Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Todo el dinero del mundo»

La avaricia como el mayor mal de nuestro tiempo

Viendo la última película del ya octogenario Ridley Scott tengo la sensación de que a nivel interno peca de lo mismo que aparentemente parece criticar su argumento, porque el cine se ha convertido en un negocio muy frío y calculador que no atiende a sentimientos. Digo esto porque trascendió a los medios la noticia de que Mark Wahlberg había cobrado una cantidad millonaria por los días extras de rodaje, mientras su compañera de reparto Michelle Williams, con un papel más importante en la película que el suyo, renunció a su sueldo con tal de salvar la película. La filtración obligó después al actor a donar a obras sociales los obtenidos gracias a la brecha salarial que se quiere denunciar este próximo ocho de marzo. Bastante mala prensa había acumulada ya la producción a consecuencia del contencioso sexista a resultas de las denuncias por abusos que pesaban sobre el estelar Kevin Spacey, que hubo de ser sustituido a última hora por Christopher Plummer.

En medio de todo el follón organizado es de reconocer la profesionalidad tanto de Ridley Scott como de Christopher Plummer, demostrando que son gente con capacidad de reacción que lejos de aceptar la jubilación se revelan en plena forma física y mental. Y lo principal es que en la pantalla no se nota lo accidentado de la producción, que funciona con precisión milimétrica en cuanto reconstrucción ágil y precisa de unos sucesos históricos, los cuales nunca quedaron del todo aclarados, aunque se dijo que el secuestro del nieto de Jean Paul Getty fue obra la Ndrangheta o mafia calabresa, tapando posibles y oscuras implicaciones gubernamentales.

Sea como fuere, “Todo el dinero del mundo” prefiere representar las actitudes que tanto estupor causaron, al comprobarse la avaricia sin límites del magnate deshumanizado, como fiel reflejo de un tiempo marcado por la obsesión del dinero.