Ingo Niebel
Historiador y periodista
CONSTITUCIÓN DEL GOBIERNO EN ALEMANIA

La Gran Coalición de Merkel reacciona a la AfD y a otros retos

Después de 171 días con un Gobierno en funciones, el Parlamento alemán reeligió ayer a Angela Merkel como canciller. En su cuarta y supuestamente última legislatura tiene que hacer frente a la xenófoba AfD y preparar al país para una época que será posmerkeliana y pospetrolera.

La sorpresa del día no era la elección de Angela Merkel como canciller en la primera vuelta, sino que superó la mayoría absoluta por sólo nueve votos, teniendo en cuenta que la suma de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), su socia bávara la Unión Social Cristiana (CSU) y el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) es de 399 diputados. Al ser secreta la votación, no se sabe qué votaron los 35 parlamentarios restantes de la Gran Coalición. Sólo 692 de los 709 diputados participaron en el evento.

Acto seguido, la jefa del grupo parlamentario del SPD, Andrea Nahles, rechazó que los disidentes fueran socialdemócratas, algo sobre lo que había especulado la ministra de Agricultura, Julia Klöckner (CDU). Al aceptar Merkel el resultado, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, la nombró canciller y ministros a los miembros de su Gabinete. La jura de sus cargos ante el Parlamento cerró la fase más larga en la que Alemania ha estado sin Ejecutivo constituido.

El toque especial lo dio la tercera fuerza política, la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD), líder de la oposición. Uno de sus diputados fue multado con 1.000 euros por parte del presidente del Parlamento, el exministro de Hacienda Wolfgang Schäuble (CDU), por publicar en las redes sociales una foto de su papeleta. Otro inte- grante de la AfD tuvo que abandonar el hemiciclo tras desplegar una pancarta en la que se leía «Merkel ha de marcharse».

Las sanciones por esas violaciones del protocolo parlamentario tapan que en su esencia todo el programa de Gobierno de la GroKo es una respuesta más o menos indirecta a la AfD, que ataca al resto de partidos en política exterior, social e interior.

Este contexto explica, por ejemplo, que Merkel no solo cediera el Ministerio de Interior al ahora ex ministro presidente del estado Libre de Baviera Horst Seehofer, sino que incluso también lo convirtiera en «superministro« dotándole también de la responsabilidad de «Construcción» y «Patria».

A partir de ahora, el presidente de la CSU pondrá en práctica lo que en 2015 Merkel se negó a hacer: frenar la llegada de refugiados y, por ende, la inmigración; acelerar la deportación de aquellos extranjeros cuyas solicitudes de asilo han sido rechazadas por el Estado o que son delincuentes, y aumentar la seguridad ciudadana mediante más videovigilancia y más y mejor equipados policías. Al dirigir ahora su correligionario Gerd Müller el Ministerio de Desarrollo, ambos disponen de los instrumentos para poner en práctica una política antiinmigratoria que, en parte, responde a las exigencias de la AfD.

Al ser también responsable de Construcción, Seehofer podrá ayudar a edificar el millón de viviendas que CDU/CSU y SPD han prometido levantar en menos de tres años y medio para aliviar el mercado de la vivienda de alquiler. Esta y otras ideas parecidas van en contra de la AfD, que quiere mejoras sociales exclusivamente para alemanes. Con el ministro de Tráfico, Andreas Scheuer (CSU), Seehofer dispone de otro ministerio clave que puede dotar a la CSU en Baviera de los fondos para nuevos proyectos de infraestructura. El objetivo es garantizar su mayoría absoluta en las elecciones regionales de octubre, ya que sin ella la CSU no sabe gobernar. La AfD es su mayor amenaza al gobernar en solitario.

Seehofer, por último, liderará también la «batalla de ideas» sobre lo que es o no la nación alemana. Por eso, su ministerio es también de la Heimat, una palabra alemana que, según el contexto, se traduce como «patria» , aunque se corresponde más bien con Vaterland, es decir, «hogar» o «tierra natal». Dado el pasado nazi del país, se trata de un campo minado que la izquierda ha abandonado por completo, que CDU/CSU y SPD suelen evitar y que ha sido ocupado por la nueva derecha. «No se trata del drindl (traje tradicional de mujer bávara) ni del pantalón de cuero (vestimenta tradicional de hombre bávaro), sino de condiciones de vida iguales en todas las regiones y de la cohesión social», promete Seehofer sobre el debate que quiere realizar con agentes sociales y religiosos.

Quizás consiga así frenar a la AfD, si no habrá abonado el terreno para acercar a ambos partidos. Como ejemplo, el bipartito de Viena, formado por el Partido Popular Austríaco (ÖVP) y el Partido Liberalista de Austria (FPÖ). El SPD podría intentar sopesar a Seehofer desde el Ministerio de Justicia, encabezado por la jurista Katarina Barley.

De todos modos, Merkel se ha quitado de encima un problema que no casa con su papel de moderadora, algo que requiere la actual coyuntura internacional. Así se explica que la canciller visite mañana al presidente francés, Emanuel Macron. De paso, ocupará una plaza clave antes de que lo haga su ministro de Exteriores, Heiko Maas, un socialdemócrata novato en esta materia. Habrá que ver cómo lidiará Maas con sus principales homólogos, el estadounidense y exdirector de la CIA, Mike Pompeo, el británico Boris Johnson y el ruso Serguei Lavrov, en un contexto internacional que se tensa tras las sospechas de Londres sobre la responsabilidad de Moscú en el envenenamiento del exespía ruso Sergei Skripal.

Poco le podrá ayudar su presidente en funciones del SPD, Olaf Scholz, que ocupa ahora la cartera de Hacienda y que actuará como vicecanciller cuando Merkel esté ausente. Hasta 2021, el socialdemócrata tendrá que ver como va financiar la parte alemana al presupuesto de la UE, que se incrementará tras el Brexit, además de las promesas de la GroKo a los contribuyentes como de, por ejemplo, bajar la aportación de solidaridad para la Alemania oriental.

La palabra mágica que tanto la CDU como el SPD utilizan es «renovación». Con ella, ambas formaciones se refieren ante todo al cambio generacional en su seno. El rifirrafe entre Nahles y (Julia) Klöckner es parte de este proceso, pero la verdadera renovación va mucho más allá de estos intereses partidistas e individuales.

De hecho, con esta tercera Gran Coalición Merkel encabeza ante todo un Gobierno de transición que hasta 2021 llevará al país –y a la UE– a una encrucijada: en el mejor de los casos habrá encaminado tanto a la economía y a la industria como también ala sociedad para que entren preparadas en la era pospetrolera, dominada por la digitalización, las energías renovables y las nuevas tecnologías, y un mundo multipolar distinto al actual.

En el peor de los casos, Alemania y la UE se adentrarán otra vez en el callejón chovinista que llevará a una contienda global como la que en 1914 empujó de forma brutal al Viejo Continente a una nueva era tecnológica y política, marcada por los motores de combustible fósil y que sentenció a muerte los imperios colonialistas, dando paso a EEUU y a la URSS como nuevas potencias mundiales.