MIKEL INSAUSTI
CINE

«Un divan à Tunis»

Dentro de la oleada de jóvenes mujeres de origen magrebí que se han formado en Europa, y que al debutar en el cine regresan a su país de origen para rodar allí, se encuentra la tunecina Manele Labidi Labbé. Nacida en París en 1982, estudió Ciencias Políticas y se dedicó a las finanzas, por lo que su vocación creativa llegó más recientemente, cuando hizo un curso de guion. Antes de realizar su ópera prima “Un divan à Tunis” (2019), presentada en festivales internacionales como Toronto, Venecia o la Seminci de Valladolid, únicamente había hecho el cortometraje “Un chambre à moi” (2018), basado en el ensayo feminista de Virginia Woolf “Una habitación propia” (1929), en el que la autora empezaba diciendo que las mujeres necesitaban para poder escribir libremente dinero y su propia habitación, como punto de partida para la independencia necesaria ante la creación literaria fuera del patriarcado.

“Un divan à Tunis” se distribuye internacionalmente con el título de “Arab Blues”, también en el Estado español, cuyo estreno está anunciado por su distribuidora Caramel Films para el 3 de abril. La promocionan con una frase publicitaria que en estos momentos tal vez no sea la más acertada, y que viene a decir que es la película que Woody Allen hubiera hecho si fuera mujer. El que se trate de una comedia sobre el psicoanálisis no parece motivo suficiente para la comparación, ya que el contexto sociopolítico y feminista en que se mueve es bien diferente. Además, maneja otras variantes de comedia, como la costumbrista, la social, del absurdo y la kafkiana.

La conocida actriz iraní Golshifteh Farahani encarna a la psicoanalista Selma Derwich que, después de diez años de estudios y especialización profesional en París, regresa a su Túnez natal, atraída por las posibilidades de cambio abiertas durante la Primavera Árabe, y sobre todo por la caída del dictador Zine El Abidine Ben Alí en el año 2011. Sin embargo, en lugar de con un proceso revolucionario se encuentra con una involución político-religiosa.

Todo esto acarrea a la protagonista una crisis identitaria, ya que se siente demasiado moderna y europea frente a una sociedad todavía anclada en la historia patriarcal y tradicionalista, con situaciones que le devuelven a un pasado personal que creía superado y dejado atrás definitivamente. Se ve frenada en su deseo de aportar avances a la comunidad, pues cree que el psicoanálisis resulta necesario en un periodo de transformación que ha creado incertidumbre en la población, y en especial en la femenina, que reclama su espacio para el autoconocimiento y la emancipación.

De hecho la mayoría de pacientes que acuden a su recién inaugurada consulta en un popular barrio de Túnez son mujeres, pero lo hacen acompañadas y custodiadas por los maridos o los hombres de la familia. Equivale a dar un paso adelante y dos atrás, y así con todo. Al principio le cuesta un mundo que ellas se atrevan a tumbarse en el diván y contar sus problemas a otra mujer pero, en cuanto se rompe el hielo, la demanda de ayuda sicológica se desborda y no puede atender a tanta petición de cita.

En la calle no ven con buenos ojos que Selma no esté casada, y que sea una mujer libre, mientras que las autoridades le hacen la vida imposible y le ponen todo tipo de trabas burocráticas para que no pueda ejercer. Esto le obliga a moverse en su kafkiano día a día entre funcionarios y policías, interpretados por un sinfín de divertidos y grotescos secundarios.

Dentro del caricaturesco reparto masculino sobresale Majd Mastoura, que en la Berlinale ganó el premio de Mejor Actor por la película “Hedi” (2016). Encarna al policía local Naim y su encuentro con la protagonista es muy gracioso. En un control pretende hacerle una prueba de alcoholemia pero, como no tienen presupuesto para alcoholímetro, le pide a Selma que le eche el aliento directamente en la cara. El atraso visto con humor.

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