Beñat ZARRABEITIA

28 MILLONES DE PESETAS PUDIERON CAMBIAR LA HISTORIA DEL ATHLETIC

Bobby Robson fue uno de los mejores entrenadores de la historia del fútbol inglés. Maravilló con su marcaje zonal en el Ipswich Town, ganando la FA Cup de 1978 y la UEFA de 1981, dirigió durante ocho años a la selección inglesa, y llevó a Ronaldo al Barça. El verano de 1979, el presidente rojiblanco Beti Duñabeitia estuvo a un paso de contratar al preparador inglés.

El 22 de mayo de aquel año, “La Gaceta del Norte” informaba en torno al interés de los leones en contratar al preparador inglés como sustituto de Koldo Agirre. Robson aparecía como el mejor situado en una quiniela de la que habían sido descartados Brian Clough y Dave Sexton. Otros futuribles eran Alan Dicks del Bristol, Bill McGarry del Newcastle, Alan Durban del Stoke o Don Howe, antiguo técnico del Arsenal. El 13 de junio, el periodista José María Múgica señalaba que sus fuentes le indicaban que el técnico del Ipswich tenía «pie y medio en el Athletic». Se barajaron cifras, Robson cobraba unas 35.000 libras anuales, el equivalente a unos 4 millones de pesetas –al cambio, 24.000 euros– y se especulaba con que su club de origen no pondría trabas a una salida con destino a otro equipo europeo. El entrenador se encontraba dirigiendo a la sub-21 inglesa en Austria. Al tiempo, la actualidad rojiblanca estaba marcada por el rendimiento de los juveniles en la Copa. Entrenados por un jovencísimo Javier Clemente, con Iñaki Bergara, Bolaños, Urtubi, De la Fuente, Rastrojo, Endika o Arrien en sus filas, había logrado el pase para disputar la final ante el Sevilla.

La prensa hablaba de «Mister X», en referencia a la querencia por contratar a un entrenador inglés, pero cuya identidad seguía sin despejar. La agencia Efe emitió un teletipo en el que decía que el Athletic había fichado a Don Howe, algo que el vicepresidente Rufino Urquijo –padre de la futura presidenta Ana Urquijo– desmintió. El 28 de junio, Robson llegó a Bilbo para entrevistarse con Beti Duñabeitia. Conoció las instalaciones de Lezama y fue invitado a comer en el Guria. El contrato sería por tres años y cobraría 70.000 libras, el doble de lo que ganaba en el Ipswich, además de contar con un apartamento y un coche pagados por el Athletic a su disposición. Según el entonces máximo mandatario rojiblanco, «el acuerdo era total». Sin embargo, todavía quedaba convencer a su club de origen, entidad con la que Robson había firmado un contrato por 10 temporadas y al que le restaban 6 por cumplir. El Ipswich se cerró en banda. El 3 de julio de 1979, el conjuntó inglés se descolgó solicitando el pago de 210.000 libras –168.000 euros–, en forma de compensación. Duñabeitia decidió tirar la toalla al considerarlo una cantidad «desfasada». Una cifra que frustró el fichaje de uno de los entrenadores más pujantes de Europa.

Los nombres de Max Merkel, conocido como «Míster látigo» debido a la dureza de sus métodos, o Ernst Happel salieron a la palestra, pero el elegido fue Helmut Senekowitsch. «Seneka» había jugado en el Betis, coincidiendo con Eusebio Ríos, hablaba castellano y había sido seleccionador austríaco en el Mundial de 1978. Comprometido con el Guadalajara mexicano por dos años más, aceptó la oferta rojiblanca. Llegó prácticamente sin tiempo, ya que tras arribar de madrugada, la mañana del 12 de julio se puso al mando del equipo en Lezama. Un conjunto con una media de edad cercana a los 30 años, en lo que sería la última campaña de Iribar.

El Athletic acabó el curso en séptima posición, en una campaña que sembró ciertas dudas, que acabaron convirtiéndose en alarmas al inicio de la siguiente y que supuso el cese del austríaco, relevado por Iñaki Sáez.

Preocupado por los retos futbolísticos del futuro, a principios de 1981, Javier Clemente viajó a Ipswich para conocer la forma de trabajar de Robson. Dos años después, en declaraciones a Patxo Unzueta para “El País”, el de Barakaldo señaló que «hice dos viajes y tengo muchos motivos para agradecer a Bobby Robson y también a su segundo Bobby Ferguson las enseñanzas que me impartieron. Me impresionó el trato que recibí en Ipswich, y Robson me dedicó todo el tiempo que pudo, a pesar de ser un hombre muy ocupado. En el club, él lo hacía casi todo, y era increíble ver la cantidad de horas que trabajaba. Lo más importante, es que allí vi un sistema de juego diferente, que me gustó. Tuve tiempo para estudiarlo y discutir con Robson las ventajas y desventajas. Fundamentalmente, este es el esquema de juego que, hace dos años, empecé a aplicar en el Athletic. Fue una experiencia decisiva».

Al término de esa campaña, Robson ganó la UEFA, mientras que Clemente era nombrado entrenador del primer equipo de los leones. Tras una primera campaña exitosa, con un cuarto puesto, el Athletic dejó paso al Mundial de 1982. Inglaterra jugó en Bilbo, pero tras no alcanzar las semifinales, Robson tomaría el mando de los Three Lions. El de Barakaldo había prometido «hacer campeón al equipo» y lo consiguió. El 30 de abril de 1983, la víspera de lograrlo contra todo pronóstico en Las Palmas, el inglés señalaba que «si las cosas que Javier ha visto en Ipswich han contribuido realmente al éxito del equipo, me siento honrado de haber ayudado un poquitín a que un gran club como el Athletic esté de nuevo entre los primeros del campeonato español. Si gana la Liga, espero que me inviten al festejo». La celebración fue inenarrable con la Gabarra surcando el Ibaizabal.

Posteriormente, tras dejar la selección inglesa en 1990, entrenó al PSV de Romario y triunfó en Portugal. Llegó a Barcelona acompañado por un entonces desconocido Jose Mourinho y con el joven Ronaldo Nazario como estrella. El 23 de noviembre de 1996 se sentaría en el banquillo de San Mamés sufriendo su primera derrota como técnico del equipo catalán. Pese a conseguir tres títulos, fue relevado como entrenador azulgrana y posteriormente regresó a Holanda, antes de enrolarse en el Newcastle.

Desde principios de los noventa había padecido diversos episodios relacionados con el cáncer. En 2008, anunció que la enfermedad era terminal. Falleció el 10 de agosto de 2009. Miembro de la Orden del Imperio Británico, sendas estatuas recuerdan a sir Bobby Robson en Ipswich o Newcastle e incluso trenes y buques han llevado su nombre. Pudo entrenar al Athletic, compartió sus métodos con Clemente y los leones tocaron la gloria.