Amaia EREÑAGA
PENSIONISTAS EXPLICAN POR QUÉ TOMAN LAS CALLES

Los lunes al sol, la revolución no tiene edad

Las redes sociales o, más bien, unos mensajes anónimos de whatsapp en enero desencadenaron el surgimiento de un movimiento espontáneo que ha tomado la calle. Llueva o haga sol, los lunes los pensionistas ocupan las plazas. ¿Pero, qué les empuja a hacerlo?

Tal vez las similitudes entre la película de Fernando León de Aranoa (“Los lunes al sol”, 2002) y los lunes que, desde el pasado mes de enero, protagonizan los jubilados y jubiladas vascos no sean tantas en cuanto a argumento –el largometraje cuenta la historia de varios parados durante las batallas obreras contra la reconversión de los astilleros de la Naval de Vigo–, pero el ambiente, en cierto sentido, sí que es muy parecido. Al menos en Bilbo, convertido en el epicentro de la lucha de los pensionistas. Tal vez por el aire combativo que destilan los gritos que lanzan puño en alto –“¡Esta batalla la vamos a ganar!” sueltan desafiantes– o el propio pasado de lucha sindical y política que llevan sobre sus espaldas muchos y muchas de los presentes, quienes peinan canas y unos carteles de lo más explícitos: “El jubilado lo ha ganado y el Gobierno lo ha robado”. Más claro, agua.

La imagen, inevitablemente, se repetirá hoy. Algunos, como los miles que hace justo una semana participaron en la concentración más multitudinaria que ha tenido lugar hasta el momento, se presentarán allí horas antes de la convocatoria y hasta harán bromas sobre que se les ha olvidado tomar la pastilla correspondiente, imbuidos como están en la pelea. Pero los lunes de los pensionistas se viven también en muchos pueblos (Soraluze, Zumarraga, Azpeitia, Eibar, Basauri, Durango…) y todas las capitales. Los suyos son unos lunes al sol –poco soleados, por desgracia, hasta ahora–, bajo el granizo o la lluvia, surgidos de un sentimiento colectivo de hartazgo y enfado por la progresiva pérdida de poder adquisitivo de las pensiones, principalmente las más bajas, y por la convicción de que sobre los pensionistas ha recaído gran parte del peso de la crisis, porque los ha convertido en sostén familiar o servicios sociales alternativos –cuidado de niños, enfermos y mayores–. Y todo ello mientras que lo que perciben se va reduciendo, los precios de los bienes de primera necesidad van subiendo y sus pensiones siguen congeladas, desde aquel recorte llevado a cabo por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en 2011 y las posteriores políticas del PP.

Han sido varios los factores que han sacado a la calle a las personas mayores, pero el detonante principal ha sido la carta que los 9 millones de pensionistas del Estado español recibieron firmada por la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez. Fechada el 4 de enero, la circular sacaba pecho por la gestión económica del Gobierno, se felicitaba por el crecimiento y la creación de empleo y les anunciaba que el incremento para 2018 sería de un 0,25%… por cuarto año consecutivo. Es decir, de nuevo muy lejos de la subida del IPC, que cada vez se les aleja más, y con unos incrementos de unos paupérrimos 1,5 euros mensuales para las pensiones más bajas.

Como respuesta, los pensionistas han tomado la calle. Y lo han hecho con más fuerza en Hego Euskal Herria, a pesar de que, en general, las pensiones son más altas que en el resto del Estado y, en el caso de la CAV, se compensan las más bajas a través de la RGI. Eso sí, siguen sin superar los 700 euros, cuando el salario mínimo está fijado en 735 euros. ¿Y qué es lo que piden? Básicamente, revisiones en base a la subida del IPC; establecer en un plazo de cuatro años una pensión mínima de 1.080 euros, como recomienda la Carta Social Europea y el mantenimiento del sistema público… e incluso van más allá al plantear la creación de un sistema propio de Seguridad Social.

El anuncio del pacto del PNV con el PP con la subida de las pensiones en base al IPC este año y el siguiente, a cambio del apoyo a los presupuestos de Rajoy, parece que no ha tenido el efecto deseado, a la vista de que los pensionistas siguen juntándose los lunes en las plazas y, sobre todo, a las manifestaciones convocadas en los cuatro herrialdes para este sábado por el conjunto de plataformas de Hego Euskal Herria, con las que esperan colapsar de nuevo las calles. Hablamos con algunos de los protagonistas de este “Mayo de 18”.

