Ainara LERTXUNDI
BARCELONA
Elkarrizketa
MIREYA ANDRADE
EXCOMANDANTE GUERRILLERA Y DIRIGENTE DE LA FUERZA DEL COMÚN

«Si Iván Duque logra ser presidente, el proceso de paz se puede ir al traste»

Antes de ingresar en las FARC-EP, Mireya Andrade fue concejal de la Unión Patriótica en el municipio de Miranda. El exterminio de esta fuerza política la llevó a las filas guerrilleras, en las que desempeñó diferentes tareas. En La Habana negoció cara a cara con militares de alto rango el cese el fuego y, de regreso a Colombia, formó parte del Mecanismo de Monitoreo, encargado de verificar el desarme.

Colombia se enfrenta este domingo a una decisiva jornada electoral en la que está en juego quién gobernará el país en los próximos cuatro años. Las encuestas dan la victoria al candidato uribista Iván Duque, a quien le sigue en intención de voto el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, del movimiento político Colombia Humana.

La excomandante de las FARC Mireya Andrade recibe a GARA en la feria del libro Fira Literal de Barcelona, evento al que fue invitada. Su conferencia, presentada y guiada por el eurodiputado Javier Couso, fue seguida por más de 400 personas.

Andrade integró en La Habana la subcomisión técnica para el fin del conflicto encargada de negociar con los militares los protocolos para el cese el fuego y la dejación de armas, así como la subcomisión de género. También formó parte del Mecanismo de Monitoreo y Verificación. Miembro de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, Trabaja en la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas.

Con la mira puesta en la primera vuelta de las presidenciales, advierte de que una eventual victoria de Duque podría echar por tierra el proceso de paz y, por ello, apela a la comunidad internacional para preservar el legado de La Habana

¿Qué supondría tanto para la implementación de los Acuerdos de La Habana como para las conversaciones con el ELN una eventual victoria de los sectores opuestos a la paz?

Sería una situación bastante complicada porque la derecha y la ultraderecha han dicho que van a ‘hacer trizas’ los acuerdos. Es la expresión que han utilizado reiteradamente. Si el uribista Iván Duque logra ser el presidente de la República, el proceso de paz se puede ir al traste.

¿Cómo encara la FARC ese eventual escenario?

Pedimos a todos los países, gobiernos y pueblos que apoyen el proceso, porque la paz de Colombia daría una gran perspectiva a América Latina.

En las elecciones legislativas de marzo, la FARC no superó los 52.000 votos. ¿Cómo lo valora?

Entramos a la contienda electoral en el último momento. En diciembre nos dieron la personería jurídica. Tuvimos solo un periodo de tres meses para preparar la campaña sin las garantías económicas, políticas y de seguridad necesarias para ello. Tres meses es un plazo muy corto, especialmente, si tenemos en cuenta que la dejación de armas se produjo en agosto (de 2017). Sin garantías era muy difícil que tuviéramos una mejor respuesta de la población. Además, no necesariamente los procesos de paz se consolidan inmediatamente; ese es un periodo largo.

En el congreso constitutivo del partido, la militancia por amplia mayoría eligió seguir manteniendo las siglas de FARC frente a otras propuestas como Nueva Colombia. ¿Considera que el hecho de mantener la marca que los colombianos identifican con la guerra los ha perjudicado electoralmente?

Nos advirtieron de que nos iba a costar trabajo darle la vuelta, pero se decidió respetar la opinión de la mayoría, que eligió el nombre de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Pero, sí, tiene una fuerte connotación con el conflicto.

¿Cómo recuerda el cara a cara con los militares en la mesa de conversaciones La Habana?

Tanto los militares como nosotros conocemos la otra Colombia; la Colombia abandonada y los sitios en los que se producían las confrontaciones. Ellos y nosotros hablábamos el mismo idioma porque conocíamos dónde nos movíamos. Al principio, teníamos la inquietud de cómo nos íbamos a relacionar, cómo íbamos a reaccionar, cómo íbamos a hablar… pero pudimos hablar mucho más fácilmente con los militares que con la clase política. El hielo se rompió rápidamente, sobre todo, con el general Flórez. Él se acercó bastante a nosotros. Siempre hemos acostumbrado a saludar dando la mano y eso fue exactamente lo que hicimos, como si fuera cualquier otra persona. Nos presentamos, hablamos de temas comunes, de qué zona veníamos… Éramos once delegados de las FARC, de los cuales tres éramos mujeres. Empezamos a hablar de temas propiamente de la guerra; cómo iba a ser nuestra ubicación tras el cese el fuego, el movimiento de las tropas, qué protocolos se iban a seguir hasta culminar el proceso de dejación de armas...

El proceso de diálogo ha sido presentado como ejemplo de resolución de conflictos.

