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BRUSELAS
BREXIT: TÉRMINOS DE UN DIVORCIO

La negociación del Brexit entra en su fase clave tras las bromas y formalismos

Tras meses de vacilaciones y de «negociaciones sobre la negociación», las conversaciones para fijar los términos del Brexit entran en una fase clave. Atrás quedan los exabruptos y acusaciones. Ambas delegaciones entran en materia e hincarán el diente a los grandes bloques de acuerdo: derechos ciudadanos, factura del divorcio y frontera irlandesa.

Los 27 miembros de la Unión Europea y Gran Bretaña comenzaron ayer, tras dejar atrás las discusiones de procedimiento y la fase de «las negociaciones sobre la negociación», una segunda ronda de conversaciones que debe abordar la sustancia del acuerdo de divorcio y desatascar los tres nudos principales. A saber, los derechos de ciudadanía, la factura a pagar y el dinero a liquidar tras la separación y la espinosa cuestión de la frontera irlandesa.

Tanto el negociador jefe europea para el Brexit, Michel Barnier, como su homólogo británico, David Davis, señalaron que esta vez sí se trata de una «verdadera entrada en materia» y que iban a trabajar en serio para que finalicen con éxito. Los dos equipos negociadores discutirán en grupos de trabajo hasta el jueves, día en el que tendrá lugar una sesión plenaria y una rueda de prensa para informar sobre los avances.

«¡Iros a tomar viento fresco!»

Esta nueva ronda venía precedida por unas declaraciones altisonantes del ministro británico de Exteriores, el euroescéptico Boris Johnson, en las que dijo a los europeos que pueden irse «a tomar viento fresco» si creen que «van a extorsionarnos» con la factura del divorcio del Brexit, que desde Bruselas se cifra en unos 100.000 millones de euros. Philip Hammond, ministro británico de Finanzas, consideró esa cifra «ridícula y disparatada». La respuesta europea, también en tono jocoso, decía que ellos no oyen silbidos sino «el tic-tac de un reloj que corre contra Londres» y que este proceso debe terminarse sin posibilidad de retraso en 15 meses.

La posición negociadora de Bruselas parece sólida y es repetida de manera insistente a Londres: no habrá acuerdo de comercio entre la UE y Gran Bretaña hasta que todo se acuerde, hasta que no se suelten los nudos y haya respuestas positivas en los derechos de los ciudadanos, el pago del divorcio y la cuestión fronteriza irlandesa.

Aunque la representación europea no espera ningún acuerdo en ninguna de los temas para esta semana, o incluso durante el verano, progresar es necesario porque el próximo mes de octubre se anuncia una cumbre europea en la que los 27 líderes decidirán si hay «suficiente progreso» para dar o no luz verde a las conversaciones sobre el comercio bilateral, las tarifas y aduanas, algo que preocupa especialmente a los británicos.

Otra atmósfera

Existe la sensación de que el reconocimiento británico de que tienen obligaciones respecto a la UE que van más allá de su salida del club y que necesitan una solución y la revisión de su propuesta inicial de conceder un «estatus de residente» de un tercer país a los cerca de 2,5 millones de europeos que viven en su territorio, muy por debajo de las expectativas y con un veto anunciado por los grupos parlamentarios en Bruselas, ha cambiado el ambiente y se respira un aire más positivo.

Tras las vacilaciones y los problemas internos, los británicos, ahora sí, parecen ir en serio.

«Caminamos como un sonámbulo hacia la inseguridad alimentaria»

Un informe elaborado por académicos en política alimentaria de tres universidades británicas hecho público el mismo día en que los negociadores jefes se veían las caras en Bruselas caía como una bomba. En él se alertaba que sin tomar medidas al respecto, el futuro alimentario de la Gran Bretaña post-Brexit estará marcado por la incertidumbre, la inseguridad y una cadena de suministro cada vez más cara.

El informe critica con dureza el hecho de que a 20 meses vista para la salida británica de la UE, haya habido una «irresponsable» ausencia de acción política en áreas como el de la alimentación y la agricultura. Así mismo, remarca que el país importa el 80% de sus verduras y hortalizas y casi un 50% de la fruta que consume, y que tras el Brexit los estándares de seguridad alimentaria, que hasta ahora eran los mismos que imperan en la UE, podrían ser socavados y generalizarse unos suministros menguantes y precios erráticos.

Advierte también de las repercusiones que tendría sobre la gente más pobre una caída de la libra esterlina junto con nuevas tarifas aduaneras que aumentarían significativamente los precios. Por último, alerta sobre las consecuencias que la pérdida de los subsidios europeos a la agricultura británica. Aunque el Gobierno tory dice que se mantendrán hasta 2022, el silencio al respecto les resulta atronador y dicen que anuncia un mercado británico de la agricultura «muy volátil a nivel de suministros y precios».GARA