Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «María Magdalena»

La ruta silenciada de la apostol

E n este enésimo intento cinematográfico de humanizar la imagen del llamado Mesías, topamos con el lastre habitual que suele acompañar a este tipo de producciones y que se resume en dotar de emociones a un personaje que pasa de revolucionario a trágico con demasiada facilidad y que culmina su ruta terrenal asumiendo su gobierno celestial.

En esta escala humanizada de Jesús de Nazaret, lo que se pone de relieve es la constante contradicción en la que vive el protagonista, lo cual deriva en una serie de discursos que en la mayoría de los casos resultan un tanto artificioso. Tal vez por ello, quien mejor ha sabido plasmar en imágenes lo anteriormente citado haya sido un Mel Gibson que renegó en todo momento de cualquier tipo de lectura arbitraria para ser coherente con lo que explicaban al detalle los Evangelios canónicos para, de esta manera, provocar en el espectador un estado de shock ante semejante fiereza fílmica.

En “La Pasión de Cristo” cualquier tipo de discurso quedaba enmudecido por el salvaje chasquido de los látigos. Muchísimo más calmado en su empeño, Garth Davis ha apostado por la vía habitual que se suele utilizar en estos dramas bíblicos y ha aportado como novedad más significativa la perspectiva protagónica que nos da la eterna silenciada en esta historia, María Magdalena.

El autor de “Lion” no lo oculta en momento alguno en un filme que transita cansino y que se escuda en un superficial toque de cine independiente a la hora de narrar la relación compartida por Magdalena y Jesús, y en la que la primera se muestra como una joven que agobiada por el sistema familiar férreo que padece, se suma a la odisea iniciática que emprendió el segundo.

Rooney Mara aporta al rol protagonista un gran empaque y un selecto abanico de emociones. Por contra, Joaquin Phoenix recurre a su habitual registro cariacontecido.