Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «La cámara de Claire»

Un poco de filosofía oriental en la feria de las vanidades

No me suele gustar leer las entrevistas o ruedas de prensa que conceden los y las cineastas, porque prefiero conocerles a través de sus películas, que es al fin y al cabo lo que me toca comentar. Pero hay autores tan personales que convierten sus películas en una prolongación de su propia vida, así que en tales casos conviene poner atención en lo que dicen. Hong Sang-soo es un libro abierto cuando filma y cuando habla, y no cabe duda de que su reciente relación de pareja con la actriz Kim Min-hee está influyendo muy mucho en el que es el periodo más fecundo de su carrera. Insiste más que nunca en las relaciones triangulares, pues no en vano rompió con su anterior compañera sentimental, lo que le lleva a intentar explorar en ese universo femenino que tanto le perturba y conmueve.

No quisiera comparar al maestro coreano con otros occidentales que trataron a fondo lo mismo como Bergman o Antonioni, o ese Rohmer con el que se le compara incluso en lo de bautizar a su coprotagonista con un nombre sacado de “La genou de Claire” (1970), pero me da la impresión de que Hong Sang-soo sabe escuchar mejor a las mujeres. Y, como espectadores se lo agradecemos, porque te quedas embobado disfrutando de las charlas entre Isabelle Huppert y Kim Min-hee. La una queriendo retener la verdad por medio de las instántaneas de su Polaroid, y la otra sacando conclusiones de sus experiencias en las que se mezclan lo profesional y lo privado.

Sang-soo pone en práctica su filosofía vitalista consistente en la búsqueda de lo esencial por encima de lo accesorio, al rodar en Cannes durante los días del fesival, totalmente ajeno a lo que sucede en la alfombra roja. Prefiere pasear por rincones tranquilos y menos frecuentados, a sabiendas de su querencia por las playas solitarias y las mesas de los bares en buena compañía. No hace falta mucho más para sentirse feliz.