IBAI GANDIAGA PéREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

La capilla nuclear de Walter Netsch

Mil novecientos sesenta y dos fue un año complicado. La modernidad y el capitalismo estaban avanzando en Estados Unidos. Iban felices de la mano. Se pretendía demostrar al mundo qué era una sociedad de consumo, al tiempo que se iban creando nuevos mitos modernos, como Spiderman, aparecido por primera vez ese año en Amazing Fantasy nº 5. El mundo estaba dividido en dos y, más tarde, en tres. El imperio colonial europeo se había hecho añicos, como demostraba la independencia de Argelia frente al poderoso Estado francés. En el Estado español se luchaba por salir de las tinieblas políticas e intelectuales a través del IV Congreso del Movimiento Europeo, que el aparato de propaganda del Régimen denominaría el “Contubernio de Munich”. Al mismo tiempo que los pueblos reclamaban soberanía, justicia social y democracia, doce alemanes excavaban un túnel por debajo del Muro de Berlín para pasar al lado occidental. Como si las cosas no estuvieran ya de por sí calientes, John Fitzgerald Kennedy pronunció un discurso prometiendo a sus ciudadanos colocar un estadounidense en la Luna para final de la década, echando leña al fuego de la carrera espacial mantenida con la Unión Soviética. Y a todo esto, hay que añadir la Crisis de los Misiles de Cuba, primer conato de guerra nuclear desde la Segunda Guerra Mundial.

Aunque a la hora de analizar cualquier obra humana, siempre es importante hacer una contextualización histórica, echar la vista atrás, para ver la Academia de la Fuerzas Aéreas y su Capilla de los Cadetes en Colorado Springs se requiere de unas gafas especiales para poder degustar la controversia suscitada en el momento de su construcción.

Vayamos por partes. El edificio nace de un diseño realizado por la mastodóntica empresa de arquitectura Skidmore, Owings & Merrill (SOM). Este estudio es uno de los más grandes de todo el mundo y, desde su creación en los años 30 del siglo pasado, prácticamente se ha visto envuelto en las zonas candentes de la construcción. Sin embargo, tanto la Academia como la capilla de las Fuerzas Aéreas rompería moldes en más de un aspecto, ya que fue el primer edificio en el que se reconoció la autoría personal de su autor. De ese modo, Walter Netsch entraría a formar parte de la historia de la arquitectura y del patrimonio construido de los Estados Unidos.

Netsch murió en 2008, pero ha dejado bien documentado el ambiente de trabajo en la superfirma de arquitectura SOM, una enorme estructura de trabajo donde la individualidad de la arquitectura se sacrificaba en pos de un trabajo de equipo de gran envergadura. De hecho, él mismo relata cómo la autoría personal de la Academia y de la Capilla se debió a una disparidad de opiniones en el seno de la directiva de la empresa. Al fundador Nathaniel Owings y al directivo Gordon Bunshaft les gustó, pero a Bruce Graham –alto cargo de la empresa– le horrorizaba y, según Netsch, le faltó tiempo para chivarse a los jefes: «Walt está loco –debió de decir, según lo relatado por Netsch-, acaba de tener una idea espantosa».

Aunque Netsch se sintió respaldado por sus jefes, reconoce que la propia adjudicación de la autoría del edificio podría ser una señal de la división de opiniones. Pero Netsch solo hizo lo que se le pidió. De hecho, Bunshaft le dio tres semanas para que visitara las catedrales europeas a fin de empaparse de la arquitectura gótica.

A la vista está que se empapó bien: usando un tetraedro –un volumen geométrico con 4 caras– como base y repitiéndolo cien veces, Netsch realizó un espacio cubierto multiconfesional. El edifico es en extremo sencillo, un pórtico formado por cuatro tetraedros que se separan del siguiente pórtico tan solo un pie de distancia, espacio intersticial donde se colocan vidrieras para dar al espacio interior la necesaria sacralidad.

SOM ha sido uno de esos estudios que han convertido el lenguaje internacional del Movimiento Moderno en un heraldo del neoliberalismo. Es curioso que un lenguaje surgido en una escuela de corte antitotalitario y socialista, la Bauhaus, se haya visto transformado en el lenguaje de la «ciudad de los promotores» de Margaret Tatcher en Canary Wharf de Londres y del petrodinero de Burj Khalifa en Dubai. Es, por así decirlo, un estilo que ahora mismo sustituiría al clasicismo de columna dórica como símbolo del poder económico y, por ende, social. Walter Netsch fue un arquitecto que brilló con luz propia, utilizando el mismo lenguaje, pero preocupado por adquirir una escala humana cuando el proyecto así lo requiriera.