EDITORIALA
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Por la libertad de prensa, contra el miedo y en favor de la justicia

La relación entre el periodismo y la Policía es conflictiva casi por definición. Desde la paródica representación de «las tres Ps» (Policías, Periodistas y Prostitutas) hasta las más realistas de denuncias por excesos o de colaboración a modo de fuente, periodistas y policías han estado obligados históricamente a relacionarse. A menudo esa relación ha respondido a intereses contrapuestos.

Una de las funciones del periodismo en un estado de derecho es el control de los poderes públicos. La Policía debe estar sujeta a este escrutinio de manera muy especial, tanto por las funciones que cumple como por el poder que la ciudadanía le ha otorgado. Por eso también gozan de una protección especial en su condición de autoridad. Tienen la obligación de mantener la seguridad y garantizar los derechos y las libertades. Y en democracia una de esas libertades, una crucial, es precisamente la libertad de prensa, íntimamente ligada a la libertad de expresión y al valor de la pluralidad ideológica de nuestras sociedades. Por eso la libertad de prensa es un bien superior en las democracias y en sus leyes.

A nadie le gusta ser controlado, pero ese control público es proporcional a la responsabilidad. No solo les ocurre a los policías, también a los políticos y a otros profesionales, a todas las instituciones y en general a la ciudadanía. También sucede con los periodistas y los medios de comunicación, que a diario se hacen responsables de su labor a través de sus firmas.

Profesional, veraz y riguroso

Hay que recordar que diferentes versiones sobre el caso Cabacas contenían falsedades y contradicciones evidentes con lo que sucedió aquella trágica noche. El trabajo periodístico, no solo de este medio, y la presión social han servido para que a día de hoy tengamos una opinión más formada y veraz de cómo murió Iñigo Cabacas. Hemos cumplido fielmente con nuestra función social, y lo hemos hecho de manera profesional, siguiendo criterios de veracidad, rigurosidad y responsabilidad.

Esa verdad sobre los hechos no evita que en la sociedad vasca existan diferentes opiniones sobre aquel suceso, sobre sus responsables y sobre la manera en la que las instituciones han actuado al respecto. GARA ha defendido que «Ugarteko» tenía una responsabilidad máxima, clara y definida en aquel operativo y que debería haber sido imputado por ello. Hasta el momento no ha ocurrido así, pero en base a los hechos y nuestra lectura de los mismos, tenemos derecho a opinar eso y así lo seguiremos defendiendo.

En la denuncia de «Ugarteko» contra dos periodistas, GARA y NAIZ, y la abogada de la familia Cabacas, se pone en tela de juicio que nuestro medio tenga derecho a publicar esos audios y a ofrecer la cadena de mando y la identidad de quienes la ejercían. Creemos que el objetivo de esta denuncia es coartar nuestra libertad y el derecho de nuestros lectores a la información. Por eso vamos a defendernos y a pedir amparo donde haga falta. Habrá quien piense que esto tiene que ver con nuestra línea editorial, pero una condena contra estas libertades y derechos tendría consecuencias también en otros medios. Si a pesar de ser veraz, contrastada, rigurosa y de interés social, se puede prohibir publicar información porque afecta a los intereses de un policía, la prensa en general habrá perdido una batalla muy importante.

Se buscan razones ajenas a nuestra labor para justificar por qué publicamos esta información, pero ¿por qué razón deberíamos haber decidido no publicarla? Solo el miedo nos hubiese impedido hacerlo, y esa no es una opción para un periódico y sus profesionales.

Verdad, justicia y reparación

La familia y los amigos de Iñigo Cabacas merecen saber la verdad sobre la muerte del joven, conseguir que se haga justicia y obtener una reparación. Les asisten esos derechos como víctimas de una injusticia. Policías y periodistas deben servir al primero de esos derechos y deben ayudar al esclarecimiento de la verdad, unos desde la criminología y otros desde el periodismo. Esa es su mayor aportación a que se haga justicia, algo que no está en sus manos, pero que deben perseguir. También deben actuar de manera respetuosa y apoyar esa reparación, algo que nos hace mejores como sociedad. La irresponsabilidad no es una opción.

Esta denuncia afecta profundamente a ese espíritu de justicia, de responsabilidad y de humanidad. En eso deberían estar de acuerdo policías y periodistas.