Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
INTEGRACIÓN Y PROTECCIÓN DE EXPRESOS (I)

SOLUCIONES ESTRUCTURALES, INVERSIÓN EN CONVIVENCIA

«Se necesita protección social después de tanto tiempo en la cárcel; programas de formación para poder trabajar, atender la problemática de los jubilados. Si se quiere invertir en normalización, hay que buscar esas soluciones», constatan expresos con largos años de cárcel.

Ni estar en la cárcel es un problema solo del preso, ni cuando salen en libertad es el final de los problemas. Entrar en la cárcel no es ponerse una chaqueta que al salir te la quitas con total normalidad, como si nada hubiera pasado. No, no es así como ocurren las cosas. En cierta medida, uno lleva siempre encima la cárcel. Y cuando hablamos de expresos vascos que han pasado décadas en prisión, que salen con edades avanzadas y tienen que afrontar el reto de la integración y el logro de una ciudadanía plena, no siempre es fácil responder al desafío.

Depende de cada persona. Hay expresos que tienen la buena fortuna de tener una familia o una comunidad estructurada para apoyarlos, otros no tienen la misma suerte. Por otra parte, es gente que ha sufrido torturas, abusos, aislamiento, muchos años de cárcel. Eso deja cicatrices y heridas, un depósito de traumas debajo de lo que se ve. Son aspectos del conflicto que, en muchos casos, no se conocen y raramente se habla de ellos con normalidad. Hablamos de salud, de la necesidad de atención y ayuda. Pero también hay que hablar de trabajo y de protección social. Y ahora también de cómo se hará frente al ataque a los salarios y patrimonio de los expresos al que apunta la última operación de la Audiencia Nacional.

Para abordar este tema y sus derivadas, GARA se ha reunido con tres expresos, dos portugalujos y una hernaniarra. Ángel Alcalde tiene 75 años, muchos de ellos en la cárcel y el exilio; Juan Manuel Piriz “Mungi” 57 años, de los cuales ha pasado 32 entre rejas; Itxaso Zaldua, de 46 años, ha sido liberada hace unos meses tras pasar casi trece dentro. Son edades, situaciones y necesidades diferentes que reflejan las dificultades, los fracasos y los éxitos que afrontan a su vuelta al país.

Una realidad, muchos casos

Alcalde nos presenta su caso: «Es el mío, pero es un caso de muchos e irá en aumento, puede ser el de cientos de compañeros y compañeras. He peleado mucho para conseguir unos mínimos, he tocado una y mil puertas. Harrera nos ha dado mucha cobertura, pero tenemos que pasar a otro escenario. Al final conseguí la pensión mínima, que está en unos cuatrocientos y pico euros, y tengo el complemento de la RGI, que durante los últimos diez años nos lo han bajado. En total, en mi caso, la suma de la pensión mínima y el complemento son 697 euros. De ahí tienes que pagar el alquiler, los gastos diarios… Es una situación precaria, de mucha tensión, que sicológicamente te puede generar problemas».

Piriz está en el paro desde el mes de noviembre del año pasado. «Tengo dificultades para encontrar trabajo porque tengo 57 tacos, tengo una minusvalía reconocida, una parálisis parcial en la pierna a consecuencia de la detención que tuve. En teoría me daría más posibilidades para encontrar trabajo. De hecho he trabajado durante un par de años, en limpieza, repartiendo comidas... ‘gracias’ a esa minusvalía. Pero qué ocurre: que el tipo de trabajo a los que puedo optar conlleva un gran desgaste físico, cada dos por tres tienes que coger baja...».

Zaldua salió en libertad con un hijo que nació en la cárcel y que la cárcel los separó. Para ella crear una dinámica con su hijo, reconstruir esa relación, era prioritario. «Es empezar la vida de nuevo, y dentro a menudo te preguntas: ‘¿Y cómo se hace eso?’ Yo necesitaba un txoko, había echo un ciclo superior de FP de mantenimiento de sistemas fluidos, y debo decir que me siento muy afortunada. He tenido mucho apoyo, buena suerte, tengo un txoko para convivir con mi hijo, seguí estudiando en Tolosa y ahora una empresa de aquí me ha llamado para hacer prácticas y me permite la conciliación familiar».