JON FANO

Pentsionistak Martxan

«Hay condiciones materiales para que paguen los 1.080 euros de pensión»

«Yo procedo de una gran industria, tengo una pensión relativamente digna. Pero del mismo modo que, cuando estuve trabajando en la fábrica, toda mi vida la dediqué al trabajo sindical de izquierdas y euskaldun, forma parte de mi vida la preocupación por los derechos sociales de toda la sociedad y, en especial en este momento, por los derechos sociales de las personas mayores», explica Jon Fano, una de las caras más visibles del movimiento de los pensionistas. En un primer acercamiento, sorprende la “ensalada” de plataformas en las que están agrupados –hay muchísimas–, aunque también la unidad de acción alcanzada. «Pentsionistak Martxan –añade– formamos parte de las plataformas de Euskal Herria por los derechos sociales, en las que están integrados también Duintasuna, Arabako Pentsionistak Lanean y Pentsionistak Martxan de Nafarroa. Llevamos diez años planteando esta demanda, al igual que estamos preocupándonos por otros problemas de las personas mayores. No operamos coyunturalmente, sino estructuralmente. Están ‘emperrados’ (se refiere al PNV) en que no se puede llegar a los 1.080 euros de pensión; sin embargo, hay condiciones materiales para poderlo hacer. Es una cuestión muy importante respecto a las compañeras viudas y a las mujeres en general, porque es trabajo no remunerado que han realizado y porque han sido el sostén de nuestras vidas con el cuidado de los niños y de los mayores, y esto, en un sector significativo de la sociedad, no es entendido como un trabajo que merezca apoyo social. En ese sentido, estamos consiguiendo que un sector significativo de hombres asuma el derecho de las mujeres, en particular de las viudas, a una pensión digna». ¿Y después del día 26 qué pasará? «No lo tenemos definido. Nuestra intención es hacer campañas de publicidad, estar presentes en las fiestas, socializar aún más nuestras reivindicaciones y, como por desgracia pensamos que de los acuerdos PP y PNV en Madrid no va a salir más de lo que conocemos, en otoño tenemos pensado seguir con las movilizaciones».

ARANTZA CORRALES

Plataforma de jubilados de Zumarraga y Urretxu

«Este movimiento ha servido para empoderar a las mujeres mayores»

Arantza Corrales es joven, 60 años, pero lleva dos décadas jubilada. Era maestra y, tras caerse al salir de la escuela, se jubiló por accidente de trabajo. Desde entonces está metida de lleno en todo tipo de movimientos sociales relativos a las mujeres, a las discapacidades y, ahora, a los jubilados. De los de su pueblo es portavoz, pero, dice con humildad, «porque nadie más quiere hablar, sin más». En este pueblo industrial, en el que el PSOE detenta la mayoría, todos los lunes se reúnen entre 250 y 300 personas, muchas de ellas mujeres mayores. «Parece que la gente es tonta, pero las personas mayores saben muy bien qué pasa y por qué. Es difícil saber qué es lo que ha conducido a todas estas personas a movilizarse, pero creo que es porque se han dado cuenta de que tienen poder y que son importantes. Sobre todo las mujeres han asumido que viven en malas condiciones, pero que también tienen la posibilidad de hacer algo frente a ello. Hablamos muchas veces de empoderamiento y creo que este movimiento ha servido para que a las mujeres mayores les de fuerza. Cuando las ves en la plaza se percibe que están convencidas de que algo va a cambiar»

JOSELE PEREA

Portavoz de la Plataforma de Jubilados de Bizkaia

«Han abierto la puerta del Valle de los Caídos y están apareciendo todos aquí otra vez»

