Beñat ZALDUA

Vascos haciendo el catalán y viceversa, el boceto de una sinergia pendiente

En el otoño de 2012, tras la primera y espectacular Diada masiva convocada por la ANC, era muy difícil pensar que, apenas seis años después, una iniciativa vasca de características similares sacaría a la calle a 175.000 personas por el derecho a decidir. Más difícil aún era pensar que en Catalunya se iba a instalar con toda su crudeza la perversa rutina de la cárcel y la dispersión. Los vascos empezamos a hacer un poco el catalán y, por desgracia, los catalanes están palpando un sufrimiento bien conocido en Euskal Herria.

La evolución propia de cada pueblo, con la inestimable ayuda del único denominador común –el Estado español–, ha puesto a Catalunya y Euskal Herria frente a un espejo en el que no acostumbran a mirarse a no ser que sea a través de las deformadoras gafas de la vasquitis o de su versión moderna, la catalanitis. Un viaje de ida y vuelta que llevó a Gure Esku Dago a dedicar el kilómetro 122 de la cadena humana de ayer a la solidaridad con Catalunya, y que, en dirección inversa, nos muestra a la ANC organizando autobuses para la manifestación contra la sentencia de los jóvenes de Altsasu del próximo 16 de junio en Iruñea. Siempre es más fácil arrancar esa complicada sinergia desde la empatía antirrepresiva.

Y siempre es más fácil hacerlo a pie de calle que en los despachos. Lo recuerda la diputada de JxCat Aurora Madaula, presente ayer en la Plaza Elíptica de Bilbo. Unos metros más adelante, en la calle Elkano, vascos y catalanes lo confirman con menos cámaras y más soltura. Suena primero «No volem ser una regió d’Espanya...» y le sigue “Ikusi mendizaleak”, hasta que pasa una charanga para recordar que, a ritmo de trompeta y trombón, la vida suena mucho mejor. En cuanto a los lemas, los clásicos de allí –«Els carrers seràn sempre nostres»– y de aquí –«In-de-pen-den-tzia»– dejan también un lugar para la espontaneidad: «¡Este edificio será una biblioteca!», cantan ante la Subdelegación del Gobierno español.

El ambiente da gusto e Ignasi Termes, vocal de la Junta Directiva de Òmnium, no puede evitar sonreír. Fue uno de los principales organizadores de la cadena humana de 400 kilómetros que la ANC organizó en 2013 y ayer recordaba en Bilbo que «hay algo muy especial en que tanta gente, tan diferente, se dé la mano con un objetivo común». También rememoró Termes, deseando que así ocurra ahora aquí, que la demanda popular fue atendida por la clase política catalana.

La delegación catalana, escoltada por miembros de Gure Esku Dago como Mario Zubiaga o Pello Urzelai, estuvo formada también por la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, y la exdiputada de la CUP Mireia Boya. El diputado de ERC en Madrid Gabriel Rufián, por su parte, prefirió estar en Donostia. Paluzie, igual que el resto de sus paisanos, agradeció el gesto de dedicar un kilómetro a Catalunya y urgió a crear sinergias entre ambos pueblos, visto «el poco recorrido» que van a tener las promesas de Pedro Sánchez. A su lado, Boya le tomó –literalmente– la palabra a Otegi e instó «a abrir un segundo frente» al Estado. ¿Y cómo se hace eso? Al acabar la cadena, en la calle Elkano lo tenían claro: «Ahora seguimos de mani por el centro, ¿no?».