Pablo RUIZ DE ARETXABALETA

LOS KURDOS, ACTOR INELUDIBLE EN SIRIA ENTRE ALIANZAS INESTABLES

La ofensiva de las Fuerzas Democráticas Sirias contra el feudo del ISIS en Raqa ha confirmado a los kurdos como un actor imprescindible en el conflicto sirio. Las alianzas que han ido forjando en la guerra siria suponen a la vez un riesgo y una oportunidad.

Los seis años de guerra siria han ido enmarañando la madeja de intereses y alianzas de los distintos actores del conflicto. Quienes antes eran aliados –como salafistas y yihadistas en Idleb y Gutha Oriental– hoy combaten entre sí; y antiguos enemigos –como Rusia y Turquía– van tejiendo acuerdos más o menos explícitos. En este enrevesado escenario, los apoyos con los que vienen contando las fuerzas kurdas pueden tornarse en el riesgo de verse abandonados por intereses geoestratégicos de las potencias implicadas, pero también en una oportunidad de la que surgir como un «kingmaker».

El dicho de que «los únicos amigos de los kurdos son las montañas» que históricamente ha empleado este pueblo, hace que las fuerzas kurdas se muevan entre distintas alianzas –la guerra se ha desarrollado con un pacto tácito de no agresión con el Ejército sirio; combaten apoyadas por Estados Unidos en Raqa y cuentan con el respaldo de Rusia–, en función de sus propios intereses. Pero estos socios ocasionales también se mueven en función de su propia agenda. No es algo nuevo para los kurdos, divididos en cuatro Estados (Turquía, Siria, Irak e Irán), a menudo enfrentados entre sí.

Y en este juego cambiante y pese a su papel determinante en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS) y en la guerra siria, la ONU –accediendo a la presión de Turquía– los ha excluido de las conversaciones de paz que se desarrollan en Ginebra. «No se les ha dado una representación equitativa en las conversaciones», lamentó el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Gennady Gatilov. El lamento ruso no fue mucho más allá, a pesar de las declaraciones previas del ministro, Sergei Lavrov, que sostenía que sin los kurdos «será imposible» que la conferencia de Ginebra tenga éxito, en referencia al Partido de Unidad Democrática (PYD) y a responsables de la administración autónoma en el norte de Siria.

La ausencia del PYD es significativa dado que su brazo armado, las milicias kurdas de las Unidades de Protección Popular (YPG), han supuesto la fuerza más eficaz sobre el terreno a la hora de luchar contra el ISIS y son en las que se basa Estados Unidos en su intervención.

Desde que a comienzos de 2015 consiguieron expulsar al ISIS de la localidad de Kobane, con apoyo de la aviación estadounidense, las YPG han ido avanzando y extendiendo la experiencia de la autonomía democrática por Rojava (Kurdistán sirio compuesto por los cantones de Kobane, Efrin y Jazira). A su vez, EEUU ha aprovechado esta expansión en el norte de Siria para utilizar a los kurdos como fuerza sobre el terreno contra el ISIS.

La actual ofensiva sobre Raqa, donde las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) lideradas por las milicias kurdas han completado el cerco sobre este feudo yihadista, deberá aclarar hasta dónde llegan las alianzas de los kurdos y las opciones de EEUU y Rusia.

Trump mantiene el apoyo a las FDS

Al igual que en Kobane, EEUU apoya a las FDS en Raqa con bombardeos aéreos, pero bajo las constantes críticas de su aliado estratégico turco, que hostiga a las milicias kurdo-árabes y espera su oportunidad para acabar con la experiencia de autogobierno kurdo en el norte de Siria. La Administración de Donald Trump, de momento, ha continuado la postura de la Administración de Barack Obama, con el apoyo a la alianza kurdo&bs;-árabe de las FDS, a la vez que intenta tranquilizar a Ankara, que asiste con creciente hostilidad al protagonismo de un grupo que considera una extensión del PKK.

«Seguimos apoyándonos en Turquía y en las FDS para ayudarnos en nuestra lucha contra el ISIS. Turquía tiene un papel de gran importancia a lo largo de la frontera, pero también las FDS son un buen socio», señalaba el pasado agosto el general Joseph Votel, que dirige el Comando Central de EEUU para Oriente Medio. Votel ha visitado en varias ocasiones a las fuerzas kurdas para preparar y apoyar la ofensiva sobre Raqa, en la que EEUU cuenta con unos 500 miembros de las fuerzas especiales de apoyo táctico y de inteligencia. Washington ha entregado además importante material militar a las FDS, incluidas armas pesadas y vehículos blindados, claves en la ofensiva final sobre Raqa. El Pentágono asegura que seguirá manteniendo a las fuerzas kurdas en su combate por el ISIS, pero está por ver qué ocurrirá si se enfrentan a las fuerzas turcas, como parece vislumbrarse por los movimientos más recientes.

Turquía interviene contra los kurdos

Por su parte, Turquía vio frenada su intervención contra los kurdos bajo la operación «Escudo del Éufrates» con la que, a la vez que desalojaba al ISIS, intentaba impedir que unieran los cantones que administran de forma autónoma. Antes de la ofensiva de Kobane, Turquía se negaba a combatir a los yihadistas que habían llegado hasta su frontera e insistía en que su prioridad era acabar con el presidente sirio, Bashar al-Assad. Solo cuando el avance kurdo se consolidó, lanzó su incursión y el apoyo a rebeldes sirios aliados, lo que evitó que las YPG se expandieran en la zona de Al-Bab, a la vez que exigía un límite para los kurdos en la ciudad de Minbej, cerca del Éufrates.

