Alberto PRADILLA

EL APOYO A LOS PRESOS LLEGA HASTA QUIENES GUARDAN LAS LLAVES

LA REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LOS PRESOS VASCOS LLEGÓ AYER HASTA LOS LUGARES DONDE SE GUARDAN LAS LLAVES DE LAS PRISIONES. EN UNA PROTESTA DE ERNAI Y AITZINA, OCHO JÓVENES SE ENCADENARON EN INSTITUCIONES PENITENCIARIAS, EN MADRID, MIENTRAS QUE OTROS SEIS HICIERON LO PROPIO EN EL PALACIO DE JUSTICIA DE PARÍS.

Apenas habían trascurrido cinco minutos de las once de la mañana cuando, en un visto y no visto, ocho jóvenes se encadenaban en la fachada de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias de Madrid. Casi simultáneamente, en París, otros seis hacían lo propio en el Palacio de Justicia. Se trataba de una protesta desarrollada por las organizaciones juveniles independentistas Ernai y Aitzina. Buscaban mostrar su apoyo al Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), denunciar las políticas de excepción como el aislamiento, la dispersión y el mantenimiento en prisión de los represaliados enfermos, así como reclamar un escenario de «paz, libertad y democracia». En ambos casos, los jóvenes llevaron sus demandas ante dos instituciones que representan, precisamente, a aquellos que tienen en sus manos las llaves de las prisiones. Los mismos que podrían dejar atrás las medidas de venganza. En la capital del Estado español los jóvenes activistas recuperaron la libertad tras ser identificados sin siquiera pasar por comisaría. No ocurrió lo mismo en el Estado francés, donde fueron arrestadas siete personas que al cierre de la edición seguían detenidas. Hoy a las 12.00 está convocada una rueda de prensa masiva en Usurbil para mostrar la adhesión juvenil a las dinámicas de apoyo a los prisioneros.

En Madrid, la acción pilló de imprevisto a los policías que custodian Instituciones Penitenciarias. Ubicada entre los números 38 y 40 de la calle Alcalá, la sede, dependiente del Ministerio del Interior, está en pleno centro de Madrid. A un lado, la puerta de Alcalá. A otro, Sol. Y muy cerca, el Congreso de los Diputados. A pesar de que la capital del Estado, como muchas de las principales ciudades europeas, se encuentra en alerta y sus calles más llenas de agentes que nunca, los ocho jóvenes lograron encadenarse sin problemas. Las consignas por los derechos de los presos y los cánticos, como el «kalera, kalera», habían pillado a los uniformados en fuera de juego y estos se miraban unos a otros a la espera de que algún superior decidiese qué hacer. Los jóvenes, por su parte, exhibían camisetas azules con lemas a favor de los represaliados y se acomodaban a ambos lados del acceso a la sede. Había tiempo por delante.

«Contra la voluntad de la sociedad vasca, los estados tratan de impedir la resolución del conflicto», explicaba Mikel Urdangarin, portavoz de Ernai, nada más comenzar la protesta. Según remarcó, el objetivo de Madrid y París es, por un lado, «imponer un relato de vencedores y vencidos» y, por otro, «evitar un escenario democrático».

Gran despliegue en Alcalá

Frente a Instituciones Penitenciarias, la protesta se desarrolló sin contratiempos. Los policías, tranquilos, se limitaban a vigilar desde la acera a los jóvenes. Los transeúntes miraban con curiosidad y hasta un grupo de turistas se hizo una fotografía junto a los encadenados. Algunos paseantes vascos (y catalanes) que se encontraban con la acción, aprovechaban para expresar su solidaridad. Desde el otro lado, y al contrario de lo que pudiera parecer, apenas se levantó la voz. Una mujer entrada en años lanzó un exabrupto y proclamó, mientras cruzaba el paso de cebra, que los presos «sigan en la cárcel» y otro señor escupió cerca de los jóvenes. En realidad, todo se desarrolló con una gran tranquilidad, hasta el punto de que un periodista preguntó al policía que identificaba a los informadores si «la cosa iba a ir para largo». Había que entrar en el informativo y no estaba claro el plan de los uniformados.

Finalmente, la protesta se alargó durante cuatro horas. Las tres primeras, sin sobresaltos. Alrededor de las 14.00, sin embargo, un impresionante despliegue tomó la calle Alcalá. Una decena de furgonetas de la Policía española (acompañada de coches del Samur y vehículos camuflados) rodeó a los jóvenes, impidiendo que las cámaras les grabasen, mientras que los pocos informadores que permanecían en el lugar fueron invitados a alejarse. La Ley de Seguridad Ciudadana se ha convertido en la amenaza preventiva perfecta. «No graben las caras». «No graben lugares». Fue entonces cuando comenzó el proceso de desencadenar a los ocho activistas. Según relatarían ellos mismos, se produjo de modo pacífico y sin que los agentes abandonasen el trato correcto.

Al borde de las 15.00, los ocho jóvenes habían sido liberados. Los policías tuvieron que utilizar una radial para cortar la cadena que se habían colocado al cuello. Tras identificarles y cachearles, quedaban en libertad, a la espera, previsiblemente, de una sanción administrativa. Mientras abandonaban el lugar, la calle intentaba volver a la normalidad, después de que el espectacular dispositivo hubiese mantenido la vía cortada durante una hora.

El portavoz arrestado

No ocurrió lo mismo en el caso de los seis jóvenes de Aitzina encadenados en el Palacio de Justicia de París. La acción se desarrolló también a las 11.00. Al contrario de lo que ocurrió en Madrid, el portavoz de la organización juvenil abertzale, Aitor Servier, no pudo atender a los medios ya que fue el primero en ser arrestado. Al mismo tiempo, los gendarmes se hacían con las banderolas que exigían la repatriación de los presos.

«Seguiremos luchando por los derechos de los presos y para conseguir un proceso de paz integral», aseguraba Koldo Etxegarai, miembro de Aitzina, citado por la agencia Efe. Sus seis compañeros encadenados seguían detenidos y, al cierre de esta edición, no habían recuperado la libertad.

Como resumía Mikel Urdangarin, de Ernai, el objetivo era hacer un llamamiento para «tomar las calles» y que «más pronto que tarde, los presos regresen a casa». La reivindicación por los derechos de los represaliados regresa con fuerza a la agenda pública vasca.