«Lo que sucedió en Euskadi, en Bilbao concretamente, es que hubo un llamamiento de redes sociales y convocaron a una manifestación. Acudí yo también, en espera de que algún gurú apareciera y nos contara algo. Pero no salía nadie, no daba la cara y viendo que los pensionistas llevábamos años en el 0,25% y que tampoco el PNV, que parece ahora tan preocupado, llevaba cinco años prestando ayuda al más corrupto de Europa, que no hace falta decir quién es»… pues Josele Perea y compañeros terminaron creando esta plataforma. Compañero de trabajo de Jon Fano en General Electrica Española –«ahí me salieron algunos dientes y se empezó a caer el pelo hasta que me echaron a la calle prejubilado»–, la lucha les ha vuelto a reunir. La plataforma, que surgió para evitar ser acribillados a multas, sigue contra viento y marea, sin siglas que le marquen. «Ahí vamos a seguir estando, mal que le pese al PP y a todos los que le apoyan, incluso el PNV. No sé qué le habrá ofrecido a cambio, seguro que repartirse las obras del TAV. Porque esos lo que han hecho es arrogarse lo que hemos hecho los pensionistas con el granizo, el agua y el frío durante este invierno. Pero para este viaje del 0,25% al 1,6% hay que ver si hay dinero en los presupuestos, que es posible que no lo haya y, al de dos años, nos mandarán para adelante otra vez. La cuestión es desmovilizarnos. El PNV lo que está haciendo es apoyar al PP para que esté dos años más, así de claro, y los demás tendremos que emigrar de aquí, de España o de Euskadi, porque no hay quien aguante el tufillo de esta gentuza. Los de ahora llevan tanto tiempo que a mí me dan ganas de cambiar de residencia, de marcharme… No quiero vivir lo que viví de chaval, porque esto es el Régimen otra vez. Han abierto una puerta del Valle de los Caídos y están apareciendo todos aquí otra vez con Rivera y con esta gentuza, que es peligrosísima para la gente humilde, para los trabajadores de este país».

MAITE BILBAO

Presidenta de la federación de la asociación de mujeres viudas del País Vasco y de la confederación estatal de viudas

«Si no se aprueban los presupuestos, lo que ha firmado el PNV no sirve y se queda en agua de borrajas»

Maite Bilbao es, desde octubre pasado, la presidenta de la confederación estatal de viudas, cargo al que accedió desde la presidencia de la federación de la asociación de mujeres viudas del País Vasco. Lo que hace cincuenta años empezó siendo un espacio para que las mujeres que habían perdido a sus maridos pudieran salir de casa sin ser mal vistas, se ha convertido en una interlocución para mejorar sus condiciones de vida. Porque las viudas son las pobres entre los pobres de los pensionistas. Ahora Maite Bilbao pasa la semana entre Laudio y Madrid, tren arriba, tren abajo, reuniéndose con partidos, agentes sociales e instituciones con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de este sector social cuya situación es particularmente sangrante. Precisamente, el movimiento de los pensionistas está sirviendo para visibilizar la situación de estas mujeres, sobre las que recae la economía familiar pero cuyas pensiones son de miseria: 300 euros que se complementan a mínimos hasta los 639 euros… y así está el 70% de las viudas del Estado. En la CAV, la situación es diferente, porque se negoció en 2008 con la consejería de Justicia, Trabajo y Seguridad Social del Ejecutivo Ibarretxe el complemento de las pensiones. «A nivel nacional llevamos tiempo en silencio haciendo muchas cosas. Nunca hemos salido a la calle y hemos ido por nuestra cuenta a los ministerios. Hemos ido consiguiendo cositas, migajas», explica Maite Bilbao. Lo que sigue es un viacrucis de acuerdos, incumplidos la mayoría, con el Gobierno español: la ampliación de la pensión de orfandad de los 18 años a los 25 años, debido a la crisis y a la falta de trabajo para los jóvenes –acuerdo cumplido en el 2015–; y, lo que es más importante, la subida de la base de la cotización de la pensión del 52% al 60% –incumplido–. «Prometieron que la pensión, en vez de ser al 52% de la base de la cotización, iba a ser del 60%. Lo iban a hacer de forma progresiva, en forma de dos puntos cada año. Dos puntos porcentuales, que no tiene nada que ver con el 2%: en una pensión de 300 euros, un 2% son 60 céntimos; 2 puntos porcentuales son 23 euros. Se entendía que para el 2018 teníamos que tener el 60%, pero resulta que al año siguiente nos congelaron las pensiones. La negociación era con el Gobierno Zapatero». Y, desde 2014 se les ha aplicado el 0,25%, como al resto de las pensiones. «En las comunidades más empobrecidas, las mujeres están cobrando 639 euros y en Euskadi, muchas también. Esas mujeres, hasta que no suban el tope de las mínimas hasta los 735 euros en los que está ahora el Salario Mínimo Interprofesional y que es lo que la Comunidad Europea le ha exigido al Gobierno para subir el salario mínimo, porque está pagando por debajo del umbral de la pobreza, y mientras que el techo de las mínimas siga en 369 euros, el 70% de las viudas a nivel nacional se va a quedar con 639 euros». Mientras se reúne con unos y otros, espera a que le reciba el Pacto de Toledo, que es donde se “cuece” la cuestión de las pensiones y a donde debiera de volver el debate... «Irene Montero (Podemos) me dijo que había muchas comparecencias pendientes y que llevaban por el número cuarenta y tantos, y que tenían trescientos y pico. Iñigo Barandiaran (PNV) me comentó en la reunión de Sabin Etxea (reunión en la que el PNV explicó a los pensionistas su acuerdo presupuestario) que iba por el 50 y tantos. ‘Vais tan despacio que, no sé, igual me toca dentro de treinta años’, le dije». ¿Y respecto al acuerdo PNV-PP, qué piensa? «Pero aquí hay un problema que el otro día no me supieron contestar –explica–. Les dejé descolocados con mi pregunta, porque lo que ellos han acordado está bien, pero eso depende de que se aprueben los presupuestos. Como estaban de acuerdo PP y Ciudadanos, necesitaban al PNV, pero como ahora este si está asegurado, el que está que no sabe qué hacer es Ciudadanos. Porque está intentado desestabilizar al Gobierno, y una de las formas será no firmando los presupuestos. Entonces, si no se aprueban los presupuestos, lo que ha firmado el PNV no sirve, se queda en agua de borrajas. Estamos igual».

