Iñaki IRIONDO
TRAS LAS ELECCIONES MUNICIPALES Y FORALES

El PNV apuesta por ser necesario para un gobierno de Pedro Sánchez

El pacto del PNV con el PSE para gobernar las instituciones vascas tiene carácter estratégico para el tándem Urkullu-Ortuzar y la siguiente apuesta, pregonada también al unísono, es la de ser necesarios para un futuro gobierno de Pedro Sánchez, que dicen planteará un cambio de la Constitución.

El 10 de setiembre de 2013 este diario abría su primera página con el titular: «PNV y PSE retoman su colaboración de gobierno con un pacto que va lejos», y aclaraba en el subtítulo que «afecta a pilares de la política institucional, se prolonga hasta 2016 y su plasmación atañe al Ejecutivo de Lakua, diputaciones y municipios». Aquella noticia se ve hoy corroborada por el pacto entre ambos partidos extendido a las diputaciones forales y a los municipios, con la excepción de Gasteiz, donde concurren circunstancias extraordinarias.

No hacía falta tener una bola de cristal para llegar a esa conclusión. Se adivinaba en el texto del pacto alcanzado por los dos partidos pero, sobre todo, en la necesidad de un PSE que perdía presencia electoral y poder institucional cada vez que pasaba por las urnas, y en el deseo del lehendakari, Iñigo Urkullu, de retomar los «buenos tiempos» de la transversalidad, entendida como la entendía José Antonio Ardanza. Urkullu, siendo presidente del EBB, ya había dejado testimonio de lo poco que le habían gustado el Pacto de Lizarra-Garazi y las iniciativas de Juan José Ibarretxe en sus últimos años de mandato.

Por eso, siendo ya lehendakari, acogió el 16 de setiembre de 2013 en la sede presidencial la formalización del pacto alcanzado unos días antes por PNV y PSE. Firmaron Andoni Ortuzar por una parte y Patxi López por otra, e Iñigo Urkullu suscribió los compromisos que eran competencia del Gobierno de Lakua.

En los discursos posteriores, hizo una división histórica de los últimos años en bloques de tres lustros. De mediados de los 80 a finales de los 90, coincidiendo con el mandato de José Antonio Ardanza, se «tejieron complicidades para construir Euskadi desde la democracia y con valores compartidos». Fueron «quince años de determinados entendimientos y acuerdos, de compromiso con un proyecto compartido». Luego vinieron –según Urkullu– otros quince años en los que primaron «más el enfrentamiento y la confrontación, la política de bloques y división, que el diálogo y el debate en la búsqueda de consensos solidos». Son los años de los gobiernos de Juan José Ibarretxe primero y de Patxi López después. Y, por fin, con el pacto entonces rubricado por PNV y PSE se abría «un nuevo tiempo de tejer complicidades de una Euskadi que quiere crecer desde la pluralidad, el trabajo común y el acuerdo. Este acuerdo –dijo– abre un nuevo periodo de posibilidad de encuentro y concertación. El país lo necesita y nos lo reclama. Lo necesitan el país y la política».

Y ese acuerdo mayor anhelado por Iñigo Urkullu es el que va a gobernar ahora en las tres diputaciones forales y muchos municipios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Se ha cerrado sin oposición conocida entre las bases jeltzales –salvo la excepción local de Andoain–, que solo han visto la acumulación de poder en sus siglas, pero ha tenido alguna mayor contestación interna en el PSE de sectores que no ven qué pueden ganar entrando en minoría en gobiernos dominados por el PNV que, además, pese a haber perdido 25.000 votos desde las autonómicas de 2012, da la imagen de estar en la cresta de la ola y dispuesto a comerse el mundo.

El EBB se está mostrando generoso en el reparto de cargos con el PSE, sabedor de que lo que la dirección de este partido está buscando, precisamente, es tener «presencia institucional», como recientemente confesaba en privado uno de sus dirigentes. El PNV no quiere que el partido de Idoia Mendia siga cayendo electoralmente en la CAV. Lo pretende como socio para las grandes cuestiones, como la Ponencia de Nuevo Estatus y también –aquí más como contrapeso– en la de Paz y Convivencia.

Hay que leer el mapa salido de las elecciones municipales y forales y ver que el PNV, que no tiene ningún interés en buscar acuerdos con EH Bildu, precisa del PSE para que, la fuerte caída del PP, no alumbre un importante bloque de izquierda en el próximo Parlamento autonómico, que pueda poner en peligro el status quo en el que cómodamente está instalado Sabin Etxea.

En este contexto, la Ponencia de Nuevo Estatus se enredará después del verano en pronunciamientos de parte, que difícilmente llegarán a nada antes de las próximas elecciones autonómicas, en cuya campaña los jeltzales volverán a enarbolar la bandera de un salto adelante.

El PNV tiene ahora la mirada puesta en las próximas elecciones a Cortes españolas y parece jugárselo «todo o nada» a que el PP no pueda formar Gobierno y sea Pedro Sánchez quien llegue a la Moncloa. Una apuesta arriesgada, sin duda. Pero, en todo caso, lo cierto es que muchos de los puentes con el PP ya están rotos en este momento y que peor no le va a ir al Ejecutivo de Urkullu si Mariano Rajoy vuelve a ser reelegido, esta vez sin mayoría absoluta y en una situación de mayor dependencia de otras fuerzas.

Ni el lehendakari ni el presidente del EBB han ocultado sus cartas. Iñigo Urkullu se felicitó la semana pasada de los acuerdos locales entre PNV y PSE y mostró su deseo de que la colaboración fuera a más, poniendo sobre la mesa que si el PSOE plantea «un cambio de la Constitución», «puede que necesite algunos compañeros de viaje».

Andoni Ortuzar eligió las páginas de “El País” para, después de haber asistido en San Mamés a uno de los actos de “Gure Esku Dago”, explicar que «estoy a favor del derecho a decidir pactado, no impuesto». Allí dejó el señuelo de que si el pacto con el PSE progresa adecuadamente «podría extenderse a la próxima legislatura española». Y ahí, como Urkullu, apuntalaba la idea de que el PNV quizá no sea necesario para aprobar unos presupuestos en el Congreso, «pero sí para una reforma de calado en el Estado». Para eso se ven «insustituibles».

Y mientras llegan los grandes logros, ambos siguen a lo práctico: José Luis Bilbao, a presidir el TVCP y cargos del PSE, a donde les dejen.