Joseba VIVANCO
SEMIFINAL

Los nuevos mohicanos

Croacia remonta para hacer historia y plantarse por primera vez en una final, e Inglaterra desaprovecha una oportunidad única.

CROACIA 2

INGLATERRA 1


Saben aquel que va un tipo por la calle y de repente ve un preservativo usado en el suelo. ¡Joe, si se han dejado lo mejor del flash! Y se lo acaba. Al madridista Luka Modric las facciones de la cara llevan camino de quedársele como el flash del chiste. Tres prórrogas consecutivas ha necesitado Croacia para plantarse en la final del domingo ante, ojo, una Francia más descansada y solvente en sus eliminatorias. A este paso, los balcánicos van a tener que tirar del amoníaco ese que los seleccionados rusos inhalaron frente a España para aumentar el rendimiento durante el encuentro. Porque si lo logrado por los croatas es ya de por sí un milagro, si consiguen superar el último peldaño y levantar la Copa del Mundo, este pequeño y sufrido país de apenas cuatro millones y medio de entregados al fútbol hará historia con letras de oro, rompiendo la tiranía de las grandes selecciones de larga trayectoria.

Dicen que el fútbol es un estado de ánimo, un axioma balompédico tan cierto como que cada vez que se echa mano de él no pierde un ápice de vigencia. Inglaterra se adelantó pronto, tan pronto que marcó el devenir del encuentro hasta el minuto 67. El minuto en el que todo cambió para una Croacia hasta entonces desnortada, desconocida e impotente ante una Inglaterra cómoda con el marcador a favor.

En la primera mitad, Modric, la brújula croata, dio un pase a su pareja de baile Rakitic en el minuto 9; Rakitic se lo devolvió en el 42. No cruzaron ni un balón más. Hasta ese minuto unos cuantos jugadores croatas habían dado más pases que la estrella del Real Madrid, cuando se supone que todo el juego balcánico pasa por sus botas. Y hasta ese minuto, Croacia había enviado más de una veintena de centros al área de la infranqueable línea de tres inglesa, sin haber rematado ni uno solo.

Hasta ese minuto 67 en que un centro lateral del colchonero Vrsaljko sirvió para que Perisic se adelantara a una zaga que se quedó dormida por primera vez y, ya se sabe, cocodrilo que duerme, billetera. El fútbol es un estado de ánimo y el ánimo de la triste Croacia cambió a partir de ese instante. Tanto que una Inglaterra que tocaba la final con los dedos ante su solvencia para desactivar al rival, sentía como un derechazo en el mentón ese empate; Croacia se crecía, liderada por el autor del gol Perisic, creía en la remontada y a punto estuvo de firmarla si el disparo cruzado de Rebic no se hubiera topado con el poste en el 72.

La inevitable prórroga llegó no sin antes un aviso de Mandzukic, un tipo enorme que pasaría por ‘Magua’, jefe de los hurones en ‘‘El último mohicano’’, y que le sacó un Pickford que dejó ayer algunas dudas, además de un potente saque de puerta y ágiles reflejos. Avisó Stones de cabeza a vuelta de refrescarse, y Pickford le volvió a ganar el duelo al delantero de la Juventus. No habría una tercera. Minuto 107 de la prórroga, Perisic gana un balón aéreo sin dueño que pilla a los centrales ingleses saliendo del área pequeña como quien va a tomar el té y allí, Mario Mandzukic, el ‘Magua’ croata, ese tipo con el que el propio Pep Guardiola, que le tuvo en el Bayern, se iría a la guerra pero no en su equipo, no perdonó.

La emoción hasta el suspiro final deparó una Croacia finalista, los nuevos mohicanos, y una Inglaterra que esta vez sí, entona aquello de ‘‘It’s coming home, It’s coming home”...