Koldo CAMPOS
Escritor

Elogio a la madre

No hay elogio para una madre que se tenga por mayor muestra de respeto hacia ella que ese cruel reconocimiento de que «mi madre es una mujer de su casa». Junto al cumplido tampoco falta la puntilla porque, gracias a ello, a que «mi madre es una mujer que no pisa la calle» es que el «amor» perdura… «toda la vida juntos».

Es perverso confinar a la madre a sus «oficios» pero aún es más cruel celebrarle la clausura, las mil quinientas paredes de cemento y ladrillo que apagan las voces y encierran los pasos, por donde sólo pasa el tiempo y en las que los relojes únicamente marcan la espera. Si acaso, queda la ventana del consuelo, siempre que no se abuse del derecho, y el encuentro fugaz con la vecina mientras se tienden al sol los desahogos.

Al otro lado del muro está la vida, la gente paseando por las calles, la juventud doblando las esquinas, los tragos en las mesas, la música en los bares, las monedas rodando por las manos, el corre-corre de las oficinas, la noticia caliente, la cerveza fría. Y está además la lluvia, la sorpresa, los cantos de sirena, los encuentros y las despedidas, eso que hemos dado en llamar vida y que, gracias a Dios y a nuestro cálido elogio, nunca perturba el sueño de las madres ni amenaza tampoco su virtud.

(Euskal presoak Euskal Herria)