Mikel ZUBIMENDI
ARRASATE
Elkarrizketa
GAIZKA URRESTI
DIRECTOR DEL DOCUMENTAL “ARIZMENDIARRIETA, EL HOMBRE COOPERATIVO”

«Fue un gran líder en un país más de coros que de grandes solistas»

Este portugalujo nacido en 1967 y residente en Zaragoza, ganador de un Goya en 2014 por el corto de ficción “Abstenerse agencias”, aborda en su última entrega la vida y la obra de José María Arizmendiarrieta, las raíces y la aspiración universal de un cura de Markina que creó la experiencia cooperativa Mondragón, puso en el mapa global a este país y es hoy una referencia estudiada a nivel internacional.

Pasado mañana se estrena en las salas de Euskal Herria el documental sobre una de las figuras que más huella ha dejado en este país: el cura José María Arizmendiarrieta, creador de la Corporación Cooperativa Mondragón. Rodado en Arrasate, Markina, Gasteiz, Bilbo y en El Vaticano, con un gran trabajo de documentación y de recopilación de testimonios, repasa la vida, la obra y el pensamiento de uno de los vascos más universales, un referente global investigado en las universidades más prestigiosas.

Arizmendiarrieta inspiró la experiencia cooperativa, un ensayo de otra economía posible, pensada colectivamente. Idealista, pero con un sentido del realismo brutal, se preocupó por responder a las necesidades de una comunidad en plena posguerra, por reconstruir el orden social. Y lo hizo desde la constancia y el ejemplo. Fue, a su manera un revolucionario peculiar, personalista y moral.

Alternativa posible

GARA se reunió con Gaizka Urresti, el director del documental, en el patio de la Escuela Politécnica de Arrasate. Un lugar emblemático, según nos dice, «el lugar desde donde empezó todo». ¿Qué encontró en un cura de los años 40 que le inspirara tanto, hasta prender la chispa creativa y embarcarse en un proyecto allá en el año 2013?

«Buscaba personajes euskaldunes trascendentes, importantes. Siempre he hecho documentales de personajes de la cultura como Buñuel, Segundo Chomón, Carlos Saura… Es mi mundo natural, el de la empresa y la economía me es más ajeno. Un amigo me dijo en Portugalete que el cura este era un buen ejemplar, un cura de parroquia que crea el mayor grupo cooperativo del mundo. Sabía eso, pero no mucho más».

Urresti empezó a indagar. Leyó la biografía de Arizmendiarrieta de Fernando Molina, el libro de Joxe Azurmendi sobre su pensamiento. «Descubrí un personaje muy singular. Primero, por la trascendencia de la obra, que llama la atención: primer grupo empresarial de Euskadi, séptimo del Estado, mayor grupo cooperativo del mundo. Luego me encontré una persona con unas ideas que me parecieron contemporáneas».

Además, recuerda Urresti, era 2013, «la crisis era pura y dura. Antes se dijo que el capitalismo había ganado, que no había alternativa posible porque el colectivismo, el marxismo, tras la caída del muro de Berlín, no eran el camino. Entonces, ¿qué? ¿No hay otro camino posible? ¿No hay una alternativa posible como la que él buscó entre el capitalismo puro y duro y el colectivismo total? Su respuesta fue la cooperación, el equilibrio entre el desarrollo económico, necesario para generar riqueza y poder distribuirla, con el desarrollo humano, que la persona esté en el centro. A partir de ahí empiezo a querer hacer este documental, no solo por el personaje, sino también porque quiero trasladar al telespectador estas preguntas».

Experiencia, no un modelo

El documental presenta a un apóstol de un nuevo orden socioeconómico que mira críticamente a la lógica de acumulación del capital y obra desde lo común y para lo común. ¿Es Arizmendiarrieta una revelación que muestra que no hace falta irse fuera cuando aquí hay ideas y praxis que responden a necesidades colectivas y que son revolucionarias?

«Sí. Comenta Joxe Azurmendi que en los años 70 la idea de la izquierda era la de Lenin, la de Trosky, la de Mao y que cuando conoció a Arizmendiarrieta descubrió una izquierda diferente, que entendía la transformación de una forma diferente: frente al modelo de hacerlo desde el poder hacia abajo, ahora emerge la experiencia de hacerlo desde la colectividad hacia arriba. Tirando de analogías católicas, para mí su figura es la del mesías que llega en 1941 con la palabra dada; y sus apóstoles son esos jóvenes que encuentra aquí a través de Acción Católica, de la Escuela Politécnica, a los que empodera para que lleven a cabo su palabra. Él fue el líder, no es fácil ser líder en este país más de coros que de grandes solistas, pero su obra no se entiende sin un montón de jóvenes que en los años 40, 50 y 60 lo entregan todo por un proyecto ilusionante de transformación».

Sigue tirando de la misma analogía: «Luego estamos los evangelistas, que recreamos a través de testimonios interpuestos de historias que nos han contado la vida del mesías sin haberle conocido. En mi caso, muy humildemente, con esta aportación audiovisual que documenta la vida de alguien que llega en el 41 a un pueblo en la posguerra, en el que se había fusilado a su predecesor, con una sociedad dividida entre vencedores y vencidos y que, a través de la cooperación, emprende un proyecto de reconstrucción y transformación social».

