gara, donostia
EDITORIALA

Del PP a Sarkozy, corrupción que manipula la democracia

El expresidente francés, Nicolas Sarkozy, declaró ayer bajo arresto policial por un presunto delito de financiación ilegal de su campaña electoral de 2007. A juicio de los investigadores existen indicios de que recibió dinero del dirigente libio Muamar al Gadafi para sufragar los gastos de aquella campaña electoral. No es la única acusación a que tiene que hacer frente el expresidente francés, que acumula ya varios sumarios por financiación ilegal y tráfico de influencias.

Los casos de corrupción política han llegado hasta la cúspide del poder político en el Estado francés. En el Estado español hace tiempo que señalan a los máximos dirigentes políticos. El intercambio de dinero por un uso espurio de lo público ha dejado de ser algo más o menos puntual para convertirse en un fenómeno general, una metástasis que corroe todo el tejido político. Tanto en un Estado como en el otro, este comercio con lo público forma parte intrínseca de un sistema político que pasa por alto la intervención de los poderosos, sobre todo aportando financiación opaca, que desvirtúa completamente los procesos de elección. El dinero inclina la balanza hacia determinados partidos y crea ententes de sucios intereses entre algunos políticos y determinados poderes económicos; o, como en el caso de Sarkozy, con los intereses políticos de terceros países. En cualquier caso, a pesar de las evidencias, no se suelen poner en cuestión unos resultados electorales obtenidos utilizando métodos ilegales.

No es ningún descubrimiento que en los procesos electorales de las llamadas democracias consolidadas no existen, ni de lejos, las mismas oportunidades para todos los contendientes. Los apoyos velados pero, sobre todo, la financiación oculta y la corrupción que los acompaña suelen contribuir a inclinar la balanza en una determinada dirección. De este modo no solo se desvirtúa el proceso de elección de representantes y líderes, sino que además se debilita la democracia.