Arantxa MANTEROLA
ELECCIONES DEPARTAMENTALES

Arduas tareas para un Consejo del que la mitad se quiere desgajar

Los ganadores del centro-derecha se preparan para gobernar y los socialistas para volver a la oposición en un Consejo Departamental en el que la paridad real tendrá que hacer todavía camino. EH Bai estará presente con un consejero pero en estos comicios ha cosechado algo más que votos y son ya insoslayables en el panorama político-electoral.

Pasada la contienda electoral se abre ahora la puerta de la constitución del equipo de gobierno del Consejo Departamental. En esta fase el más atareado es, sin duda, el centrista Jean-Jacques Lasserre que, con toda probabilidad, asumirá el próximo jueves el timón de la institución como ya lo hiciera entre 2001 y 2008.

El nuevo cargo le costará seguramente el de la presidencia del Consejo de Electos de Ipar Euskal Herria a la que no podrá atender, no por incompatibilidad legal, sino más bien por compostura política. Lo que el bidaxuntarra que acaba de cumplir 68 años sí deberá hacer, a más tardar en 2017, es decidir cuál de los dos cargos –el de senador o el de presidente del Consejo de Pau– abandona, esta vez por exigencia de la ley que regula el cúmulo de mandatos.

Entre los preparativos para acometer sus funciones, los centristas definían ayer la manera de hacerlo en el seno del grupo Forces64 ya que, al parecer, los electos pertenecientes al partido UDI desean funcionar como grupo propio, seguramente para reforzar posiciones frente al otro partido del centro –MoDem– al que pertenece Lasserre.

Satisfechos se mostraban, asimismo, los consejeros electos de la UMP que han hecho frente común con los centristas de Forces64. Funcionarán con grupo propio en el Consejo Departamental en el que cuentan con diez consejeros (seis de los cuales de Ipar Euskal Herria) aunque han convenido con ellos el programa que llevarán a la práctica conjuntamente en la institución departamental.

Los socialistas se reunieron ayer por la tarde para analizar sus mediocres resultados y también para fijar el consejero que pretenderá –en vano– a la presidencia del Consejo de Pau, algo que, extrañamente, no hicieron con anterioridad y que ha repercutido en su campaña, llevada a cabo sin un líder claro. Ha sido una muestra más del escaso fuelle con el que los candidatos del PS se han presentado a estos comicios, imbuidos, como se les ha visto, del clima perdedor que desprendía el PS a nivel estatal.

Si bien es evidente que en Ipar Euskal Herria, como en el resto del Estado, el ganador ha sido el centro-derecha, estas elecciones han certificado la puesta de largo de los abertzales. En número de representantes no han avanzado puesto que tendrán, como antes, un consejero –Alain Iriart– que repite cargo en Pau. En cambio en número de votos sí han progresado en la línea ascendiente que conoce en los últimos años. Aunque en una lectura facilona se podría caer en la tentación de cuantificar los 25.332 votos recabados el pasado domingo por los candidatos de EH Bai, sería más realista mantener los pies en el suelo y reivindicar para sí los 17.779 votos del anterior, principalmente porque las circunstancias entre las dos vueltas no eran, para nada, las mismas.

En realidad, el gran avance de los abertzales de izquierda se sitúa en la oportunidad que han tenido de estar presentes en cinco cantones en la segunda vuelta y que ha demostrado que una parte de la ciudadanía, en particular la que se sitúa en la izquierda, está superando los recelos de antaño y ha dado el paso de depositar en las urnas las papeletas de EH Bai.

Los efectos de dicho paso van más allá de esos sectores que han osado, por primera vez, darles su voto. Y es que la percepción en el electorado global también cambia. Los abertzales ya no se visualizan únicamente como un colectivo de reivindicación, movilización o, incluso, de transgresión como hasta hace bien poco.

Gracias a su trabajo a nivel local, a la unión que han conseguido labrar –no sin dificultades – y a su tenacidad, no solo son una fuerza insoslayable en el panorama político-electoral sino que, además, están demostrando su potencial de convertirse en una alternativa real en buena parte del territorio.

