IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Edificio abierto

El estudio de arquitectura Bruther ha construido en la ciudad universitaria de París uno de sus últimos proyectos, una residencia para investigadores en un entorno donde se levantan grandes ejemplos de la historia de la arquitectura.

En ese sentido, el proyecto se enfrentaba a un primer problema, el de encontrar un lenguaje contemporáneo adecuado, capaz de relacionarse con la memoria y el carácter del lugar sin parecer impostado. Construir un nuevo pabellón universitario significa también descubrir cómo instalarse entre esa serie de presencias arquitectónicas fuertes, cada una con sus propias leyes.

Atendiendo a este característico contexto, propusieron un edificio simple, económico, reconocible y atemporal, con la idea de no confrontarse con los edificios existentes. Otro problema era el escaso tamaño de la parcela en relación a la gran superficie que se quería construir, una condición que obliga al proyecto a ser compacto. Por último, la presencia de la carretera de circunvalación implicaba un gran problema acústico y, por lo tanto, planteaba la necesidad de una protección.

El programa fundamental del edificio, el de las casas de los investigadores, ofrece una estructura regular y alineada, generada por la repetición de ese módulo. La construcción adquiere así esa imagen reconocible de compacidad. Aunque la altura del edificio es igual a su ancho, no parece monolítico, gracias a que queda subdividido en tres áreas paralelas: dos unidades de vivienda en ambos lados y un espacio central de circulación y relación que sirve a ambos lados.

Los dos bloques de viviendas se sitúan perpendiculares a la carretera de circunvalación. Por un lado, reducen su exposición al ruido y, por otro, ofrecen una imagen de ligereza que los acerca a algunos de los pabellones existentes en la ciudad universitaria. El corazón del inmueble, el área común, se trata voluntariamente como un volumen transparente, donde el ascensor y las escaleras triangulares aparecen como figuras geométricamente puras, a modo de objetos escultóricos.

Para evitar el ruido de los vehículos de la carretera, las unidades de vivienda se levantan del suelo sobre pilotes. Su primer nivel comienza elevado respecto de la carretera. De este modo, la planta baja se acristala y se convierte en sala de reuniones improvisadas. Este espacio aparece entonces como una caja translúcida, discretamente deslizada debajo de las dos unidades de vivienda. Esta configuración se convierte en la imagen principal del edificio, protegido pero sin ser introvertido. A primera vista parece etéreo, suavemente insertado en su entorno.

Efecto flotante con vistas panorámicas. Los árboles del parque y la vegetación existente contribuyen a este efecto flotante, al generar una verdadera permeabilidad entre el parque y el edificio. Con esta disposición, la sala de lectura y los espacios de trabajo comunitarios se ordenan alrededor de un patio central. De esta manera, la planta baja es un espacio generoso, verde, grande y comunitario. Además, una elección radical de la materialidad exterior hace que las fachadas sean muy fáciles de leer. Las fachadas este y sur están completamente acristaladas para disfrutar de la amplias panorámicas sobre el parque.

Pero sin duda el gesto más importante reside en el rigor del esquema planteado. Una racionalidad que ayuda a crear un espacio intermedio, entre las circulaciones, en el corazón del edificio, las salas compartidas por los investigadores, el ascensor y los senderos del parque. Una vez más, la rigurosidad de la organización espacial permite ofrecer este espacio “extra”. Un espacio que será un lugar de transición y posibilitará la sociabilidad y las reuniones comunitarias.

Para completar el programa de la residencia, el gimnasio y la terraza común se tratan como volúmenes autónomos, establecidos en el último nivel. Estos elementos finales crean una asimetría entre los dos bloques que se convierte en un punto de referencia, al mismo tiempo que genera un mirador sobre la ciudad. De día, las fachadas acristaladas dan al bloque una especie de dignidad fría, de sobriedad. Por la noche, se convierte en un faro cuando las luces de la vivienda brillan desde el interior. En definitiva, una infraestructura rigurosa pero que no se impone, sino que permite un uso abierto que alienta la investigación.