Joseba VIVANCO

Sus diabólicas «majestades», los miles y miles de seguidoresrojiblancos

Una lágrima flirtea por la mejilla. En la pantalla gigante proyectan el emotivo y logrado vídeo del Athletic cara a la final. Imposible no sentir algo. Sangre rojiblanca por las venas. La ‘Athletic Hiria’ acaba de desperezarse tras una noche que se alargó más de lo previsto. Es la ‘zona 0’. Lugar de peregrinaje de miles y miles de seguidores del Athletic. Imposible caminar por la zona más bulliciosa de Barcelona sin sentir que la carne toma tintes de gallina. El Athletic te busca. Camisetas, banderas, pinturas de guerra… El antes lo gana de antemano esta afición. Fiel como ninguna. Creyente en los peores momentos. Uña y carne. A la tercera puede ser la vencida.

Que nos quiten lo bailado. Al que se le ocurrió tal disculpa deberían haberle dado hace tiempo el Nobel de Literatura. Porque si en algo puede rivalizar con cualquiera la afición del Athletic es en el antes. Entregada, sumisa a unos colores. No pregunta. No cuestiona. Solo sigue el rastro. Desde, incluso, la noche antes del día de la final, la ‘Athletic Hiria’ fue ya una fiesta. Nadie quería irse. Entrada la noche, se juntaron el hambre con las ganas de comer. La avanzadilla en la capital catalana junto con los miles y miles de siervos de sus ‘majestades’ AC/CD, o como dirían los de Bilbo, «Athletic Club/Campeón de Copa». Una marabunta de fieles infernales seguidores de la diabólica banda desfiló durante una hora larga en medio de la fiesta rojiblanca, sin detenerse, a lo suyo, hasta que el DJ les hizo un guiño y ‘pinchó’ una de las suyas para que la corearan al unísono. Detallazo. Porque solo hay un Athletic. Hora y media de desfile, cientos, miles, como cientos y miles conformaban ya a esas horas de la noche del viernes los seguidores del equipo bilbaíno que alargaron la fiesta hasta entrada la madrugada. Sobre las dos, echaron la persiana en las txoznas y sonó la última balada. Había que echarles. Solos… ni con agua hirviendo.

Hasta el día siguiente. El sábado. El día señalado. A primera hora, primerísima hora, decenas de autobuses arribaron a la Ciudad Condal, la mayoría de ellos en las cercanías del Camp Nou. Soleada. Inmejorable bienvenida. «¿La playa queda lejos?», pregunta una recién descendida enfundada de rojiblanca. Del mismo Bilbao, vamos. Lejos no, lo siguiente. La ‘Athletic Hiria’, a esa hora, se apresta para recibir a decenas de miles de fieles de San Mamés. Cerraron sobre las dos de la madrugada, a la misma hora que el metro barcelonés. Un hervidero nocturno de camisas rojiblancas y negras de sus ‘majestades’. Abrían casi para el desayuno. Cañas y kalimotxos a 2,5, katxis a 7 euros. La bebida está servida. Y las imágenes. La ‘fan zone’ rojiblanca es la Meca bilbaína. «Que echen el candado a Bilbao, que están todos aquí», lo reflejaba un taxista. Encantados en la Ciudad Condal. Vascos, sobradamente generosos.

Peregrinan sin cuestionarse a dónde ni porqué. Allí, a las faldas de la fuente de Montjuic, les espera su ‘pequeña Bilbao’, en rojo y blanco. Como miembros de una secta se encaminan durante toda la mañana hacia su particular oráculo. Y la plaza de España, las calles, las bocas de metro, se llenan y llenan de seguidores rojiblancos. Se sienten ganadores. Suya es la victoria de la calle. «Uno del Barça, hemos visto uno del Barça…» cantan cada vez que detectan un rival. Los culés, a lo suyo, apenas sí se dejan ver en el Metro dirección a su ‘fan zone’, después de la hora de la siesta. A cada hora, más aficionados. Solo hay un Athletic. No pierden canción, aunque no se la sepan. Y llegan y llegan… Y beben y beben.

Los culés, tras la siesta

Es la hora de comer. Y para un vasco es sagrado. Aunque sea frugal. A la sombra, los de Kortezubi, con ‘Marco’ a la cabeza, despliegan sus mejores productos de la ‘huerta’. Una gran mariscada en toda regla. Que se note de dónde son. El tren chu-chú rojiblanco acapara más fotos que la Sagrada Familia. Hay tiempo para todo. Turismo, gastronomía… Mientras en Donostia dicen que vuelven los toros, en Barcelona el coso es hoy un centro comercial… atestado de hambrientos athleticzales. Si hay que comer se come. Y de paso se canta. A los pies de la ‘Athletic Hiria’ la fiesta va por barrios. Un poco de música, alguien que se erija en altavoz, y la fiesta está montada.

La ‘pequeña Bilbao’, sentimientos liberados, el partido de nuestras vidas, otra vez, cada final, cada cita con la historia. Así es el Athletic, así es su afición. Única. Creyente. Hasta el infinito. Y más allá. Y de ahí, al campo, la mayoría. Kalejira. Por la mañana hubo zanpatzar, harrijasotzaileak... De ahí al campo. Donde sí, ya, después de la siesta, aparecían las camisetas blaugranas, y su himno. Nervios. Nunca he visto una afición que meta goles, decía un viejo entrenador. Unos 40.000 en el Camp Nou, otros cuantos mil fuera, en la ‘Pequeña Bilbao’. AC/DC, ¿Athletic Club Campeón de Copa...?