Izkander FERNÁNDEZ
GAsTEIZ

Se inicia un Azkena Rock marcado por el rock enérgico y un Van Morrison jazzístico

Azkena Rock perfila con Van Morrison una jornada de contrastes, ya que desde su inclinación por los sonidos jazzy, todo lo demás se expande entre sonidos rockeros de diferente naturaleza.

Por fortuna, el verano sí ha entrado en el recinto de Mendizabala, por lo que el sol y la temperatura agradable nos ha acompañado en las primeras horas de esta nueva edición de ARF, tres siglas de poderoso sentido rockero.

A las 20.30 el recinto de Mendizabala presenta media entrada aunque con tendencia continúa a crecer, lo que demuestra que quizá Van Morrison no era la figura popular del asistente habitual del ARF.

A las 17.45 en escena se encuentra una banda de la ciudad, Tutan Come On, que sin ruido, pero sin descanso continúa con una larga carrera comedida, pero constante. Formalmente la banda es un dúo, Salterain, batería y voz, y Conde, guitarra y voz, con larga trayectoria en la escena de la ciudad. Lo suyo fue una apuesta por la energía, que a esas horas de la tarde es como cargarte las pilas para lo que resta de día y noche.

En el escenario God se exhibieron los canadienses Sheepdogs, un cuarteto melenudo con más de diez años de historia que presenta su disco “Changing colours”. Tocaron un set idéntico al realizado horas antes en la Virgen Blanca (13:00). Sheepdogs destacó gracias a un elegante compendio de rock sureño y soul. Una de esas formaciones que suenan a clásico desde su creación. Precioso concierto a la sombra y a la carrera hacia el aeropuerto en busca del siguiente show. Afortunadamente, o no, el rock n’ roll va de carreteras y viajes a todas y a ninguna parte.

Por la senda del rock clásico, pero con más vatios, Rival Sons presentó un ejercicio de estilo de rock duro. Potencia y madurez en busca de El Dorado del rock.

Van Morrison sabía que iba a estar en un festival rockero, pero no varió en exceso su última tendencia encaminada hacia el jazz. Y reinó desde el escenario sin necesidad de pedales, ecos y distorsiones. Así que lejos de los rayos y los truenos, del estruendo, es la hora de los matices y la sutileza hecha garganta. Un clásico irreductible e inasequible al desaliento. Una vida y un alma dedicada a la música y al arte. Un sueño de una noche de verano que por fin es realidad. Tristemente no será Tom Petty, no se sabe si alguna vez será Neil Young, pero ya sí que ha sido Van Morrison.

Sigue la noche y el buen ambiente, todo es luz aún y queda mucho por escuchar, rincones para descasar y pensar en el intenso sábado.