IÑAKI IRIARTE

Agricultor jubilado

«Les digo a los jóvenes: ‘Tenéis que estar todos los días en la barricada’»

Iñaki Iriarte (69 años) se jubiló hace cuatro años, después de trabajar desde los 14 en el campo. «No me puedo quejar, pero conozco a mucha gente que lo está pasando mal y no puedo quedar quieto en casa. En el mundo en el que me muevo hay cabreo gordo», dice. Vive en Lerga, un pueblo de Nafarroa de un centenar de habitantes de donde también es alcalde y una localidad donde hoy pocos jóvenes, porque la oferta de trabajo es muy precario, y muchos jubilados, la mayoría jubilados jóvenes con prejubilaciones y contrato relevo, algunos con jubilaciones agrícolas y otros que, por circunstancias de trabajo se fueron fuera, ahora han vuelto a los orígenes. «Fíjate lo que estamos dejando a los jóvenes –dice–. Chicos que llegan a los 20 años y no hay nada de trabajo, otros estudian y ¿a ver dónde le pego? ¿A esa gente, cuando se jubile, qué le va a quedar? Porque ahora hay jóvenes que llegan a los 30 y no tienen puesto de trabajo, con unos sueldos irrisorios. Con la juventud hacen todo lo que quieren y yo muchas veces culpo a la propia juventud, porque tiene que ser reivindicativa. Y si nosotros algo hemos tenido es porque hemos sido reivindicativos. A nosotros nadie nos ha dado nada. Yo les digo: ‘Tenéis que estar todos los días en la barricada’».

ITZIAR USANDIZAGA

Jubilada de la industria textil y viuda

«Pensé que viviría como una reina, pero no llego ni a princesa»

«Cuando llegó el whatsapp en enero, la gente, de forma espontánea y como un rebaño, salió a la plaza. Las aguas salieron del río y se convirtieron en una ola. Y ahí estamos, aguantando la ola». La que habla es Itziar Usandizaga, la peleona portavoz de la asamblea de pensionistas de Bergara. «Cumpliré 70 dentro de poco tiempo y me jubilé con 61, pensando que viviría como una reina, y no llego ni a princesa. Coticé 41 años en el régimen general de la Seguridad Social, a tope, y cada año voy perdiendo capacidad económica. Si me comparo con una viuda que cobra 500 euros estoy bien, pero estaría mejor si cumplieran la legalidad y no me fueran restringiendo mis derechos». Lo del combate le viene de lejos, cuando, en aquellos años 70, fue una de las primeras mujeres que siguió trabajando en la industria textil después de que se casara. «Decían que les quitábamos el trabajo a los hombres. En la crisis de los 80 nos apuntaban: ¡No con la pistola, sino con el dedo!», añade. Desgrana la situación en su zona: largas listas de espera en los centros de día y las residencias –«a algunos les mandan a Soraluze, a otros a Zestoa. Y las residencias particulares son carísimas, porque ¿qué jubilado gana 3.000 euros al mes?»–, situaciones de pobreza extrema que se esconden «para que no digan ‘qué malos son sus hijos’. Se tapa la miseria y muchas mujeres son artistas haciendo milagros».