Vasco universal

La obra de Arizmendiarrieta es muy de raíces, muy unida a un pueblo, a una comunidad. Pero a su vez tiene valores y vocación universal, una aspiración de rehumanizar el orden social. Resulta curioso: los vascos más universales han sido religiosos. Ignacio de Loiola, Francisco de Javier, Arizmendiarrieta... Le preguntamos al respecto.

«Utilizando como modelo la biografía de Arizmendiarrieta y lo que he podido aprender de él, en el siglo pasado la posibilidad de adquirir un gran nivel intelectual, si no tenías medios, venía por la Iglesia. Fue clave la diócesis de Gasteiz. En los años 20 y 30 su Seminario fue un centro de conocimiento extraordinario, compaginaba la parte espiritual con la científica, el estudio de la religión con el análisis científico de la realidad. Esos curas –remarca– eran muy pragmáticos. Me ha dicho mucha gente: ¿este Arizmendiarrieta qué era, jesuita, no? Por esa identificación que tienen los jesuitas, gente preocupada por la espiritualidad, pero muy disciplinada en su vocación social».

Raíces y frutos

Su documental refleja a un país, una cultura del trabajo, un sentido de la solidaridad, un genio colectivo capaz de levantar en estos valles escarpados novedosas experiencias empresariales.

«Claro. Se habla del auzolan, hay testimonios que dicen que nacieron en una cultura cooperativa per se, eso es inherente. Creo que Arizmendiarrieta es fruto de varias cosas: nació en una cultura de cooperación, la escuela en la que estudia la monta la propia gente de Barinaga, luego están los accidentes que tiene en la vida. El hecho de perder el ojo de chaval le hace ser más introspectivo y dedicarse más a la parte intelectual que, quizá, a la del juego. Y siendo el mayoral, renuncia para irse a aprender a la Iglesia. También analizó a los laboristas ingleses de posguerra, la doctrina social de la Iglesia, al cooperativismo eibarrés de Toribio Etxeberria y de Alfa. Lo bueno que tiene es que cogiendo de todo, de su herencia cultural y estudiando otras realidades, crea un proyecto con aspiración universal. Un proyecto de transformación que empieza desde lo local, luego engloba al valle, siempre con ambición de ir a más, que ha llegado a lo que hoy es una experiencia con implantación en los cinco continentes. Pero la raíz, al final, es esa: haber nacido y mamado de una cultura donde la cooperación y el antiautoritarismo están muy arraigadas».

 

«Las ideas nos pueden separar pero las necesidades nos unen»

Arizmendiarrieta, con su sotana negra, en las tinieblas del franquismo, fue una figura muy luminosa. Urresti lo tiene claro: «Era un líder. Ya he comentado que no es fácil ser un líder en este país con rasgos tan antiautoritarios y colectivos. Creo que él buscaba pasar a un segundo plano para concentrar la mirada en su obra, para darle más relieve. Pero al final fue un gran líder que consigue poner en marcha a aquel grupo de jóvenes, tenía autoridad moral y fuerza ejemplificadora. A mí me parece muy importante la figura del líder; en el mundo estamos llenos de gregarios. Alguien que diga vamos a ir por ahí y arrastre con la fuerza que lo hizo él, eso solo lo hacen los grandes».

No fue una persona ajena al mundo de las ideas. También fue espiritual. El suyo fue el planteamiento de un puente espiritual para superar la naturaleza antisocial del orden neoliberal, utilizando el capital como medio y no como fin. A ese respecto, el director portugalujo comenta que «hay algo que tiene un componente político, claro, pero él, al final, veía que la política no era la solución, que todo pasaba por pensar en términos de comunidad más que en una agrupación política construida sobre principios políticos; pensaba en términos de una sociedad con necesidades. La comunidad tiene que trabajar: ‘Necesitamos agua, pues hacemos un pozo’. Hablaba de que las ideas nos pueden separar pero que las necesidades nos unen. Eso es muy importante si queremos transformar la comunidad y trabajar desde ella».

Y continúa con su reflexión: «Él llega a Arrasate en el 41 y hasta el 76 no nos deja. No prospera en la carrera eclesiástica, renunció a una parte del ‘yo’ para pensar en el ‘nosotros’. Trabajó en lo concreto, no solo en el terreno de las ideas. Era muy pragmático, brutalmente realista. Si él hubiera querido prosperar en su carrera, igual le hubieran mandado a otro pueblo o fuera de aquí, igual hubiera llegado a ser obispo porque tenía capacidades, pero renunció a todo eso por seguir trabajando en la colectividad, en lo concreto. Creo que pensar como comunidad nos hace avanzar, nos conecta con el planeta, siempre hay que tener la aspiración de un proyecto común. En ese sentido, su obra es muy universal».

¿Y cuál es el legado que a Urresti le gustaría que dejara su documental? «Que es posible transformar la realidad. Y que para ello hay que trabajar por la comunidad aunque las circunstancias, a priori, no sean las mejores. Peores circunstancias que las de la posguerra que él vivió no hay ahora, tenemos mucho más potencial. No hay que escudarse en que está difícil para no emprender el camino de un cambio político y de mentalidades. No hay que esperar a que escampe para salir ahí fuera».M. Z.