La mesa de La Habana es inédita por varios aspectos. Uno porque las personas que se enfrentaron en la guerra pudieron hablar del tema y exponer sus puntos de vista. Otro, por su enfoque de género y por la creación de la subcomisión de género. Todos aquellos que han sufrido el conflicto deberían de participar en el proceso porque ello brinda oportunidades de solución o al menos que la gente opine sobre cómo le gustaría que se diese la resolución del conflicto. En los acuerdos hay cosas muy buenas que deberían de ser convertidas en norma; cosa que hasta el momento no ha sido posible.

¿Cómo valora el rol de la mujer tanto en la guerra como en la construcción de la paz?

Nuestro papel ha sido importante. Hombres y mujeres trabajábamos en igualdad de condiciones, teníamos los mismos derechos y deberes. Ahora que hemos regresado al seno de la sociedad nos damos cuenta de que muchas de las ventajas que teníamos dentro de la organización, no las tienen la mayoría de las colombianas.

También integró el Mecanismo de Monitoreo y Verificación en la región de Popayán. ¿Cómo fue esa labor?

Un poco complicada. Llegamos el 30 de setiembre de 2016 a la ciudad de Popayán, capital del departamento del Cauca, o sea, dos días antes del plebiscito. Cuando supimos que había ganado el «no», nos quedamos en una especie de limbo a la espera de las decisiones que se fueran a adoptar y con la incertidumbre de si nos iban a capturar y qué iba a hacer el Gobierno con nosotros. Todo lo que habíamos adelantado con el Gobierno y la ONU para supervisar la concentración de los guerrilleros y dejación de armas quedó en suspenso. Tras el pronunciamiento del presidente Santos y de los nuestros en el sentido de que continuaba el Mecanismo, empezamos a organizar el trabajo.

¿Qué pensó cuando supo de la victoria del «no»?

Nuestra primera preocupación fue si nos iban a detener. Lo que nos daba cierto blindaje era el plebiscito. En el ambiente se quedó instalado que los colombianos no querían la paz, pero lo que hubo fue una mala información y manipulación.

¿Cómo se hace pedagogía de unos acuerdos tan técnicos?

El Gobierno se comprometió a informar a las comunidades de todas las medidas acordadas en La Habana. Cuando llegamos de Cuba a nuestros territorios, comenzamos a hablar con la gente. Nos dimos cuenta de que la información no había fluido; nos tocó organizar reuniones con las diferentes instancias municipales. La gente no sabía de qué les estábamos hablando. Fue difícil explicarles que nos íbamos a retirar de los territorios porque la guerrilla les daba seguridad y la certeza de que no iba a haber atracos, robos… siempre brindamos protección a la población civil. Mucha gente, por temor a perder esa protección y por el vínculo que la guerrilla tenía con las comunidades a las cuales no llega el Estado, votó «no» en el plebiscito.

¿Cómo interpreta ataques como los ocurridos en la frontera con Ecuador, atribuidos a disidentes de las FARC y que motivaron la decisión del presidente ecuatoriano de retirarse de los diálogos con el ELN?

Es una situación muy preocupante porque aun en los momentos de confrontación la vida de las personas es muy valiosa. La muerte de esos periodistas es muy grave. Una espera que las personas que están en esos grupos piensen en la vida humana y valoren lo que hizo Ecuador por los diálogos con el ELN.

¿Qué opina de las disidencias?

En todos los procesos de paz hay personas que no se acogen a ellos. En su momento, varios grupos no estuvieron de acuerdo con el proceso y se retiraron; pero no están haciendo un trabajo político. Sus actividades son para beneficio económico de ellos. Muchas organizaciones están llamando a excombatientes ofreciéndoles un sueldo determinando para que integren sus filas. Eso lleva a muchos exguerrilleros a pensar en los incumplimientos por parte del Gobierno, y les pone en la coyuntura de ver si se van para allá o si se quedan a esperar la implementación de los acuerdos. A las llamadas disidencias les diría que la guerra no es el camino. Hay muchas cosas que el Gobierno no ha cumplido pero hay otras maneras de salir de ese tipo de situaciones.

De ser comandante a vivir con escoltas. ¿Cómo lo lleva?

Un día antes de que se pusiera en marcha el Mecanismo de Monitoreo y Verificación, nos presentaron a los agentes de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz encargados de nuestra seguridad. Durante un año nos acompañaron tanto a nosotros como a los delegados de la ONU y del Gobierno que también integraban el Mecanismo. Después nos organizaron esquemas de seguridad compuestos por policías, civiles y excombatientes, que nos acompañan en vehículos especiales y con monitoreo telefónico, avisando a las bases policiales de nuestros movimientos. Esto nos genera cierto temor porque muchos de los ataques que se produjeron contra líderes de la Unión Patriótica fueron en base a ese tipo informaciones. No es fácil moverse con tantas personas a tu alrededor, sobre todo cuando estaba acostumbrada a andar sola o en grupos pequeños para evitar ser ubicada.