Lindsey Harris

El decorador de los sin techo

La zona de Skid Row de Los Ángeles acoge la cara más oscura del capitalismo. Miles de personas sin hogar se hacinan en sus calles rodeadas de los desechos con los que intentan guarecerse de la intemperie. Esa estampa tan dura se ha ido transformando en los últimos meses en un peculiar museo al aire libre gracias a los sprays del artista callejero Skid Robot, quien, a través de sus creaciones, ha conseguido visibilizar a esas personas a las que nadie quería mirar.

Así, JW está acostado junto a un montón de mantas que están enmarcadas por una pared pintada de rojo en la que aparecen el dosel de una cama, dos mesillas, cortinas y una ventana que dan al conjunto la apariencia de una auténtica habitación. El indigente Ben, que está sentado en una silla de ruedas desde que un disparo le alcanzó en la espalda, parece un rey en su trono en lo alto de un castillo gracias a los trazos realizados en una pared; y la tienda de campaña en la que vive otro sin techo ahora está rodeada por un denso bosque de árboles pintados, como si estuviera acampado en plena naturaleza. En otros casos, Skid Robot representa los sueños de los indigentes que duermen en la calle y en los que aparecen alimentos, una cama en condiciones y otras aspiraciones para aquellos que no tienen nada. En total, ha realizado más de un centenar de estas creaciones, que posteriormente fotografía y cuelga en Instagram para darles difusión.

Esta es la artística manera que Skid Robot tiene de solidarizarse con los más desamparados, con «esos seres humanos que parecen inexistentes y a los que intento ofrecer toda la ayuda que puedo. Intento conocerles y que dispongan de un oído y un corazón abierto a sus historias». Una solidaridad que va más allá, ya que incluye también los paquetes con alimentos que les entrega.
Aunque algunos llegan a sorprenderle, como ocurrió con su “majestad” Ben, quien le pidió papel, lápices y pinturas con los que poder escribir y dibujar, ya que él también tiene su vena artística y quiere alimentarla; otros lo que buscan es un poco de atención, alguien que escuche su historia, algo a lo que se presta gustoso este artista. «Si no están borrachos o durmiendo, procuro hablar con ellos. Me presento, les muestro algunas de las obras que hago y les ofrezco un poco de dinero y, por supuesto, el paquete con alimentos y enseres de aseo».

Este curioso fenómeno comenzó una noche en la que este artista estaba paseando con su novia por las calles de Skid Row. Ella le sugirió que saliera y pintara algo en ese lugar para denunciar la situación de toda esa gente que vive a la intemperie. «Lo primero que se me ocurrió fue dibujar el símbolo de un dólar junto a una mujer que dormía, como si fuera su sueño. Y a partir de ahí, hice cuatro o cinco más esa misma noche».

Aunque le guiaba un buen propósito, lo cierto es que «al principio me sentí como un idiota, porque, en el fondo, estaba utilizando a esas personas como accesorios a los que añadir un fondo, pero luego me di cuenta de que podía ir más allá. Así que al día siguiente, me fui a una tienda y compré comida y artículos de aseo que distribuí en varios paquetes que empecé a entregar a las personas en cuyo espacio dibujaba».

Esas dudas que le asaltaron en un primer momento se han convertido en críticas que le lanzan sus detractores. Unas acusaciones de manipulación de los sin techo que él rechaza, mientras pone el acento en el hecho de que «con lo que hago, consigo que las personas reflexionen sobre la injusticia tan grande que tienen ante sus ojos. He conseguido que se detengan y miren a esos sin techo junto a los que han podido pasar infinidad de veces sin fijarse en ellos».

Además de contribuir decisivamente a visibilizar su terrible situación, esos grafitis se han convertido en una fuente de ingresos para los indigentes, ya que «algunos de ellos llegan a cobrar entre 50 y 60 dólares al día a personas que les quieren fotografiar junto a la creación que realicé en el espacio donde malviven».

Sin embargo, ese deseo de hacer más agradable un lugar tan duro no siempre tiene una buena acogida. De hecho, uno de sus amigos sin techo le advirtió de que varios policías habían hablado con él y le habían dado un mensaje para Skid Robot: «Le dices de nuestra parte al que está haciendo esto que si le atrapamos, irá a la cárcel».

Esa amenaza no ha surtido su efecto, ya que el artista callejero no solo está dispuesto a continuar con su labor en Los Ángeles, sino que ya ha realizado algunos de sus graffitis en Nueva York, Miami o Baltimore. Todo ello con el objetivo de utilizar el arte para trasmitir un mensaje muy claro: «El pueblo estadounidense ha perdido la conexión con su conciencia social, su compasión y, sobre todo, su humanidad. Hemos descuidado nuestras responsabilidades sociales durante demasiado tiempo y ahora estamos ante una crisis humanitaria en todo el país. ¿En qué clase de país nos hemos convertido si las leyes criminalizan a los que se quedan sin hogar y a los que les queremos ayudar?», se pregunta este solidario artista callejero.

Skid Robot considera que el pueblo de EEUU y sus políticos «deberían avergonzarse por permitir que esto haya sucedido y el arte tiene que servir para que la gente conozca las consecuencias de esa apatía y esa falta de compasión hacia las personas empobrecidas».