Washington aceptó. Dejaba ver que la amistad con Ankara, relevante miembro de la OTAN, sigue pesando más que la ocasional alianza con los kurdos y permitió que Turquía bombardeara para impedir que las milicias kurdas se acercaran hacia Al-Bab. Crearon así una zona-tapón que impide la continuidad del territorio controlado por los kurdos y donde Turquía ha construido una «cabeza de puente» para futuras acciones.

Ankara y sus aliados intentaron luego avanzar hacia Raqa, al este. Un día sí y otro también insistió ante EEUU en tomar parte directa en la operación y en excluir a grupos kurdos. En febrero presentó a Washington dos planes de batalla que excluían a las milicias kurdas. El primer ministro turco, Binali Yildrim, advirtió a Washington de que, si elegía la opción de apoyarse en los kurdos, «supondría un serio problema en nuestras relaciones con Estados Unidos». Pero las YPG también avisaron de que «si Ankara ataca Minbej, dejaremos Raqa e iremos a Minbej». Además, en esta carrera bélica también participa el Ejército sirio, que cortó el avance turco y llegó a protagonizar enfrentamientos esporádicos con las FDS.

Los expansión kurda en Rojava y hacia Raqa en los combates contra el ISIS ha creado un poder propio con territorio, fuerza militar y respaldo exterior. Además, puso bajo control de las FDS la ciudad de Al Taqba y su estratégica presa, la mayor de Siria, que da a la fuerza kurdo-árabe el dominio de un recurso clave en el futuro del país.

Pero Ankara no ha dejado de lado sus planes contra los kurdos y ahora el cantón de Afrín, al este de las posiciones que ocupan los rebeldes sirios apoyados por fuerzas turcas, puede convertirse en un nuevo frente.

Turquía ha bombardeado esta zona y las FDS señalan que ha desplegado tropas adicionales preparando una invasión. Advierten de que existe una gran posibilidad de «una confrontación abierta y feroz» y temen que recientes conversaciones de Erdogan con Putin y Trump hayan dado vía libre a los ataques.

El ambiguo juego de Moscú

Precisamente, en el cantón de Afrín juega su papel otro de los actores claves en el conflicto. Rusia, aliado del Gobierno sirio, cuenta allí con una base militar. Moscú niega que entrene a los combatientes kurdo-sirios y asegura que su principal misión es evitar fricciones entre las YPG y las fuerzas de Turquía. Tras los desmentidos rumores de que habían abandonado la base, su postura si Ankara interviene puede ser clave en esa región.

En un principio, el apoyo ruso al Gobierno sirio llevó a Ankara a una grave crisis diplomática con Moscú, que alcanzó su máximo nivel con el derribo, en noviembre de 2015, de un avión ruso junto a la frontera turca. Poco después, en febrero de 2016, las autoridades kurdas de Siria abrían en Moscú una delegación política, una iniciativa con la que Rusia provocaba y advertía al Gobierno de Ankara, más preocupado por el protagonismo kurdo que por la expansión del ISIS. Pero Rusia y Turquía comparten fuertes intereses y de la enemistad pasaron a una pragmática alianza que deja en el aire cuál será la postura de Moscú con los kurdos.

Rusia, Turquía e Irán han logrado un mínimo acuerdo que ha impulsado un alto el fuego y marcan ahora la agenda en el conflicto sirio desde el foro de Astaná, frente a las bloqueadas negociaciones de Ginebra.

Probablemente, parte de este acuerdo fue también la ofensiva sirio-rusa en Alepo contra el feudo que mantenían los rebeldes en el este de la ciudad y en el que, según el analista del International Crisis Group, Noah Bonsey, Ankara «pudo haber dado pasos para mejorar las defensas rebeldes que no dio». Bonsey relaciona esta reticencia a implicarse más con la colaboración rusa, que, por su parte, incluso frenó el avance del Ejército sirio desde el sur sobre Al-Bab para dejarla en manos turcas. Es decir, un intercambio de Alepo por Al-Bab y una zona bajo control turco en el norte de Siria.

Así, al igual que EEUU, Moscú puede servir tanto de apoyo como de freno para los kurdos. De hecho, el próximo paso podría ser, temen los kurdos, un acuerdo similar al de Alepo, por el que Rusia dejaría a Turquía la zona de Afrín a cambio de la provincia de Idleb, donde actualmente se concentran los grupos rebeldes sirios, salafistas y yihadistas.

Estos movimientos se encuentran detrás de las negociaciones sobre las «zonas de distensión» que se llevan a cabo en Astaná y de las que, al igual que en Ginebra, los kurdos están ausentes. Y pueden ser, además, el avance de una eventual partición de Siria en zonas de influencia de las potencias –globales y regionales– implicadas.

Internamente, las FDS lidian además con la gestión de los terrenos conquistados al ISIS. Más allá de los cantones históricos kurdos, el territorio del norte de Siria está poblado por comunidades kurdas, árabes o turcomanas. Al igual que en Minbej, una ciudad donde conviven poblaciones kurda, árabe, circasiana, turcomana y asiria, las FDS han creado un consejo local para gobernar Raqa tras la expulsión del ISIS, lo que pondrá a prueba el modelo inclusivo de autonomía democrática con una población heterogénea y entre las tensiones de una guerra.