Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Black Widow»

La poderosa entente Marvel-Disney anunció la puesta en marcha, con sus rigurosos plazos de tiempo a cumplir, de un plan estratégico para llegar a la paridad dentro de las producciones de superhéroes, con tal de que pronto se alcance un número proporcional y equitativo de superheroínas. Y lo está cumpliendo, ya que el costoso desarrollo definitivo de “Black Widow” (2021) es una prueba fehaciente del uso de una logística específica para llevar el género al público femenino.

La película ha costado al final entre 150 y 200 millones de dólares, después de muchas idas y venidas que arrancaron en el año 2004, cuando la compañía Lionsgate adquirió los derechos para una película que iba a ser producida por Avi Arad y escrita y dirigida por David Hayter. Esos derechos se agotaron en el 2006 y volvieron a ser propiedad de Marvel, que intentó relanzar el proyecto en el 2009 con Emily Blunt como figura estelar. El cambio de actriz se impuso finalmente cuando Scarlett Johansson firmó un contrato para aparecer en varias películas del Universo Marvel como la Viuda Negra de los cómics, que fueron “Iron Man 2” (2010), “The Avengers” (2012), “Captain America: The Winter Soldier” (2014), Avengers: Age of Ultron” (2015), “Captain America: Civil War” (2016), “Avengers: Infinity War” (2018) y “Avengers: End Game” (2019).

El objetivo de la paridad no es algo que se vaya a aplicar solamente a la temática y protagonismo de las películas, sino que también concierne a la vertiente profesional. Scarlett Johansson va a cobrar por “Black Widow” (2021) lo mismo que sus colegas masculinos al frente de las aventuras de superhéroes, alrededor de los quince millones de dólares. Pero no acaba ahí el compromiso feminista, extendiéndose igualmente a la contratación de la cineasta al frente del rodaje. Un cuidadoso proceso de elección para el que se barajaron los nombres de las realizadoras más pujantes del momento en todo el mundo, siendo seleccionada en última instancia la australiana Cate Shortland, que era la preferida de la propia Scarlett Johansson.

Cate Shortland se ha labrado un prestigio internacional dentro del cine independiente, desde que con su ópera prima “Somersault” (2004), sobre la iniciación al sexo de la mujer, triunfó en los premios del cine australiano. Tardaría un tiempo en realizar su segundo largometraje, la historia itinerante ambientada en la Alemania de la II Guerra Mundial “Lore” (2012), que fue seleccionada al Óscar, en el festival de Locarno ganó el Premio del Público y en la Seminci de Valladolid el de Mejor Directora Novel. Siguió trabajando en el cine alemán, y volvió a impactar con “El síndrome de Berlín” (2017), un complejo thriller sicológico sobre la violencia de género y los secuestros de mujeres.

Está claro que la aportación genérica de Cate Shortland no pasa por ser una historia de superhéroes o superheroínas al uso, gracias a que ha contado con un guion de Eric Pearson, Jac Shaeffer y Ned Benson que devuelve a la Viuda Negra a sus orígenes fundacionales a partir de la creación de Stan Lee, Don Heck y Don Rico.

Quiere esto decir que “Black Widow” (2021) es una cinta más próxima al cine de espionaje, toda que vez la superheroína enfundada en cuero negro ha de enfrentarse a su alter ego de Natasha Romanoff y el pasado que la relaciona con la KGB, servicio secreto en el que fue entrenada como agente.

En el tiempo presente forma pare de un extraño círculo de relaciones que son lo más parecido a una familia con la que pueda contar la Romanoff, tanto en cuanto Alexei Shostakov/Guardián Rojo ejerce de figura paterna y Melina Vostokoff de materna, personajes ambos interpretados respectivamente por David Harbour y Rachel Weisz.

Como rival directa nos encontramos con Yelena Belova, a la que da vida la actriz Florence Pugh, que se formó asimismo en la llamada Sala Roja, siendo adiestrada para asesinar incluso a otras viudas negras.