Ingo Niebel
CONGRESO SOCIALDEMÓCRATA EN ALEMANIA

El SPD busca su lugar entre la oposición y la Gran Coalición

El congreso del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) dio luz verde a que su dirección pueda iniciar conversaciones con la canciller en funciones, Angela Merkel, sobre una reedición de la Gran Coalición. Además, reeligió a su presidente, Martín Schulz, pero esta vez con un resultado más sensato.

Antes de que el SPD se reuniera para celebrar en Berlín su congreso, que se prolongarán hasta el día 9, el partido se mostró bastante dividido ante la oferta de la canciller en funciones, Angela Merkel, de iniciar las conversaciones sobre otra Gran Coalición, la tercera. Según un sondeo del semanario “Der Spiegel”, el 56% de los simpatizantes del SPD rechazan el bipartito y favorecen tolerar un Gobierno en minoría de Merkel. En Berlín, todas las sensibilidades del SPD pudieron exponer sus puntos de vista y al final ganó el sector que desde el principio quería seguir gobernando con el bipartito bajo el liderazgo de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel.

La situación es un tanto complicada porque el 24 de setiembre las elecciones generales dieron al SPD el peor resultado desde 1949, unas décimas por encima del 20%. Su presidente, Martin Schulz, interpretó el resultado como que se había acabado la Gran Coalición. Acto seguido anunció que el SPD pasaría a la oposición.

Tres días después, la nueva jefa del grupo parlamentario, Andrea Nahles, a la sazón ministra de Trabajo en funciones, llamó la atención al señalar que «a partir de mañana le daremos a la CDU en todos los morros»; palabras que sorprendieron por su virulencia.

Una tercera edición del bipartito de la CDU con el SPD como socio minoritario parecía algo improbable aunque como opción siempre queda sobre la mesa. De las dos anteriores coaliciones con Merkel, el SPD había salido cada vez más diezmado. Por eso, Schulz entendió que sus bases no querían que se repitiera esta fórmula de gobierno. La idea era reorganizar al partido desde la oposición.

Durante un mes, hasta mediados de noviembre, parecía que las conversaciones que la canciller llevaba en nombre de su formación con su socio regional, la bávara Unión Social Cristiana (CSU), el Partido Liberaldemócratico (FDP) y los ecologistas Verdes podrían dar lugar a un tripartito. Sin embargo, los liberales tiraron la toalla.

Como consecuencia, el presidente de la República, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, convenció a su correligionario Schulz para que reflexionase.

«No hay automatismo» es, desde principios de semana, el nuevo mantra de la Ejecutiva del SPD. Con ello se quiere mostrar que aunque se inicien conversaciones con la CDU estas no llevarán de fomar automática a unas negociaciones y, por lógica final, a la Gran Coalición III. Antes de ello las bases, unos 440.000 afiliados, tendrán derecho a decidir sobre el acuerdo de Gobierno.

Para que Schulz pueda entrar en la ronda de conversaciones con cierta seguridad fue reelegido con casi el 82% de los votos. Sobre la mesa aún se mantienen las opciones de que el SPD no dé el brazo a torcer y que Merkel tenga que gobernar en minoría.

En última instancia podría darse la situación extrema de que el presidente de la República se vea obligado a convocar elecciones anticipadas, de las que el SPD podría salir incluso peor que de las anteriores. La posibilidad de que al final, o sea a principios del nuevo año, pueda haber una Gran Coalición crece en la misma proporción en la que la situación internacional se complica.

Hace dos días, el ministro de Exteriores en funciones, Sigmar Gabriel, un crítico de Schulz, potenció esta opción, abogando por recalibrar la política exterior alemana en contra de EEUU.

Para ello se basa en la política exterior del presidente estadounidense, Donald Trump, que pone en riesgo la actual situación en Oriento Medio y Lejano y, con ello, parte de los logros alemanes en este ámbito, como por ejemplo el acuerdo nuclear con Irán.

En otros momentos, a Gabriel se le habría criticado por sus declaraciones, que en Alemania se habrían considerado como «antiamericanismo». Ahora podría ser la marca para diferenciarse de Merkel y de la CDU, fiel aliada de los EEUU preTrump.