Esa credibilidad que están ganando a pulso es el verdadero dividendo de los abertzales en estos comicios que, sin duda, les viene como anillo al dedo para reinvertirlos en su proyecto de país.

En ese horizonte, también en el tablero del Consejo Departamental, se jugará en los próximos años la partida de la institucionalización. Casi todos los consejeros vascos, sean de la tendencia que sean, se han pronunciado a favor de un reconocimiento institucional para Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa. Muchos de ellos siguen insistiendo en que la Colectividad Territorial Específica negada por París sería la mejor opción. Sin embargo, en pro del pragmatismo y ante la tozudez del Estado que no dudan en calificar como «incomprensible», todos se declaran dispuestos a recorrer el camino de la Mancomunidad única para Ipar Euskal Herria.

Son sabedores de las dificultades para organizarla de forma adecuada en cuanto a funcionamiento, representatividad, equilibrio de las zonas urbanas y rurales, competencias y recursos. También saben que una institución de ese tipo choca frontalmente con la del Departamento de la que ellos mismos son representantes.

No tardará en saberse si el compromiso declarado durante esta campaña ha sido o no una táctica electoral ya que en los próximos meses tanto ellos como los electos de las mancomunidades territoriales y los ayuntamientos estarán llamados a pronunciarse sobre dicha posibilidad. Los consejeros vascos departamentales tendrán que peleárselo también frente a sus colegas de partido.

En esa cuestión cobra especial relevancia el futuro que pueda tener dicha institución. En estas elecciones ha ocurrido algo inédito puesto que dentro de la reforma territorial que está realizando el Estado, aunque algunos capítulos –como el de la nueva distribución de los cantones o el cambio de sistema electoral– ya se han aplicado, faltaba otro esencial: el de las competencias que tendrán los Consejos Departamentales que, por el momento, parece que sobrevivirán.

La ley NOTRe que las está definiendo está acabando su trayecto parlamentario y aún no se sabe a ciencia cierta cuáles serán los ámbitos que deberán gestionar los departamentos. Esta incógnita ha pesado aún más en el desinterés de los votantes a lo que se ha añadido la preponderancia de la situación política estatal que ha empañado el carácter local de estas elecciones.

El nuevo Consejo Departamental contará con 27 consejeras mujeres y otros tantos hombres. Es una de las grandes novedades de estas elecciones cuyo reglamento modificado obliga a la paridad.

Disponer de un marco legislativo supone, ciertamente, un avance muy importante pero no por ello puede darse por hecho que existe una paridad real. De hecho, en la campaña y antes de la misma, muchas de las candidatas casi ni han aparecido en los medios de comunicación ni en los debates. Han sido sus compañeros hombres quienes han capitalizado la vertiente pública dando la impresión de que ‘ellas’ eran las suplentes, si no sus secretarias.

Y es que las leyes por sí mismas no cambian las mentalidades y las inercias que siempre encuentran subterfugios para esquivarlas. En el Consejo que acaba de renovarse había 52 electos. De ellos, solo siete eran mujeres (dos de ellas vascas).

Sin embargo, ya hace años que la ley obligaba a presentar binomios hombre-mujer, es decir si el candidato era hombre, su suplente debía ser mujer y viceversa. Por supuesto, el reglamento se cumplió; solo que la mayoría de las mujeres se presentaron en calidad de suplentes con lo que la representación femenina apenas superó el 13%.

Ahora las candidatas han sido elegidas, son oficialmente consejeras departamentales y cuentan con escaño propio hasta 2020, lo mismo que los consejeros. Pero es obvio que tendrán que pelearse para que su presencia, su trabajo y sus posicionamientos sean reales y no subordinados al compañero con el que se han presentado al dictamen de las urnas. Se necesitará voluntad y mucho empeño de todas partes, incluidos los medios de comunicación, para alcanzar la paridad real.