la seguridad en el empleo, los jóvenes son el motor de este nuevo fenómeno: tres creadores de cada cuatro de startups tienen menos de 35 años. «Esto despega. Yo verdaderamente no me esperaba esto», admite Aneesh Durg, con acento americano y un deje de admiración en la voz. Nacido en los Estados Unidos de parientes indios, este joven estudiante de Chicago llegó a Bangalore para hacer un período de prácticas y contribuir al desarrollo de un lector para ciegos capaz de transcribir un texto a través de las palabras pronunciadas por una voz informatizada. Durg pensaba que, respecto a Silicon Valley, «estarían un poco atrasados», pero la realidad dista de esta visión preconcebida.

Nueva generación. Sylvia Veeraraghavan observa con interés a esta nueva y ambiciosa generación. Durante 25 años, ha desarrollado una fecunda carrera en la industria informática. Esta dinámica mujer forma parte de aquella ola de millones de emigrantes indios que aterrizó en Bangalore hace un cuarto de siglo. La ciudad era entonces el nuevo “El Dorado” de las deslocalizaciones, ya que las empresas occidentales subcontrataban todo tipo de actividades aprovechándose del bajo costo de la mano de obra local.

Pero la globalización ha tenido un importante efecto sobre la sociedad india. El boom de los servicios hizo emerger una clase media que ha podido dar otro futuro a sus hijos, como subraya Sylvia Veeraraghavan. Estas nuevas generaciones no se ven en la necesidad, explica, de aceptar «forzosamente cualquier trabajo y no les preocupa tener que encontrar qué comer ese mismo día. Pueden innovar, pueden permitirse ser imaginativos». «Para mí y para mi generación, tener un trabajo estable era algo esencial», cuenta Veeraraghavan, para añadir que «nuestros valores eran muy diferentes de los de la gente de hoy».

Vikram Rastogi es el fundador de Hacklab. Con ocasión de una visita en 2014 al prestigioso Massachussetts of Technology americano (MIT), vio que en su país era necesario crear una estructura que apoyase los proyectos en el ámbito de la robótica: «Vi el tipo de máquinas que fabricaban y pensé que podríamos concebirlas también en la India. Entonces me dije que iba a lanzar algo y que sería un producto de éxito mundial». Este ingeniero de formación codifica actualmente un software que podría permitir que varios drones colaborasen dentro de una misma flota aérea. Ya imagina su aplicación en territorios tan extensos como las granjas de países como Australia o de Brasil, donde, trabajando juntos, los drones podrían recolectar más fácilmente la información. La meta para llegar a ser nuevo Google o Apple, sin embargo, todavía está lejos. «He visto a mucha gente llegar aquí con buenas ideas para formar nuevas empresas –señala Rastogi– pero, con el tiempo, han tenido sus propias limitaciones: la presión familiar, la necesidad de encontrar un trabajo... y lo han tenido que dejar».

En cualquier caso, la India no tiene intención de quedarse parada. En 2020, está previsto que entre 200.000 y 250.000 personas trabajen en startups tecnológicas, más o menos el doble de las que lo hacen ahora, según estima la empresa Nasscom.

Por ello, cuando haya terminado sus estudios en Chicago, el todavía estudiante Aneesh sabe que su objetivo no será el Silicon Valley californiano.