Unai Urruzuno y Dani Maeztu
Parlamentarios de EH Bildu
GAURKOA

Insumiso a lo propio, obediente a lo ajeno

Nuestra ideología y práctica política no están dedicadas a contentar a los que mandan». Esa frase fue formulada hace algo más de un año por nuestro compañero Oskar Matute en la tribuna del Parlamento de Gasteiz. Matute, añadía, dirigiéndose a la bancada del Partido Nacionalista Vasco, que Urkullu actuaba de forma condescendiente con los ajenos y extranjeros, y «soberbio con los hermanos del pueblo», haciendo alusión a una de las estrofas de la Maldición de Malinche (personaje de la cultura mexicana). Esta canción narra la llegada de Hernán Cortés a América, y explica, alegóricamente, la actitud que tomó Malinche, renunciando a la herencia propia y aceptando con los ojos cerrados todo aquello que vino de fuera.

Volvemos a traer a colación aquellas frases, ahora, en esta recta final del 2015, durante el proceso de debate de los Presupuestos del Gobierno Vasco para el último ejercicio de esta legislatura. Sin perdernos en profundos análisis macro y microeconómicos, podríamos decir que el Gabinete dirigido por Urkullu sigue sin moverse un ápice de aquella postura que denunciábamos hace un año, y de hecho, ha reforzado durante toda su legislatura: acepta con los ojos cerrados todo lo que viene de fuera; contenta a quienes mandan, ajeno a lo que sucede en este pueblo; y se muestra insumiso ante su ciudadanía, renunciando a cumplir lo que le reclama.

Esas son las dos caras de la moneda. ¿A quién deben obedecer estos presupuestos? Urkullu tiene dos opciones nítidas sobre la mesa: por un lado, el de obedecer ciegamente las políticas de austeridad y subordinarse a los dictados del Gobierno español, a la eterna espera de un acuerdo ficticio. Y por otro lado, el de respetar y cumplir lo aprobado en el Parlamento de Gasteiz, que a la sazón significa avanzar en garantizar los servicios esenciales y trabajar por la reactivación económica y la creación de empleo de calidad. Esta última opción es la que nos ha tenido ocupados a los y las parlamentarias de EH Bildu durante estos últimos meses; y de hecho, nos congratulamos de haber logrado aprobar numerosas iniciativas en este sentido, gracias a la mayoría lograda con los votos del PSE. Así, hemos presentado proposiciones no de ley y mociones, con el objetivo de forzar con nuestra influencia política a que el Partido Nacionalista Vasco deje de obedecer a intereses ajenos a la mayoría de este pueblo.

Sin embargo, en un momento en el que el liderazgo y el impulso público son decisivos, el Gobierno Vasco ha vuelto a apostar por la primera opción en la elaboración de los presupuestos: obedecer a Madrid y a los poderes económicos y sacralizar el pago de la deuda y el cumplimiento de los límites de déficit, consolidando los recortes en todas las áreas de actuación. Y decimos que es obsesivamente obediente en el cumplimiento de estos conceptos, porque la deuda de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa es de solo un 25%, es decir, muy por debajo de la media europea que ronda el 100%; muy por debajo, también, de la deuda de los estados español y francés que, por cierto, incumplen sistemáticamente el límite de déficit. Urkullu es, pues, más obediente en la aplicación de estos principios que aquellos que diseñaron las políticas austericidas, políticas que ni ellos mismos aplican porque son conscientes de que van contra las necesidades sociales su ciudadanía.

Y para materializar todo ello, al PNV le ha salido un acólito, un compinche ávido de foco mediático, más preocupado por conseguir notoriedad que por hacer política acorde con su supuesta ideología. El PSE miente si se siente satisfecho o cómodo con la cesión de sus votos, porque solo ha conseguido mover partidas económicas que suponen un ridículo 0,32% del total del presupuesto; y si no miente, traiciona a sus principios ideológicos, porque con sus votos, legitima la apuesta neoliberal y austericida de un gobierno de derechas en lo que respecta a lo económico. Realmente, el PSE es la imagen personificada de Malinche elevada al cuadrado, porque son ellos los que inflan la burbuja parlamentaria, trabajan, supuestamente, por los derechos sociales de la ciudadanía vasca, pero después, dan la espalda a esos acuerdos parlamentarios y ceden sus votos por algo que todavía no hemos conseguido descubrir. De hecho, todavía nos preguntamos qué es lo que tanto merece como para ser capaces de actuar contra su propia actividad parlamentaria. Sin embargo, las enmiendas parciales nos pueden dar una pista de cuál ha sido su prioridad en esta negociación. ¿La sanidad? ¿La educación? ¿Los servicios sociales? Nada de eso. La mitad de las migajas arrancadas al presupuesto de Urkullu se destinarán a localidades donde gobiernan los socialistas o tienen implantación. O sea, puro clientelismo, unas cuantas poltronas y unas cuantas rotondas en aquellos pueblos donde gobierna, aumentando así el pesebrismo. ¿Era esto la nueva política? Y el PNV, cómodo, se frota las manos en un ejercicio de cinismo político, siendo consciente de que la estampa es vergonzosa desde una perspectiva de ética política.

Cual Malinches en plena conquista americana, PNV y PSE habrán ayudado, sí, a fortalecer la estabilidad de la minoría de este país que sigue enriqueciéndose en una coyuntura de crisis. Los grandes patrimonios siguen medrando, la fiscalidad sigue sin tocarse, las políticas sociales languidecen, el empleo público sigue deteriorándose… esa es la estabilidad donde algunos y algunas se sienten cómodos. Llaman estabilidad a la destrucción de 7.000 empresas y el 30% del tejido los últimos años, a perder el 22% de la partida de I+D los últimos cinco años, a tener un Lanbide inoperante, a precarizar el mercado laboral vasco. Se sienten cómodos en esa estabilidad que propicia que 435.000 personas, el 20% de la población, esté en riesgo de exclusión. Y mientras tanto, la única apuesta firme y constante sigue siendo el buque insignia de este y anteriores gobiernos: el TAV, un tren demodé, que no va a ninguna parte, cuyas obras se desarrollan en condiciones lamentables, y que se lleva nada más y nada menos que el 71% de las inversiones totales de Lakua.

Está claro: el Gobierno Vasco es rehén de esa estabilidad que proclama Urkullu, de su sumisión a un Estado en bancarrota y en plena ofensiva centralista, que basa su modelo de salida de la crisis en la devaluación interna, en la precarización laboral y en el abandono de la economía productiva.

Por ello, consideramos que es una legislatura perdida, porque con cada presupuesto presentado y aprobado por el Gobierno de Urkullu durante estos años, avanzan los de siempre: avanzan quienes, en opinión de las personas soberanistas de izquierdas, no deben avanzar, porque lo hacen aprovechándose de la crisis y a costa de lesionar los derechos sociales de la mayoría. Y en cambio, retroceden quienes más necesitan de una política y un liderazgo público firme y valiente. Nosotros y nosotras abogamos por adaptar nuestro tejido social y económico hacia un modelo diferente; un modelo de transición, que respete y promueva los derechos sociales, laborales y medioambientales en este mundo globalizado. Urge cambiar este modelo presupuestario, desarrollando nuestra propia vía, que establezca los márgenes necesarios para poder desarrollar políticas públicas con mayúsculas.