IÑIGO GARCIA ODIAGA
ARQUITECTURA

Bultos negros

En el año 2012, un joven estudio con sede en Bruselas, de nombre OFFICE Kersten Geers & David Van Severen, recibió el encargo de diseñar dos centros culturales para Bahrein, un país asentado sobre un archipiélago compuesto por 33 islas en el Golfo Arábigo, y que interpretaba estos equipamientos como parte de la regeneración urbana del país. Este año 2017 han sido inaugurados ambos centros, el Dar Al Jinaa y Dar Al Riffa, ambos ubicados en la ciudad de Muharraq, cuya ciudad vieja era antes el centro neurálgico de la pesca y comercialización de perlas y ahora es conocida por la calidad de su música tradicional y de las artes escénicas.

Los arquitectos optaron por un concepto unitario para realizar los dos proyectos, que incluyen la renovación de una casa existente, conocida como Dar, y la adición de un nuevo volumen que alberga los usos principales del espacio comunitario. Este espacio central se formaliza mediante una reinterpretación de los tradicionales majlis, los grandes salones de reunión donde sentarse, recibir invitados o tomar el té. Estos salones públicos presentan un revestimiento interior de persianas de madera perforada, que ofrecen privacidad y oscuridad cuando sea necesario. Además la madera transforma estos interiores en una caja de resonancia que permite acoger las actuaciones musicales tradicionales en condiciones óptimas de sonoridad.

Ambos edificios se han resuelto con una sencilla estructura de pilares de hormigón, respecto de los que vuelan las losas estructurales en todo el perímetro, más en las plantas bajas que en las superiores, de modo que el volumen final resultante se acerca a una pirámide truncada. El proyecto resuelve la planta con un núcleo central en el que se sitúan las escaleras, aseos y los espacios auxiliares como los destinados a instalaciones, manteniendo el perímetro exterior de las plataformas estructurales lo más abierto posible. Una pequeña oficina y una sala de música para ensayos, situadas ambas en los pisos superiores, completan el programa del edificio.

Unas fachadas acristaladas, mediante carpinterías correderas plegables cierran el volumen. En principio, una temeridad, debido al efecto invernadero que esa solución puede provocar en un país con un clima tan extremo como el de Bahrein. Para contrarrestar ese efecto, la estructura de balcones está cubierta por una malla de acero. Este velo metálico cubre completamente el edificio, sin hacer la más mínima concesión a lo largo de los tres pisos de altura y se vuelve más tupida hacia la parte superior, proporcionando más sombra a las paredes vidriadas traseras para luchar contra la insolación durante el día.

Protección solar y reminiscencias culturales. Tal y como los propios arquitectos han afirmado, esta cobertura de malla de acero sin costura, además de proporcionar protección frente al duro sol del desierto, transforma los edificios en objetos enigmáticos, velados, que sobresalen dentro del denso laberinto urbano encalado de Bahrein. Cuando el edificio está en uso, el velo se levanta en la planta inferior formando volantes, como una falda recogida, para permitir que los transeúntes puedan ver las actuaciones que se desarrollan dentro del centro. Pero ese revestimiento que viste el edificio con una cota de malla medieval lo transforma en una figura abstracta, anónima, en una silueta urbana. Esta resolución de la fachada establece una conexión directa, como mínimo icónica, con las mujeres que transitan por las calles cercanas envueltas en burkas negros, carentes de rostros, como bultos anónimos a los que se les ha negado la identidad, la personalidad de un rostro.

Es difícil saber si el proyecto alude a esta imagen o no, pero lo cierto es que sí plantea una contradicción como mínimo sugerente. Durante el día el volumen es sólido, opaco, como los edificios circundantes y, al mismo tiempo, es extremadamente ligero y textil. Pero dependiendo de las diferentes condiciones de iluminación, se vuelve transparente. Al anochecer, la luz interior anula cualquier privacidad y revela toda la intimidad que se esconde bajo ese burka metálico. Este efecto revela el interior del edificio a la ciudad y, en cierto modo, vence la oscuridad que la envolvente textil negra imprime a la arquitectura, tal vez mostrando una esperanza a las mujeres que aún se ven obligadas a vivir bajo un manto que suprime la feminidad y con ella parte de su identidad.