Mungi añade lo siguiente: «Fíjate, los que salimos con la doctrina Parot, el que menos salió con 23 o 24 años. Salimos con una edad concreta, te piden experiencia y qué experiencia hemos tenido. Yo era electricista en los astilleros de La Naval de Sestao. Voy a Lanbide, tengo mi currículum y bueno, en un momento dado me podría posibilitar encontrar trabajo, pero en el momento en que me dicen ‘qué experiencia tienes’ y miran la vida laboral, flipan. Estamos condicionados, no podemos competir en ciertos terrenos laborales y nos quedan ese tipo de trabajos, limpieza, etc… Y ojo, sin desmerecer, ¿eh? En la vida, esos impedimentos te abocan a la precariedad, a mirar euro a euro, a privarte de cosas, pero, tira, estamos acostumbrados».

Mecanismos de solución

Alcalde y Piriz reconocen que se está trabajando, y mucho. Para ellos la asociación Harrera ha sido una bendición que «da respuestas a temas urgentes», pero coinciden en que «tiene sus límites y hay que dar un salto». Alcalde lo expresa así: «no terminamos de romper aguas y darle otra amplitud al tema, que se pongan en marcha mecanismos para dar soluciones. Hay que ampliar el foco y dar una fotografía real de este problema, que es de derechos humanos».

La reintegración de los presos está recogida en los parámetros internacionales de resolución de conflictos, hay toda una literatura en torno al denominado DDR (Desarme, Desmovilización y Reintegración). Mungi deja una reflexión: «Hablamos de convivencia, y la integración de los expresos es una inversión segura para ello. Ahora estamos en la calle, somos lo que somos, pero tenemos los mismos derechos que cualquiera y unos condicionantes que restan eficacia al ejercicio de esos derechos. Veo una falta de implicación de las instituciones, quizá derivada del propio modelo de resolución. Al apostar por lo unilateral, con todo su potencial y sus límites, los pasos se dan por una parte pero no se acompañan con programas institucionales, como sí ocurrió en Irlanda».

Tampoco cree que estén estigmatizados. «Mira, en Harrera hay una costumbre, una metodología: con el compañero que acaba de salir siempre hay otro que ya tiene una experiencia, un rodaje en la calle y que sabe cómo hacer los trámites y que le acompaña. Ahora estoy de guía de un compañero como antes estuvo otro conmigo. Si veo caras de extrañeza, pero nunca de rechazo, ni mucho menos. La miradas expresan un ‘¿dónde leches han andado estos tíos?’, pero no de discriminación, al menos nunca lo he percibido».

Ambos coinciden que la tarea «es más difícil en el gran Bilbao».«En los pueblos hay mas cercanía y compromiso, nuestra comunidad tiene más posibilidades de ofrecer trabajo, hay otro tipo de negocios más familiares… Aquí las estructuras económicas son distintas, no tienen esa cercanía. Acceder a un trabajo en esas empresas está super acotado y todo funciona en base a las leyes de mercado, puro y duro, no puedes esperar ningún tipo de apoyo».

Eternamente agradecidos

Alcalde, Piriz y Zaldua coinciden en señalar que «tenemos un gran pueblo, con mucha gente que empatiza y practica una solidaridad que se puede coger con las manos».

«Claro que sí, nos han ayudado mucho. Nuestra comunidad, y gente que no es de la misma, nos ha apoyado en la asistencia sanitaria, a la hora de sacar el carnet de conducir, que es imprescindible para buscar trabajo...». Mención expresa merecen los socios de Harrera, «mil gracias a los bazkides y los colaboradores. Su pequeña aportación hace una gran diferencia. Sin ellos nada sería posible. Estamos eternamente agradecidos, son la hostia».